Mi jefe es un Saiya...¿qué? Trunks y Tú [EDITANDO]

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24| El amor de Trunks.

El chico de cabellos lavanda y yo nos encontrábamos en la pequeña sala de mi casa, acostados y abrazados sobre el único sillón ahí. Trunks se ofreció a traerme después de regalarme esas encantadoras flores.

Me sentía rara puesto estaba encima de él mientras su mano vagaba por mi espalda. Ya le había contado lo sucedido sobre mis padres, la confesión de la carta y, por fin, me había dignado a decirle lo que Baby declaró cuando me lo encontré en su casa y él estaba poseído por él, omití la forma tan poco caballerosa con la que me trato esa vez.

Ahora él sabía todo de mí.

—Nunca imaginé que tuvieras sangre saiyajin —habló Trunks, totalmente sorprendido—, pero si imaginaba que no eras totalmente humana —aclaró—. Cuando aprendiste la técnica de volar dentro de la nave me sorprendí mucho por la cantidad de energía que acumulaste en tus manos.

—¿Eso qué quiere decir? —pregunté, apoyando mi barbilla sobre su pecho para intentar verlo a la cara.

—Quiero decir que podrás, al menos, hacer lo mismo que Pan —aseguró—, tengo entendido que los tsufur, como me cuentas, fueron una civilización muy avanzada, es por eso que tienes todas esas ideas nuevas en tu hermosa cabeza —sonrió, dándome un beso en la frente.

Posterior a eso, ambos nos levantamos, ya era tarde y mañana ambos debíamos trabajar. Lo guíe hasta la azotea de mi casa puesto que él dijo que se iría volando.

—Me debes una comida, _____ —se cruzó de brazos, esperando mi respuesta.

—Es verdad, lo siento —bajé la mirada, con tristeza.

—Mañana será y no quiero un no como respuesta —levantó mi barbilla, con una de sus manos dándome un tierno beso para después comenzar a elevarse—. ¡Que descanses! —se despidió con la mano y yo copié el gesto mirando como desaparecía en la oscuridad de la noche.

[. . .]

Ya estaba en la oficina haciendo mis deberes habituales cuando se abrió el elevador, dejando ver a un mar de gente. Suspiré por lo bajo cuando estos pasaron aún lado de mí ofreciendo los buenos días, para, después fatigar al oji-azul con sus reportes. Este sólo sonrió cuando me vio, le devolví la sonrisa.

Así pasó toda la mañana, Trunks se quedó en su despacho después de que salieron todos esos hombres, ya me había encargado de dejarle los papeles a revisar y firmar.

Ya eran las tres de la tarde y él aún no salía, mi estómago comenzó a pedir alimento. Me levanté de mi asiento para dirigirme al comedor, pedí un café y unas cuantas galletas para después disponerme a volver a mi sitio.

Al llegar me percaté que el chico de cabellos lavanda se encontraba en mi asiento, cruzado de brazos. Le sonreí tímida, él negó con su cabeza sonriendo. Dejé el café y las galletas sobre el escritorio y salí junto a Trunks en la gran limusina roja.