Capítulo VI: Cassandra

1.1K 151 5
                                    


Asaf

—¡Amber! —grito, al verla desmayarse y golpearse contra el piso justo después de cerrar la puerta.

Dejo atrás todo y voy tras ella. La sostengo entre mis brazos y la ubico sobre la cama. Su pulso se acelera. Sus manos se vuelven negras. El color se riega por su cuerpo. La escasa tela de su vestido deja ver cómo luchan sus líneas negras por entrelazarse y tomar forma los tatuajes que definen su linaje.

Su demonio se descontrola.

Su interior se consume.

Puedo sentirlo.

—¿Qué hago? —Chequeo desesperado el ritmo de su respiración.

Respira tan pausado que cada bocanada de aire es nada para el tiempo que dura la oxigenación en su cuerpo.

—¡Mierda! —Me subo sobre su cuerpo y empiezo a reanimarla.

¿Es el día de tu elección?

—¡Vamos, Amber! —No quiero perderte.

No quiero perderte.

—¿No quiero perderte? —suelto, confuso.

Pero no me detengo. Sigo reanimándola. Su sufrimiento lo siento mío. Insano. Malévolo. Incorrecto. La energía que emana las finas capas de su armadura demoníaca en su piel es tan atrayente que la sola idea de estar lejos de su tacto enloquece a mi demonio en este momento. Me asusto. Retrocedo. Me alejo de ella, mientras me castigo mentalmente por ser cobarde.

Amber se retuerce en la cama.

No puedo hacer esto solo.

—¡Ayuda! —grito, mientras voy hacia la puerta para abrirla y que me puedan escuchar más claro, pero esta se traba. Un escudo invisible hace que mi fuerza sea nada ante la necesidad y la angustia de abrirla.

—¡Ayuda! —grito, más fuerte, forzando la puerta.

Una y otra vez.

Vuelvo mi mirada a Amber. Ella sigue igual. En mi interior siento que algo por dentro más allá de su demonio la atormenta, pero no sé qué. Y tampoco me explico por qué esta conexión así de repentina con su ser.

Me dejo caer al suelo.

Estoy derrotado.

¿Qué hago?

Bésala.

Parpadeo varias veces. ¿Acabo de escuchar a mi demonio en el día?

Bésala.

Apoyo las palmas de mis manos en el piso.

—¡No puedo! —replico.

Bésala.

—¿Por qué? —demando.

También soy sanador.

Mi corazón se acelera. Ido y atormentado por dentro me levanto del piso, regresando hacia Amber. Me acerco de apoco. Hago tacto con la mano que tiene casi colgando de la cama. ¿Una chispa? ¿Un cosquilleo? Una sensación que no comprendo empieza a erizar mi piel. Ella empieza a calmarse. Todo en su cuerpo empieza a relajarse.

Bésala

—Bésala —musito, sentándome a su lado.

Me inclino hacia su rostro.

Tan cerca y tan tentador es el querer saborear sus labios carmesíes. Tropiezo contra mi propio orgullo cuando tan pausadamente mi labio roza el suyo. Retrocedo de inmediato.

Bésala.

Estoy cansándome de la voz de mi demonio. ¿Besarla? Si tan solo un fugaz contacto mi mundo siente derrumbarse.

Drena su dolor.

Algo correcto dice esta vez mi demonio. Solo eso es necesario para que mi lado protector haga su voluntad. Esta vez me acerco decidido. Voy despacio. Todo está en silencio. Ella parece ser la bella durmiente de los libros de cuentos de princesas de Asteria que le leía cuando perdía un reto de niños.

La suavidad de su labio izquierdo rompe con lo tosco que soy cuando doy el primer roce. Continuo con otro. Y otro. Cierro mis ojos y me pierdo. Es suave. Dulce. Lo es todo hasta que se vuelve salado y me alejo de inmediato. Una gota de sangre roja se desliza en la comisura de sus labios.

Me alejo más de ella. Rompiendo el contacto de nuestras manos y el calor de mi cuerpo.

—¿Sangre roja? —digo, confuso.

Eso está mal.

Parpadeo varias veces y me llevo las manos a la cabeza. Vuelvo mi mirada hacia ella. Pero algo hay diferente esta vez.

No es Amber a quien veo en mi cama.

Es Cassandra.

Cassandra.


_______________________________________________________

¡Dentro de un rato subo otro capítulo!

Demonios de Día © - [Serie pesadillas] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora