3.

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Esta vez, nos hemos comportado con las cervezas y nos volvemos a casa al terminarnos la segunda ronda.

Al llegar al piso preparo la cena y me encierro en mi habitación. A veces odio vivir en un piso compartido. La intimidad es casi inexistente, y el único refugio que tienes es tu habitación. Con mi salario no puedo permitirme nada mejor que esto y menos en una ciudad como Barcelona. Afortunadamente, llegué la primera y pude elegir el cuarto más grande.

Mis compañeras de piso, Lana y Júlia, son estudiantes de medicina y se pasan el día en el hospital así que prácticamente no pasan por casa.

Como lo último que quiero mañana es llegar tarde, me meto en la cama después de asegurarme por tercera vez que he puesto el despertador.





Son las seis y a pesar de lo mucho que odio mi vida ahora mismo, me esfuerzo para encontrar la parte positiva de todo esto y me pongo en marcha. Enciendo la cafetera y mientras se prepara el café, revuelvo mi armario en busca unos vaqueros decentes.

Antes de salir me aseguro de tener en el bolso la copia del documento para los camerinos y una vez lo tengo todo, vierto el café en el termo y salgo de mi casa. Al llegar a las escaleras de la última planta, veo a Àlex a través de los cristales de la puerta esperando en el portal.

- Buenos días - nos saludamos con un abrazo - ¿Qué haces aquí?

- Te traigo desayuno - dice ofreciendo una bolsa llena de croissants.

Aunque la oficina está en el centro de la ciudad, el set de rodaje que hemos alquilado está a las afueras, lo que nos supone un viaje en metro de poco más de media hora.

Tan solo poner un pie dentro del plató encendemos todas las luces.

- ¡Joder, qué frío hace aquí! - me quejo.

- Será mejor que encienda la calefacción si no queremos coger una hipotermia.

Mientras Àlex va a la sala de las calderas, yo busco la lista en mi bolsa para asegurarme de que no falta de nada en ningún sitio. En menos quince minutos hemos comprobado que no falta de nada en ningún rincón del lugar, así que mi amigo se sienta a descansar en uno de los sofás del camerino y yo me tumbo reposando mi cabeza en su regazo.

- ¿Te imaginas que Elisa nos viese así? - bromeo.

- No quiero ni pensarlo - se ríe - Se pondría hecha una furia...

- La tienes loca - sigo - Bueno, a ella y a media oficina.

- Exagerada...

- ¿Cómo? - digo incorporándome - ¿Es que estás ciego? Elisa es la única que lo exterioriza pero puedo asegurarte de que no es la única.

- A ver... Sorpréndeme.

- La chica que está haciendo las prácticas, ¿cómo se llama?

- ¿Elena?

- Si, Elena. Y luego está Carol, la editora. Deberías ver cómo te siguen con la mirada allí donde vas. Me sorprende que no te hayas dado cuenta...

Matamos el tiempo cotilleando sobre la gente de la oficina. Y no nos damos cuenta de que el resto de compañeros han empezado a llegar.

- ¿Todo bien, no? - interrumpe Lena desde la puerta del camerino.

- ¡Lena! - gritamos a la vez.

- Qué susto nos has dado - sigo.

- ¿Cómo habéis entrado? - se asombra Àlex.

- Tenemos otro juego de llaves - responde. - Siento interrumpir este rollo entre amigos que tenéis entre manos pero en unos minutos va a llegar Albert y quiero que estemos todos abajo.

Decisive project.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora