v e i n t i t r e s

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Me di vuelta lentamente y ahí estaba él, con unas ojeras tremendas y los ojos rojos, debido a las grandes cantidades de marihuana que seguramente había fumado. Su sonrisa no era la misma de antes, y eso fue lo que más dolió. Seguía igual de lindo, eso no lo puedo negar.

—Joaco... —dije sin poder parar de mirarlo.

Él no respondió, pero entrelazó nuestras manos y me llevó hasta la salida. Se sentía raro sentir sus dedos nuevamente después de tanto tiempo. Aunque, solo pasaron tres meses, fueron los más vacíos de mi vida.

—¿Querés que nos vayamos? No puedo acá —propuso nervioso.

Asentí levemente con una sonrisa y caminamos hasta su auto. Me abrió la puerta del acompañante y me metí, esperando a que él se suba del otro lado.

Arrancó el auto y empezó a andar, no tengo ni idea a donde vamos pero si es con Joaquín, realmente no me importa mucho.

—¿De qué querés hablar? —me animé a romper el insoportable silencio.

—Cuando lleguemos te digo —fueron sus últimas palabras, después de eso ninguno de los dos volvió a hablar.

El auto se inundó en un completo silencio, que a decir verdad no era para nada incómodo.

Joaquín estacionó en la cochera de un edificio y ambos nos bajamos. Miré extrañada el lugar, nunca habíamos venido. Él me agarró de las manos y nos dirigimos hacia su (creo yo) departamento.

—Te extrañaba —soltó mientras esperábamos el ascensor.

—Yo también —suspiré.

Subimos al ascensor que nos llevó al piso número 5, una vez ahí, Joaquín me guío hasta una puerta, la cuál abrió y entré yo primero.

Era un departamento amplio, muy bien decorado, se parecía mucho al mío. Me indicó donde estaba el living y me acomodé ahí. Nos sentamos en el sillón y lo miré para que empiece a hablar.

—Necesito que arreglemos las cosas, no aguanto más estar sin vos —soltó rápidamente—. Ya sé que fui una mierda con vos, y me merezco todo lo peor, pero necesito una oportunidad más para demostrarte que te puedo hacer la mina más feliz del mundo.

Me quedé en silencio mientras procesaba en mi cabeza cada una de sus palabras. No podía creer que él estuviera diciendo todo eso, justo ahí, en ese momento.

—Hablame por favor, decime algo, Zoe —suplicó con las lágrimas a punto de salir de sus ojos.

—Joaquín yo te amo, vos no te mereces ninguna mierda —me acerqué a él y lo abracé rápidamente, sintiendo sus lágrimas mojar mi hombro—, pero yo no quiero estar más con vos.

Él se separó de mí rápidamente y me miró a los ojos, había dolor en su mirada, el mismo dolor que sentía yo meses atrás.

—Zoe, estoy enamorado de vos —soltó entre sollozos.

No puedo negar que me parte el alma verlo de esta forma, tan roto y vulnerable. Me acerqué a él y limpié las lágrimas que caían, tuve un estúpido impulso y lo besé, fue un beso tierno y corto, pero sabía a la amargura de un final no tan feliz.

—Te amo, te amo flaca.

—Yo también te amo, Joaco —respondí para volverlo a besar.

Nos acostamos lentamente en el sillón, hasta yo quedar debajo de él. Sus manos pasaban por mis muslos y apretaban mi culo. Yo pasaba mis manos por su cuello y enredaba los dedos en su pelo.

—¿Mañana que va a pasar? —preguntó inseguro, cortando el beso.

—No sé, pero hoy amémonos como si no hubiera despedidas, hagamos de cuenta que todo está bien —susurré, sonriéndole.

Seguimos besándonos y Seven subió mi remera, la cual me saqué rápido, yo hice lo mismo con la suya. Se levantó del sillón y me extendió la mano para que yo lo haga, una vez arriba, tiró de la misma y seguimos besándonos. Puse mis piernas al rededor de su cintura y él caminó hasta su habitación, donde nos tumbamos en la cama.

Esa noche cogimos como si el mañana realmente no existiese. Esa noche nuestros cuerpos tenían una conexión especial, como si dijeran lo que nunca pudimos comunicar. Las cosas no habían funcionando pero esa noche se sintió como que todos eses meses de mierda valieron la pena, para llegar solamente a hoy. Y si, una parte de mí siempre le va a pertenecer a Joaquín, mi alma entera le va a pertenecer y yo ni nadie puede cambiar eso. Él tiene algo tan distinto que me vuela la mente.

Ya no me da miedo decir que me enamoré. No tengo remordimientos, ya no lo puedo esconder más. Me enamoré de él aún sabiendo que sus ojos no me miraban a mi. Me enamoré de sus dedos acariciando mi piel en la madrugada. De su sonrisa tan pura. De mi nombre saliendo de su boca. Me enamoré de su forma tan particular de convertir en sencillo algo complicado. Me enamoré de sus "te quiero", que quiero creer que sintió alguno de ellos. De sus manos entrelazadas a las mías. De nuestros cuerpos rozándose. De los pocos desayunos que disfrutamos. Me enamoré de nuestras miradas cómplices. De nuestras carcajadas por pelotudeces. De lo segura que me hacía sentir estar a su lado. Me enamoré de su voz. De lo tierno que es cuando duerme. De lo lindo que es cuando se enoja. De lo mucho que sonreía. De lo poco que le importaba lo que piensen de él. De lo mucho que se preocupaba por mi. De sus celos. De los silencios, donde solo nos mirábamos a los ojos. Me enamoré de nuestro beso abajo de la lluvia. De su llanto dramático cuando pensó que me iba a perder para siempre. Me enamoré de él, de sus miedos. Sus sueños. Me enamoré de sus confesiones amorosas. Me enamoré hasta de sus indiferencias, porque sí, estoy loca. Y si tengo que nombrar lo que me gusta, me gustaban hasta sus puteadas cuando las cosas no salían cuando él quería. Me gustaban sus caprichos. Me gustaban sus ojeras. Absolutamente todo. Me arrepiento de tantas cosas, pero nunca de él. Yo sé que nos quisimos, pero lo hicimos mal. Entendí que lo que está roto ya no puede volver a ser como antes por más que quieras, por mucho que lo intentes. Y si él no hubiera sido tan cagon, tal vez hubiéramos conquistado el mundo.

se acerca el final, muchas gracias por el apoyo.

no goodbyes [sevenkayne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora