Capítulo 3

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Llegué a un McDonalds. Entré, pedí un vaso de agua, y me dirigí al baño. En principio para hacer mis necesidades, mas acabé frente los espejos mirando mi reflejo. Me miré, y me gustó verme. Iba bastante guapa, con mis pestañas largas, mis cejas pobladas pero bien peinadas, me puse un labial, color café que daba un efecto carnoso y vivo, una blusa holgada negra y unos jeggins azules marino ajustados, y mi pelo ondeado.

De repente me vino a la mente la imagen de la chica tirada en el suelo. Sangrando, sin poder respirar, sin latidos que digan que esta viva.

Bajó una espesa gota de agua por mi mejilla. No me di cuenta la verdad solo pasaban flashes por mi mente de aquella escena, y en poco tiempo me encontré en un río de lágrimas.

— Pequeña— me dijo el señor de la limpieza— con lo hermosa que eres y tú aquí llorando.

Al escuchar eso, volví a mi, me limpie rápido las lagrimas, le di una sonrisa al señor, en muestra de bienestar y salí lo más rápido que pude del baño, y del establecimiento. O eso intente por que al llegar a la puerta me choque con alguien y me caí, o mejor dicho nos caímos. Él, al empujarle y yo, al intentar estabilizarme.

Empecé a echar todo tipo de insultos mientras me ubicaba. Sí, me maree un poco y no pude divisar ni como era.

Cuando mis ojos ya no veían borroso levante la cabeza poco a poco. Madre, el chico es enorme no sé ni cómo lo he podido tirar. Mis pensamientos solo rondaban en eso. Como una hormiguita como yo pudo tirar a un oso como él.

Vi que tenía la mano extendida, y la iba a tomar hasta que me percate de quien me la extendía. El miedo se apoderó de mí en cuestión de segundos. Sentí náuseas, la cabeza me daba vuelta, tiritaba y de tiritar pasé a temblar. Pero mi razón me obligó a calmar esos nervios, ya que sospecharía. Y me puse de pie de un salto dejándole la mano colgando.

—Bueno vale, ni des las gracias- me dijo con tono burlón

—Esto... lo siento, no miraba por donde iba-respondí volviendo a mi nerviosismo, diablos.

—No pasa nada. Parece que huyes de algo. Estás pálida quilla. Normal que no veas por donde vas— pero joder ¿este tipo sabe hasta lo que pienso?— Ven te invito a algo, a ver si así vuelve el color de tu rostro ¿quieres? Si dices que no, te mato—dijo de broma, pero a mi me heló los huesos— es broma tonta. Anda vamos— y entró al local ya pidiendo de todo. Ay dios mío lo que me esperaba... Si por lo menos supiera si lo sabe o no.

Me quedé parada en la puerta rezando porque no supiera quien soy. Cuando hubiese acabado de pedir la comida, se acercó a mi.
— ¿No vienes?
— Esto... si claro.

«Por favor mi dios, que no sepa quién soy. Si no me puedo dar por muerta»
Nos sentamos en una mesa en medio del Mcdonald.
— Y bueno, ¿me cuentas o es un secreto peque?
— Me decanto por el secreto
— ¿Te cuento y me cuentas?
— Me lo pensaré
— Venga vale. Mmmm, a mi me dan miedo los perros—me dijo a lo que sonreí porque me pareció gracioso.

— ¿En serio?—Al preguntarle eso, su rostro se torno a uno serio, el cual me devolvió mi miedo.

— Te toca. Y sí, si es en serio.

— Pues, es que... madre, como te digo—suspiré nerviosa al no tener si quiera una triste mentira que contar.

— Bueno vale no hace falta peque. Anda come.—Y ahí estaba compartiendo comida con mi pesadilla. Esto es de locos. Empecé a comer cuando me sonó el teléfono y como si me fuera la vida en ello, abrí mi mochila y descolgué.— Perdona— le susurré— dime amor, ¿qué pasa?— Me levanté y salí afuera para hablar con Fran.

— Tía te necesito enseguida por favor ven al parque lo más rápido que puedas—me respondió en un sollozo. Rápidamente, volví me disculpe con él, cogí mis cosas y salí de ahí.

Camino preocupada por mi amiga, por lo que la haya pasado. Si quiera me dio detalles de lo que pasaba. A pesar de ello me alivie por haber salido de aquel lugar.

Llegué al parque y divisé a Fran sentada en un banco, llorando. Me acerqué a ella lo más rápido que pude.

— Fran mi niña ¿qué te pasa?

— Me ha dejado, Dina. José me ha dejado—la abracé mientras sollozaba en mi pecho. Pasamos ahí la tarde entera, mas no la pasamos solo llorando porque no iba a permitir que mi amiga llorara por ningún idiota. Le conté chistes, historias, y todo tipo de anécdotas divertidas, y reímos y nos caímos y nos volvimos a reír. Y de ahí se olvidó de él, o por lo menos en ese tiempo.  

Tras el armaWhere stories live. Discover now