Capítulo XXXVI: Asaf

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Inkla

En la entrada está un sirviente que nos extiende un cojín negro sobre el cual hay dos antifaces dorados con finos detalles de alas y serpientes en sus bordes. Papá toma los antifaces y coloca en mí el que se ve más femenino para luego ubicarse el suyo. Un paso en el borde de la entrada de la mansión transciende en mí un impulso de desear estar completamente dentro. Una necesidad de recorrer cada espacio que me es familiar con tal de encontrarlo. La necesidad y el deseo lujurioso de sentirlo a él.

—¿Te encuentras bien? —interrumpe, papá.

Alzo mi mirada hacia su rostro donde puedo ver a través de su antifaz, en sus ojos y el resto de sus facciones, supreocupación. Sus labios cerrados con una minúscula mueca hacia su derecha lo delatan. Aunque yo fui la primera en delatarse ante él por la tembladera de mi brazo alrededor suyo del cual me percato enseguida.

—Estoy bien. —Sonrío levemente.

Miro hacia el frente.

Todo es irreal.

No solo la idea de estar aquí, y es que empiezo a recordar este momento. Lo siento en todo mi ser, después de todo estoy aquí para eso. Y no sé cómo nadie aquí no se da cuenta de lo etéreo y mágico que se encuentra decorado el sitio. Rosas negras decorando cada espacio posible contrastando las enormes cortinas rojas y candelabros dorados. Todos reunidos en el salón principal esperando que el anfitrión haga su entrada bajando las majestuosas escaleras donde cada escalón está decorado con un vaso de cristal que contiene dentro una vela roja encendida como si de un ritual se tratara. Quizás no lo sabía en su momento, en esta vida, pero ahora, que he pasado años tras años encerrada en esta zona, lo sé. Sé que el debut de Asaf es un ritual.

Ahora lo entiendes —susurra a mí oído.

Me enderezo.

Es ella, detrás de mí.

La hilandera roja.

—Sí, pero un ritual de qué... —digo, consciente de que nadie me escucha, porque ante su presencia todo se paraliza.

Para presentar a un futuro demonio, y elegir entre el público a su primera víctima.

—¿Y yo fui su primera víctima?

—Mi niña, tú, en este caso, eres la victimaría.

Me paralizo.

Ya no siento su presencia.

Lo que significa que sí. Sí, todo vuelve a su orden en otro escenario.

Pero esta vez estoy en el mismo sitio, excepto que ahora lo tengo a él bajando por las escaleras con su sonrisa tímida y al mismo tiempo su cuerpo en una parada altiva con una leve arrogancia entre su traje negro diferente al resto. Y ahí recuerdo que al verlo descubrí algo más dentro de mí. Descubrí las palabras y el significado que no conocía de la mezcla entre amor, deseo y la lujuria.

Lo quiero para mí. —Me oigo decir.

Empiezo a creer que mi rol fue de victimaría.

Demonios de Día © - [Serie pesadillas] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora