Capítulo XV: Cementerio

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Amber

Huye.

¡Qué gran estúpida idea!

Miro hacia mi alrededor. Este lugar es casi un pueblo fantasma, aunque cierto locales y esa iglesia junto al cementerio me dice que si hay vida albergando por estos lares. El atardecer se pierde entre las profundas y oscuras nubes que cubren de momentáneamente su belleza.

Siento hambre.

Y no de un alimento básico.

Quiero sentir la carne de una patética vida y su jugosa sangre emergente de pecados.

Lamo mis labios.

Respiro tan profundo como puedo para contenerme. A este punto no sé qué hago en este sitio. Estoy harta del constante huir. Pero por alguna extraña razón me siento atraída a este lugar. En especial al cementerio que está al otro lado de la calle.

Estoy jodidamente atraída que sin darme cuenta estoy saltando la barandilla y pisando el pasto de alguna desafortunada tumba. Un paso tras otros entre las lápidas talladas con nombres ajenos a mí.

Mi impulso me guía hasta, lo que se podría decir, es el centro de este albergue de cuerpos inservibles. El graznido de cuervo me recibe. Uno que está en la punta de una cruz de mármol de unos dos metros sin contar la base de la cual se estabiliza.

Me deleito con tal majestuosidad. Sin embargo, la curiosidad me gana. Rodeo la cruz para fijarme si hay algo grabado en la inscripción de la base.

Lo hay.

Una frase.

Una fecha.

Un nombre.

Ningún de las tres cosas tiene que ver con religiosidad.

Me tenso.

Las ramas de los árboles que rodean gran parte del cementerio empiezan a ser sacudidas por una ráfaga de viento que pierde fuerza al acercarse. El sonido de las hojas chocando entre sí parece un llamado a mi sensible sentido auditivo. O es a lo mejor una advertencia de dar media vuelta y volver a mi "jaula".

No puedo.

Vuelvo mi atención a lo grabado en la base.

—Hay que tener cuidado con la bestia, porque volverá una y otra vez bajo el manto de una inocente alma —leo, en voz baja—. Septiembre 22, 1920 —Hago una pausa antes de ser capaz de decir el nombre, porque por extraño que parezca lo siento familiar. Me pertenece—. André.

André.

—¿Qué haces sola en un lugar así?

Volteo.

Un chico que aparenta la mayoría de edad, de iris oscuros y de mirada inocente, espera mi respuesta, mientras sostiene en su mano derecha una escopeta.

No estoy sola —Miro hacia mis costados. El panorama es sólido. Todo es silencioso. No hay más sonido que el de nuestras respiraciones en diferentes ritmos de oxigenación—. Estás aquí, ¿no?

Arquea una enmarcada y poblada ceja.

—Sabes que puedo ser un psicópata que le gusta violar y enterrar a sus victimas en este desolado cementerio, ¿no? —Resalta ese "¿no?" con un toque de sarcástica ironía en su voz.

Empiezo a sentir una resequedad en mi garganta tras una sensación de quemazón que se acrecienta a medida que la oscuridad arropa el sitio. No me vendría mal que fuera cierto todo lo que de su boca expone, pero sé que no es así. Él tan puro de corazón que mi instinto me dice que está aquí con esa arma solo con el fin de garantizar nuestra protección.

Demonios de Día © - [Serie pesadillas] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora