Atajé por un callejón, y para mi sorpresa no estaba vacío. Había dos personas, las dos parecían sacadas de revistas. La chica tenía unos labios finos, una nariz semítica, una figura esbelta y un pelo en onda castaño con mechas y de una altura media de 1,70m diría yo.
El chico, que no conseguí distinguir mucho más allá de su figura, parecía de origen árabe. Se gritaban entre ellos, decidí pasar de largo, coger otro camino, pero mis piernas se congelaron al ver que el chico sacaba lo que parecía un arma de sus pantalones. Mi cerebro me gritaba que saliera de ahí, que corra por donde vine pero mi cuerpo no reaccionaba a ninguna orden que le mandaba. Me quedé observando la escena sin saber qué hacer o qué decir, completamente paralizada.
-¿Cuándo tendrás mi dinero pedazo de zorra?
-N...no... no lo se, sabes que económicos y...
-¡Me suda todos los problemas que tengas joder!- le interrumpió- Yo solo quiero mi puto dinero- dijo en un tono más calmado.
-No... no puedo.- No se oyó nada por el silenciador, pero ver cómo la bala salía de ese arma y cómo atravesaba a esa chica, tumbándola en el suelo, Me puso los pelos de punta.
El chico salió de la escena a paso lento y calmado, como si nada hubiese pasado.
Cuando vi que ya se fue corrí hasta la chica a mirarle el pulso, no tenía. Busqué rápido un móvil para poder llamar a urgencias sin temer por mi vida, mas no encontre. Punto en mi contra, pero no importaba eso en esos momentos, temía que estuviera viva y la mataran mis contratiempo. Cogí mi móvil y rápidamente llame al 112, les di la dirección y salí como alma que lleva el diablo de ese lugar, por el miedo, por impotencia, por mi.
Corrí entre calles y calles, por los callejones oscuros, que daban una sensación escalofriante. Miraba detrás, rezando, suplicando, por que no me estuviera siguiendo.
Hasta que divisé el claro del parque donde quedé con Noah y Carlos.
Los columpios, el tobogán, los bancos... todo parecía tan tranquilo, que por un momento paré en seco. Ellos seguían hablando, y no se percataron de mi presencia.
«Dina, cálmate. No ha pasado nada. No has visto nada. No hay nada» respire hondo mientras repetía aquellas palabras en mi cabeza.
Cuando mi corazón parecía volver a su pulso normal, y la comida en mi estómago, que hace unos minutos parecía que iba a explotar, se asentó en su lugar, sonreí, limpie las lágrimas que ni siquiera sabía que estaban y caminé a paso lento y pausado hacia ellos, intenté parecer normal, es decir, y creo que lo conseguí.
-Hey Dina ¿cómo es que tardaste tanto?
-Como siempre me hacéis esperar esta vez me he dicho de haceros esperar a vosotros- dije con voz arrogante intentando que no se percaten de mi nerviosismo. Se echaron una mirada pero pude respirar tranquila cuando me invitaron a sentarme con ellos.
-¿Quieres fanta?- me pregunto Noah
-¿Enserio crees que voy a aceptar una fanta de un borracho como tu o Carlos?
-Tu te lo pierdes, en fin chicos yo ya me voy- Noah cogió su BMX y se dirigió a su casa. Carlos y yo nos levantamos para irnos también cada uno a la suya.
[...]
Entré a casa, dejé mis cosas, puse la comida a calentar, me tome una ducha rápida y volví a comer.
No dejaba de pesar en la escena de antes, fue una auténtica locura. Pobre chica y su familia y yo, es decir ¿qué me hubiese pasado si me hubiera visto? La verdad parecía un hombre muy meticuloso. Eligió el lugar perfecto, para que aún siendo de día nadie le divisara. Uso un silenciador, para que el único sonido en la escena fuera sus gritos, los que cualquiera oiría y volvería atrás para no meterse en problemas con nadie. Pero, siendo tan meticuloso, ¿por qué dejo el cadáver ahí? ¿Por qué no vigiló mejor si alguien estaba en los alrededores? En fin, ese no es mi problema. Mejor que no me haya visto.
Al salir de mis pensamiento me di cuenta que estaba hiperventilando. Respire hondo e intenté tranquilizarme tomando un vaso de agua. El líquido frío, de sabor neutro, se cuela entre mi lengua y mi paladar, dándome esa sensación de humedad en mi boca. Fluye por mi garganta, y siento cómo llega a mi estómago, matando a las cucarachas asquerosas que no dejaban de corretear aquí y allá en mi cavidad torácica. Lo conseguí y a tiempo, ya que mi madre acababa de entrar y ni me di cuenta.
-Salamwalaicom (hola) Dina.
-Walaicom salam mamá ¿Qué tal el día?
-Bien- me dice con una mirada picarona- ¿y tu qué tal?
-Aburrido como siempre. Tú me parece que te ha pasado algo muy bueno- Comenté intentando aparentar picardía- a ver cuéntame.
-¡He aprobado!- me respodió gritando
-Ai mama me alegro mucho enserio, después de tanto tiempo intentandolo, ya lo tienes. ¡Tu carnet de conducir!- Le dí un abrazo en señal de felicidad y orgullosismo y se fue a comer.
Necesito respirar. Ésta presión me mata.
Hago mi salat, rezando y desahogando mi miedo en la alfombrilla de terciopelo, repitiendo el nombre de mi Dios, como si deseara que me salvase, que me purificase, que liberase mi alma de mi cuerpo para eliminar esta angustia que me ahoga.
Termino, cojo mis cosas y salgo a tomar el aire. Necesito respirar
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Tras el arma
De TodoDina, una estudiante con una vida normal, hasta que presencia una escena que le cambia la vida. No por completo, pero si que da un buen giro. Escrito por mí y editado por mí y @Halimafarsi