Capítulo XXI: Luvya

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Asaf


—Se acerca la medianoche y nosotros estamos en el punto exacto donde obtendremos respuestas —dice Adrien, arrodillado sobre la tumba.

—Solo soy un observador —declaro—. Tú eres quien verdaderamente obtendrás las respuestas.

Me siento en una de las raíces brotadas del árbol de olmo. Me quedo aquí, sentado. Observo. Mi primo se prepara para dejar que su demonio emerja. Aunque tan solo la mitad de él.

Luvya —susurra Adrien, en una voz temblorosa que me toma por sorpresa.

Quizás él tenga más miedo del que demuestra.

No sé cómo es la jornada de entrenamiento entre mi tío y él para controlar su demonio, pero estoy seguro de que Adrien aún no se acostumbra a su demonio como yo.

Se despoja de su camisa. Un telar de líneas negras empieza a emerger desde su abdomen y trepar como raíces en todo su torso. Él echa su cabeza para atrás. Mira al cielo. Resiste, hermano.

Es algo doloroso.

Quema.

Lo sé.

Sus brazos se tornan negros. Las garras afloran. Adrien vuelve en sí y clava su mirada en la tumba. Por el lapsus de un segundo veo sus ojos brillar con la presencia demoníaca y aun así sé que él sigue presente. No sé ha ido. Mi primo sigue aquí.

La linterna que trajimos para alumbrar nuestro alrededor me ayuda a ver cómo él realiza su labor.

Melanie —pronuncia Adrien, con una voz retorcida por su demonio. Un sonido que al humano más fuerte haría estremecer de miedo.

Me enfoco en el grado de su poder.

Los árboles susurran cosas. Es el pedido de una súplica. Nadie más que ellos conocen la vida y la pureza de esta, pero esta noche son testigos de la verdadera oscuridad que alimenta los rincones de todo el planeta.

Adrien clava sus garras en la tierra.

Un incipiente brillo emana de esta, pero este poco a poco se desvanece para dejar expuesta una sombra en forma de mujer. ¿Tan jodidamente oscura tenía su alma? ¿Tan dañada estaba esa chica?

—Hola, pequeña —suelta Adrien, con una sonrisa macabra, aprisionando con ambas manos los brazos de la chica—. Tú me darás lo que quiero.

Los ojos de Adrien reflejan un destello aún más oscuro. Se levanta junto con su víctima y no deja que esta articule alguna palabra. Él simplemente la absorbe. Como si de aspirar humo desde su boca se tratara así destruye cualquier rastro de vida de aquella chica.

Sé que en el fondo de esa tumba solo hay polvo. Ya no hay ningún cuerpo. Su alma se extinguió, lo que quedaba de su cuerpo por igual. Así funciona esto.

—¿Lo tienes? —pregunto, de manera cautelosa.

Intento pararme, pero resbalo en el intento porque veo a Adrien caer de rodillas al suelo e intentar gritar. Lo hace, pero no hay sonido alguno. Solo es un movimiento bucal sordo.

—¿Adrien? —Retomo el control de mi cuerpo.

De pie.

Dispuesto a ir hacia él.

Sus ojos se impregnan en mí.

—La tiene tu rival. —Esa es más su voz.

Ese es más él.

Vuelve en sí.

Todo de él.

Me apresuro a apoyarlo entre mis brazos.

—¿Qué rival? —Coloco la linterna a un lado sobre un nido de pequeñas ramitas.

Adrien se apoya en mí.

Exhala.

Recuperando energías. Aquellas energías que un mitad demonio como nosotros perdemos en cada transformación.

—Lo vi —dice con dificultad. Le paso su camisa para que se la coloque y me aparto un poco de él para que pueda hacerlo—. Esta alma me lo dijo, las almas de los bosques me lo confirmaron.

Termina por vestirse.

Se levanta.

Y yo aún sin entender, soy incapaz de ponerme de pie.

Adrien me extiende su mano.

—La tiene un ángel caído. —Me ayuda a levantarme.

Ambos nos miramos.

Ambos intentamos atar todo este caos. ¿Un ángel caído?

—¿Por qué alguien así? ¿Qué quiere con un demonio? ¿No sabe que eso podría albergarlo más en la oscuridad? Lo llevaría a convertirse en un monstruo de la noche... —suelto una verborrea de palabras.

Me detiene.

Adrien sacude mis hombros para que vuelva en sí.

Y lo hago.

Me siento un loco. Un desesperado. Yo solo la quería a ella de vuelta. La quiero.

—Creo que cometí el peor error al devorar esa alma. —Se lamenta.

Me suelta.

—¿Por qué? —cuestiono.

Adrien mira hacia su alrededor como si alguien más pudiera escuchar lo que está por decirme.

—Debemos ir a otro lugar primero.

Antes de que pueda reaccionar. Él lo hace.

Bajo la leve esencia de su demonio en su cuerpo. Él nos regresa a las afueras de la cabaña.

Mucha luz hay para nuestra desgracia.

No es una luz normal.

Esa es la luz que brindan las llamas del infierno devorándola.

—¡No! —mi grito es ahogado. Lejano quizás. Solo sé que me duele ver que todo ese lugar se derrumba.

—Él ya sabe que sé todo —susurra Adrien.







Demonios de Día © - [Serie pesadillas] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora