CAPÍTULO 2: PRIMERAS IMPRESIONES

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N/A: Gracias a todos por leer y comentar... Perdón si no es muy interesante y es demasiado corto... Poco a poco entraremos en el drama de la historia...

CAPÍTULO 2: PRIMERAS IMPRESIONES

El principio de la cena fue para que ambos se conocieron. Hablaron un poco de sus gustos y de sus relaciones con sus familias. Sebastian notó que Blaine evitaba hablar de su salida del armario, pero decidió esperar para preguntar a que tuvieran más complicidad.

La verdad es que tampoco profundizaban en temas polémicos, la conversación era más trivial. Eran dos desconocidos que tenían que acercarse porque pronto compartirían vida.

–¿Por qué un matrimonio concertado? –El moreno preguntó, intrigado. Algo tenía que haber para que el otro tuviera que recurrir a eso.

–Quiero ser político. –El castaño se encogió de hombros, como si eso fuera explicación posible.

–¿No has encontrado a una pareja que pueda ocupar ese lugar? –El estudiante insistió.

–Nunca he tenido novio. –El candidato a congresista informó.

–¿Nunca? –Anderson se extrañó.

–Nunca... Como pareces intrigado, te diré que no creo en el amor. Es un invento para intentar racionalizar algo puramente físico como es el sexo y el tener hijos. –Smythe sonrió con suficiencia.

–¿No crees en el amor? –Blaine estaba muy sorprendido.

–¿Tú sí? Por lo que me dijo tu padre... –Sebastian no esperaba esa reacción.

–Yo sí creo en el amor... Aunque no creo que yo pueda encontrarlo... He estado por casi ocho años en una relación... Bueno, con algún momento separados por circunstancias en las que ahora no voy a entrar... La cosa es que después de tantos años me ha dejado y esta vez es la definitiva... Y yo creo que no voy a poder enamorarme otra vez. Por eso acepté el matrimonio, no creo que pueda encontrar un marido y no tengo expectativas de enamorarme de nuevo... –El moreno se encogió de hombros.

–No lo entiendo... Yo no creo en el amor, por lo que no lo busco ni espero encontrarlo... Tú sí crees en el amor y deberías tener esperanza de encontrarlo... No quiero perder el tiempo y que en unos meses no quieras casarte conmigo o estemos casados y quieras divorciarte porque has conocido a tu amor.

–No pasará... Me he comprometido a ser tu marido y lo voy a cumplir. Puedes confiar en mí...

Smythe sabía que había algo más, pero no quería comentarlo. Sabía que no debía conformarse, pero también sabía que había pocas personas dispuestas a casarse en seis meses con él. Tenía que arriesgarse y aceptar lo que tenía, o no conseguiría esa familia que le ayudaría a ser presidente de USA.

Cuando la cena terminó, Blaine empezaba a tener alguna duda del comportamiento de su futuro marido. No era el tipo de personas que le gustaba conocer. Parecía algo presumido, altivo, prepotente... Anderson, a pesar de nacer en una familia privilegiada, creía en la igualdad de todos y en la posibilidad de que cualquiera encontrara el éxito gracias a su esfuerzo. Sin embargo, esos ideales parecían contrarios a los que s futuro esposo tenía.

Salieron a la calle y se dieron cuenta de que el chófer todavía no había llegado, lo que enfadó al otro. A Sebastian no le importaba lo que pensaran los demás, esperaba que cada uno hiciera su trabajo a la perfección para que todo fuera bien.

El coche llegó y el castaño abrió la puerta para dejarlo pasar. Un gesto como muchos que había hecho esa noche, pero que empezaba a parecerle forzado a Blaine. Tal vez era que no creía que pudiera ser amable con él cuando con los demás era borde.

–¿Por qué te has retrasado? Sabes de sobra que no podemos llegar tarde a la ópera. –El futuro político se mostró enfadado.

–Lo siento, señor. No había encontrado sitio por aquí cerca y el tráfico a estas horas es imposible. –El trabajador intentó justificarse.

–Debiste preverlo, sabes que no me gusta esperar. –Smythe no ocultaba su desagrado. –Espero que no vuelva a pasar.

–Sí, señor.

Anderson no dijo nada, pero le incomodaba que fuera así. El chófer no tenía la culpa del retraso y debería ser más comprensivo. Se preguntó si mostraría esa faceta cuando fuera político. Era algo que normalmente no era bien visto y tampoco se imaginaba a alguien así siendo un presidente justo, razonable y comprensivo con los problemas de los ciudadanos... Vamos, no se imaginaba que Sebastian Smythe fuera un presidente al que él votaría... Y mucho menos, con el que él se casaría de forma voluntaria sin ningún interés personal en el pacto.

Cuando Blaine entró a su casa después de su cita, dejó su abrigo y se dirigió al sofá. Las cosas no habían ido todo lo bien que deberían y empezaba a sentirse mal. Por un lado, quería casarse para que Sebastian se hiciera cargo de la empresa y él poder conseguir sus sueños. Por otro lado, no se veía capaz de estar casado con él ni de querer destrozarle sus sueños.

Sus pensamientos se interrumpieron al ver un pañuelo sobre la mesa. Lo reconocía, era de su madre.

–¿Vienes solo? –James preguntó extrañado.

–Sí, bueno... Sebastian me ha acompañado, pero no ha subido.

–¿Por qué? –El hombre se mostró firme mientras su esposa le acariciaba el hombro para que se relajara.

–No queríamos... Es un matrimonio por conveniencia y ni siquiera tendremos la obligación de mantener relaciones para tener hijos porque los dos somos hombres. ¿Qué más da? –El joven se encogió de hombros.

–Soy gays, sois promiscuos, necesitáis sexo... ¡Si no se lo das se cansará! –El padre se aleteró.

–¡No! He aceptado casarme con él y será bajo mis normas. No me importa si tiene amantes, no seré celoso si no estoy enamorado... Pero no tendré sexo con alguien que no amo... Ese es mi límite. –El hijo casi gritó porque estaba muy enfadado. Tenía límites y no iba a renunciar a ellos. Una cosa era aceptar un matrimonio concertado y otra que sus padres se creyeran con el poder de ordenarle qué hacer con su cuerpo.

–Debes de ser el único marica que no quiere sexo... –Pam puso cara de asco, no le agradaba pensar en lo que harían, pero lo creía necesario.

–Debéis de ser los peores padres del mundo... No me puedo creer que me pidáis eso... Marcharos de mi casa. –Blaine les abrió la puerta para que salieran.

–No te conviene enfadarnos o te dejaremos sin nada... –James amenazó.

–¿Y qué me podéis quitar ya? ¡Fuera!

Los mayores obedecieron, pero el joven sabía que al día siguiente tendrían una nueva discusión. A veces deseaba marcharse y abandonarlo todo, pero le tenía tanto miedo a la soledad que por eso decidía aguantar... Y ya era demasiado tarde porque se había comprometido a casarse y no era alguien que faltara a su palabra...

Matrimonio Por Conveniencia (Glee Seblaine boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora