Capítulo XXVII: Tarde

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Inkla


—Tienes sangre.

Su voz me despierta. Su cercanía y su tacto me paralizan. Está encima de mí con sus dos piernas dobladas en ambos costados de mi cuerpo y con un mano y brazo extendido haciendo apoyo cerca de mi hombro para no ceder su peso.

Tienes sangre —repite la frase con una voz gutural.

Se siente diferente la cercanía.

Se siente irreal cuando atisbo el color de sus iris a plata, mientras su mano libre la utiliza para escoger a su dedo pulgar, aproximarlo a mis labios y barrer en mi arco de cupido. Y aún más irreal es su acto de llevar su dedo machado en sangre hacia su boca y saborearlo cerrando sus ojos en el acto.

Sabes deliciosa —susurra.

Abre sus ojos apuntando hacia mí. El impacto de su ardiente mirada conecta con la mía. Ahí es cuando lo veo. Todo está tan claro. Él está siendo seducido de alguna manera que su enfoque se ancla en mí. No soy quien hago la magia. Es la magia en sí trabajando por sí sola.

Lo veo tan claro. Ahí está. Esa es la oportunidad para consumir el plan.

Bésame —lo incito.

Se deja influenciar. Acuno su rostro mientras su cuerpo se va aproximando al mío y su peso amoldando para no lastimarme. Si supiera que yo soy quien lo lastimará.

Bésame. —Acaricio con mis pulgares su piel. Sus mandíbulas seden.

Soy consciente de lo peligroso y necesario de mi acto.

No dejo de mirarlo.

Ahí un anhelo en el fondo de su expresión perdida. Exhalo muy suave. Mi movimiento lo domina. Expulso deseo. Excitación. Lo siento. Arde inexplicablemente.

Me besa.

Lo absorbo.

No.

Lo que tengo dentro de mí es lo que lo absorbe con deseo. Cada sensación aplastante de sus labios con míos con tal ferocidad me demuestra que él está poseído. Miro hacia arriba. Ahí está mi imagen en el espejo. Alguien jugando sucio con tal de obtener su libertad.

Miro a esa que se regocija con su acto.

Esa que soy yo.

—¡No! —El impacto de su voz y el dolor de mis manos siendo separadas de él me topa con la realidad.

Mi realidad.

Su cuerpo yace lejos de mí, parado a unos pasos de mi cama, mirándome vehemente.

—¿Qué me hiciste hacer? —cuestiona, imputando, a un así en su estado, una acusación a una respuesta que no estoy dispuesta a ofrecer.

Y aunque en el fondo deseara darle una respuesta, es tarde.

La habitación empieza a sacudirse, el espejo encima de mí a desquebrajarse y mis recuerdos a clarificarse.

—¡No! —grito.

Su nariz comienza a sangrar. Sin embargo, eso no me detiene a irme contra él. Me levanto y arremeto, empujándolo hacia la pared.

—¿Por qué no me dijiste toda la verdad? —cuestiono iracunda.

Se petrifica.

Y aunque él deseara darme una respuesta, es tarde.

Él sabe que ya sé todo cómo en realidad es.

—Innn...Innn... Inkla —tartamudea.

Niego con mi cabeza.

—Esta farsa terminó —suelto.

Cada cosa alrededor cae.

Se esfuma.

La tembladera de mis manos me avisa que yo pertenezco a las cosas que ya no están.

Yo empiezo a esfumarme.

A desaparecer.

—No te vayas. —Ruega él, dejando que una lágrima se le escape—. No lo hagas.

Es tarde.




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*Ya saben que las faltas ortográficas serán corregidas después por si encuentran por ahí una.  Por ahora disfruten la lectura. En 24h actualizo nuevamente. 

Demonios de Día © - [Serie pesadillas] [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora