« ¿Quién es ese chico? »
- ¿Por qué empezaste todo esto?
- Porque odio a la humanidad, y os odio a vosotros.
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>Historia 100% hecha a base de mucha imaginación.
>No se admiten copias ni adaptaciones.
>P...
— Hey, hey, estás haciendo trampas — Joy mueve la ficha roja, mi ficha, dos casillas hacia atrás, yo le doy un golpe en la mano y ella las tira.
— ¿Se pueden hacer trampas en el parchís? — pregunta Suga, sentado en un sillón con las piernas colgando por un brazo y apoyando su espalda en el otro, con Wendy dormida sobre él.
— Sí — dice Joy con el ceño fruncido y mirando mal a Suga — ¡y tú! — me señala con el dedo de forma amenazante, yo levanto ambos brazos — ¡deja de adelantar las fichas cuando yo estoy mirando a otra parte!
— ¡Yo no hago tal cosa! — nos callamos de golpe cuando Jennie pasa por delante de nosotros, con una mochila a la espalda y una pistola en la mano — ¿dónde vas? — nunca sale con un arma, por eso nunca nos preocupamos a dónde va, pero hoy me preocupa — te he preguntado para que respondas — me pongo delante de la puerta al ver que iba a salir.
— El caso es que no quiero responderte — le sujeto la muñeca derecha y le arrebato la pistola — dame eso — se la tiro a Joy, que la deja sobre el tablero de parchís — Dios...no soy una niña. Ni vosotros quiénes para decirme qué hacer o vigilarme.
— Deja de ser tan estúpida y dime a dónde vas.
— A una pelea — trago saliva y ella me aparta de la puerta sin ejercer fuerza, porque me dejo arrastrar.
Los tres nos quedamos mirando hacia la puerta, no sabíamos que Jennie...iba a peleas. Ni se pasaba por nuestras mentes.
— Ya no tengo ganas de jugar — dice Joy poniéndose de pie.
Sale de la casa y yo la sigo, despidiéndome de Suga y diciéndole que lleve a Wendy a su dormitorio.
— Joy — la llamo cuando la encuentro.
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— No la soporto — me siento junto a ella, sobre una pequeña piedra — ¿no puede siquiera dejarme jugar tranquila al parchís contigo? — suelta un pequeño gimoteo, fingiendo llanto, yo me río.
— No pasa nada porque interrumpa una partida de parchís — la atraigo hacia mí hasta que queda tumbada sobre mi regazo — el caso es que estemos juntos, ¿no?
— A veces me da la impresión de que te gusto — mi corazón empieza a palpitar como loco — pero bueno, ya sé que no es verdad y que está prohibido así que...
Se mete dentro de la casa después de darme un corto abrazo, dejando en claro que ni amigos ni amantes tenemos ser, tan solo un compañerismo agradable debemos tener, y mi corazón queda partido en dos.
