17.

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Hace ya más de diez meses de esa despedida, y aunque parecía que jamás íbamos a superarlo, lo hemos llevado mejor de lo que esperábamos. Aun con el cambio de horario, hemos hablado prácticamente todas la semanas. Hasta Amaia, que confesó en más una ocasión lo preocupada que estaba por nosotros, acabó acostumbrándose a ello.

No obstante, debo confesar que todo se hizo más ameno gracias a la visita express que nos pagó el joven junto a Beth, hace más o menos un par de meses, con la intención disfrutar de una primera proyección del film.

<A pesar de que todos se esforzaron para mantener la visita bajo secreto, Amaia, para variar, se fue de lengua y acabó soltándolo.
La misma mañana de su llegada fuimos a recogerlo al aeropuerto, así que la sorpresa se la llevó él. La cara que puso al verme no tiene precio. Estaba asombrado y desconcertado, todo al mismo tiempo.

- Se supone que la sorpresa iba a dártela yo - dijo después de fundirnos en un abrazo.
- Dale las gracias a mi amiga Amaia...
- La voy a matar en cuanto la vea.

Al salir del aeropuerto fuimos directamente a una pequeña sala de cine que habíamos reservado para la ocasión. Allí no esperaba el resto del equipo para ver la película junto al director, que tampoco sabía que sus protagonistas iban a estar ahí.
Recuerdo la cara que puso Albert al ver a Timothée y Beth, casi se echa a llorar. Me acuerdo también de cómo Alba se enganchó al cuello de Chalamet, y cómo se le torció el morro cuando nos vio besándonos. Creo que nunca voy a olvidar esa reacción.

Al terminar el pase de la película, fuimos casi todo el equipo a la oficina y allí pasamos la tarde, entre copas, pizzas y risas. No abandonamos el edificio hasta al caer la noche. Para entonces era invierno. Los árboles de la ciudad habían perdido las hojas. A esas horas y con esas temperaturas apenas había gente en las calles. Poco a poco se volvieron todos a sus respectivas casas, Beth pasaba la noche en casa de Olivia y evidentemente, Timothée pasó la noche en la mía.

- ¿Pedimos un taxi? - pregunto ya con mi el teléfono entre manos.
- Había pensado que a lo mejor te apetecía dar un paseo - sugiere llevándose la mano al cuello.
- Claro - digo con una sonrisa.

Estuvimos horas deambulando por la ciudad sin prisa alguna. Nadie hubiese jamás adivinado que hacía casi un año que no nos veíamos. Por un instante sentí que nunca se hubiese ido. Si no fuera porqué tenía el pelo más largo, juraría que en vez de diez meses, han pasado apenas unos días.

Y entonces, ocurrió. Estábamos a pocos metros de mi piso cuando Timothée dejó de andar, tiró de mi brazo para acercarme a él, y cuando estábamos a escasos centímetro el uno del otro me besó. Cómo nunca lo había hecho antes. Noté cómo mis piernas flojeaban ante su espontáneo gesto y cómo él, rápidamente, me atrapó firmemente entre sus brazos. Sentí cómo su piel se erizaba con el contacto de mis manos frías rozando su cuello.

- Te quiero - soltó con un hilo de voz. - Te quiero - proclamó de forma más clara.
- Te quiero - confesé al instante.

Y sin darnos tiempo para procesar lo que acabábamos de confesar, estábamos de nuevo enganchados.

Fueron pocas las horas que él pasó en la ciudad pero puedo asegurar que disfrutamos cada momento que pasamos juntos, rodeados de nuestros compañeros y sobretodo entre las cuatro paredes de mi habitación.

Creí que la despedida iba a ser más fácil que la primera vez, pero me equivoqué ¿Cómo iba a dejar que se fuera después de todo lo que nos dijimos la noche anterior? Nuestro único consuelo era saber que en un par de meses volveríamos a estar juntos. >

Y aquí estoy otra vez, en el aeropuerto. Esperando encontrarle entre la muchedumbre. En un par de días vamos a empezar el tour promocional por algunos de los festivales de cine independiente más reconocidos de Europa central.

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