16.

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Es increíble cómo pasa el tiempo. Hace apenas unas semanas estábamos en la sala de reuniones y ahora estoy de camino a la fiesta de despedida que han preparado en honor al equipo.

Al llegar al edificio me encuentro a Jorge a punto de entrar al ascensor.

- ¡Espera! - le grito desde la puerta. - Gracias.
- Por los pelos... - bromea.
- Vaya, quién te ha visto y quién te ve... - comento al verle. Digamos que Jorge no es precisamente un chico que se arregle y me he sorprendido al verle con esa camisa ajustada. - Estás genial.
- Sí, aunque parezca mentira en mi armario también hay camisas - bromea. - Tú también estás genial, por cierto.
- Gracias. La verdad es que tenía mis dudas sobre el vestido pero mis compañeras de piso me han convencido - comento mientras me aseguro que todo sigue en su sitio.
- Tranquila, estoy seguro que vas a dejar a Timothée sin palabras.
- ¿¡Cómo!? - siento como se me encienden las mejillas.
- Oh, vamos. Lo sabe todo el mundo. Es un secreto a voces.

No me da tiempo a reaccionar que escucho el ascensor llegar a la azotea.

- Las damas primero - murmura Jorge abriéndome el paso.

Salgo del ascensor a tropezones e instantáneamente mis pensamientos quedan eclipsado al ver lo que nos rodea. Está todo decorado al milímetro. No tengo ni idea de lo que debe haber pagado Olivia para organizar esta fiesta pero salta a la vista que no han reparado en gastos.

Lo primero que llama la atención es la pista de baile, que ocupa prácticamente la parte central de la azotea, y situado encima de una pequeña tarima, está el DJ.
En ambas esquinas de la azotea hay una barra, acompañadas de una zona chillout.
Hay camareros corriendo de arriba a abajo con bandejas de comida.

- ¿Champagne? - me ofrece uno de ellos.
- Por favor. - admito cogiéndo una de las copas.
- ¡Gigi! - escucho a Amaia gritar mi nombre desde la pista de baile. Está bailando con David, Albert y Clara al ritmo de Calvin Harris.

Me abro paso entre la gente hasta llegar a ellos.

- No me puedo creer que ya hayamos acabado... - comenta Amaia dándome un abrazo. - ¿Qué tal lo llevas?
- Bien, creo...
- Seguro que os irá bien - asegura.
- A propósito, ¿le has visto? - pregunto.
- Hemos llegado juntos pero lo he perdido de vista... - explica.
- No te preocupes, ya aparecerá.

Dejo que mi cuerpo se deje llevar por 'Be the one' de Dua Lipa. Siempre he pensado que esa canción tenía algo especial. Siento como todo a mi alrededor se mueve a cámara lenta. Y de repente entiendo el porqué. Sus ojos me están observando desde la barra. Instantáneamente, he dejado de bailar para mí y mi cuerpo ha empezado a moverse para él. De repente, y sin apenas apartar la mirada de mi, se bebe la copa de un trago, la suelta en el primer lugar que encuentra y sin prisas se acerca hasta la pista de baile.

- Estás preciosa - saluda con una sonrisa.
- Tú tampoco estás nada mal - admito.
- Por nosotros no os cortéis - suelta Albert de golpe.
- ¿Qué? Oh, no... Nosotros no...
- Ni lo intentes... - confieso - lo saben todos.
- Pero, ¿cómo?
- Tengo mis sospechas... - digo lanzando una mirada asesina a la única persona que puede haberse ido de la lengua.
- Lo siento - suplica Amaia. - Puede que se me escapara algo hace un par de semanas...
- Parece mentira que aún no la conozcas - se ríe David.
- Así pues, ¿lo saben todos? - pregunta Timothée confuso.

Asiento. Él se encoge de hombros y sin pensarlo, me aferra a él y me besa. Mi mente se toma unos segundos para procesar lo que está pasando, pero en cuando lo hace, dejo que mis dedos se enreden en sus rizos y le devuelvo el beso. Todos a nuestro alrededor han empezado a aplaudir y silbar.

- Creo que ya has bebido suficiente.

La fiesta está siendo un verdadero éxito. La azotea está a reventar de gente, y todos quieren lo mismo, conocer al protagonista. Así que, a pesar de ser nuestra última noche juntos y de ese maravilloso beso, apenas nos hemos visto.

- Perdóname - le escucho decir detrás de mí. - Dime cualquier cosa que pueda hacer para solucionarlo, y lo haré.
- ¿Cualquier cosa? - le pregunto rodeando su cuello con mis brazos.
- Cualquier - confiesa dándome un suave beso en los labios.
- ¿A qué hora es tu vuelo?
- A las siete de la mañana.

Miro mi reloj. Son ya las tres de la madrugada.

- Entonces, deberíamos irnos ya, o nos vamos a quedar sin tiempo... - admito descaradamente.

Rápidamente nos despedimos de los pocos invitados que quedan en la azotea y cogemos un taxi hasta llegar a su hotel.

- Me muero por arrancarte esa camisa... - confieso al entrar al ascensor.

Dicho y hecho, en cuanto pisamos la habitación le agarro del cuello de la camisa, tiro de él hacia mí y empiezo a besarle apasionadamente. Como puede se desabrocha cada una de esos pequeños botones para que yo pueda deshacerme de la camisa. Es entonces cuando aprovechamos cada segundo, cada minuto, cada hora; y gozamos de cada caricia, cada beso y cada orgasmo.

Todo es perfecto, hasta que llaman a la puerta. Es hora de irse. Nos informan de que hay un taxi esperando en la puerta del hotel.

- Vente conmigo a Nueva York - insiste Timothée antes de meterse en el coche.
- Sabes bien que no puedo...
- Pero yo tenía que preguntarlo una última vez - admite con una sonrisa.
- Vete ya, o vas a perder el avión - me esfuerzo para evitar que me tiemble la voz. Odio las despedidas, y especialmente esta.
- Nos vemos pronto... - murmura por lo bajo.

Llevo mis manos hasta su rostro y nos despedimos con un suave beso.

- No olvides llamarme cuando llegues.
- Lo haré - dice al abrir la puerta trasera del coche.
- Te echaré de menos - admite finalmente antes de cerrar la puerta.
- Y yo a tí.

El taxi arranca en cuanto Timothée cierra la puerta. Y en aquel mismo instante siento como las lágrimas bajan por mis mejillas.

Decisive project.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora