Capítulo XXII: Inkla

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Amber


No entiendo.

Mis ojos parpadean una y otra vez para comprender que este no es un sueño. Este es un cuarto real, no un calabozo. Me incorporo de la amplia cama en la que estoy donde mi piel es arropada por la más fina seda blanca sin dejar de lado el vestido largo de tiras de la misma calidad y color.

Es un cuarto amplio, elegante y con una propia chimenea burguesa, así como a las que le gusta a padre. Grandes ventanales cubiertos con majestuosas cortinas. ¿Ventanas? ¡Hay ventanas!

Entonces, lo sé.

La luz que irradia por todo el lugar es la declaración del sol que se deja expuesto para el inicio de un nuevo día. Uno que pretendo ser mío. Uno en el que haré todo lo posible para volver a casa, aunque no tengo idea de cómo volver y de dónde estoy.

Me muevo de la cama con el fin de salir de esta, pero una situación cambia. En realidad, no es una situación. Esa situación, soy yo.

—Mi cabello —susurro, en confusión. Tan solo no es eso lo que llama mi atención con la posibilidad de un posible ataque de pánico en el proceso, sino color y aspecto de mi piel—. Necesito un espejo.

Me levanto desesperada, arrastrando la sábana en el proceso. Para mi mal, esta se me juega una mala pasada y caigo al piso de un golpe que espero sentir en mi cuerpo, pero no llega.

Mi cuerpo es sujeto por unas manos, unos brazos los rodean, unos masculinos...

—¡Suéltame! —grito, al ver su rostro.

Es André.

Sigo siendo su presa.

—Debes ser más agradecida —dice, soltando de su agarre, cayendo esta vez sí al piso.

Auch.

El golpe me duele más de lo normal.

La furia me llena. Me deshago del enredo entre mis pies y las sábanas levantándome para ubicarme frente a él y desafiarlo.

—¡No puedes tenerme como tu prisionera! —Lo tomo de sorpresa, empujándolo con mis manos.

No se mueve.

Incluso mi tacto hacia él hace un eco más fuerte en mis sentidos que el efecto que quiero provocar a lo que realmente significa realizar esa acción. Me siento inútil.

¡No!

¿Cómo un demonio de mi clase puede volverse así de débil?

¿Será un hechizo?

—Tranquila. —Sujeta ambas muñecas de mis manos—. ¿Ya te viste en un espejo?

Sacudo mis brazos para soltarme de su agarre, pero no funciona.

—¿Ya te viste en un espejo? —Deja expuesta una pequeña sonrisa. Una que detesto. Ser controlada por alguien es lo que menos quiero. Me quedo quieta, pero no dudo en ningún segundo desafiarlo con la mirada. La humillación que me está haciendo pasar la pagará. Aunque él no cede—. Responde.

A esa última palabra su voz se llena de firmeza.

La que cede como un cachorro soy yo.

Desgraciadamente, soy yo.

—No —titubeo.

Me suelta.

No sé qué hacer. Puedo aprovechar este momento y darle un golpe, pero algo me dice que no soy la misma desde que abandoné la mansión de Asaf. Algo me dice que estoy a punto de descubrirlo. André avista su mirada hacia arriba. ¿Mira el techo? ¿Qué busca?

Lo sigo.

Me dejo llevar por su acción.

Y es ahí cuando me veo.

Creo verme.

Un enorme espejo que se encuentra en el techo abarcando un poco más del espacio que ocupa la cama en la habitación. El espejo está sobre ella y sobre mí.

—¿Qué me hiciste? —Instintivamente, llevo mis manos a mi rostro.

Mis ojos tienen un color diferente, un tono claro que no logro definir, mis labios son pequeños, pero algo carnosos, mi cara está más ovalada... me veo como una muñeca, y más con mi piel en un tono pálido, suave y mi cabello largo rojizo.

—No soy está alma inocente que se refleja en el espejo... —Baja la mirada. Quiero complicarle la existencia a quien esté jugando conmigo, con mi apariencia. Miro a quien creo responsable. Lo detesto. Él solo sonríe de lado—. Yo soy un demonio.

Respiro hondo.

—¡Soy un demonio! —le grito—. ¡Yo no soy esto!

Niega con su cabeza.

Me hace una especie de reverencia con una mano atrás e inclinando su torso un poco hacia delante y vuelve a fijar su mirada en mí.

—Bienvenida, Inkla.

Solo en ese corto tiempo.

Un lapsus.

Un tan puro, tan prohibido.

En ese corto tiempo en el que dice ese nombre, lo entiendo todo.

Esta soy yo.

Esta es mi apariencia.

Y el hombre con el alma rota frente a mí, me ama.

Temo que lo hago también.




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Disculpen por el tan, pero tan largo tiempo de mi ausencia. No pretendía que eso pasara, pero me alegro que muchos sigan aún aquí. 

Si ven faltas ortográficas, después serán editadas. Ahora lo importante es que ustedes lean y lean. Por cierto me tomaré dos días de descanso. ¡NO LOS ABANDONARÉ! O quizás sea solo un día.

Demonios de Día © - [Serie pesadillas] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora