Capítulo 1: Parece que seguiremos viéndonos, señorita número dos.

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Capítulo 1: Parece que seguiremos viéndonos, señorita número dos.

Kaya.




Arrojo la última bolsa de basura sobre el gran montículo que mamá ha formado afuera de casa.

Resoplo, lo que provoca que algunos mechones salidos de mi mal hecho moño se contorneen en mi cara. 

No veo la hora en la que los días de limpieza fuesen más... fáciles.

En cierta forma envidio a los riquillos de por aquí, ellos simplemente chasquean los dedos y toda su lujosa mansión está completamente limpia y sin manchas.

Otra de las razones por la que, en gran manera, odio vivir aquí.

Mi familia y yo vivíamos en una pequeña casa en Montana, al otro lado de donde me ubico en este momento. Vivíamos bien, supongo, no me podía quejar. Mi padre trabajaba vendiendo las pinturas que mamá hacía en su rato libre de ser supermamá y yo, al igual que mis dos hermanos menores, sólo nos dedicábamos a estudiar.

Cuando cumplí la edad de quince años, mi vida dio un cambio de ciento ochenta grados con la llegada de una invitada sorpresa a mi escuela: la señorita Fultonville. No creí que mi monótona vida cambiaría tanto ese día, pero para cuando había aceptado que era cierto, ya estaba sentada en un avión camino a lo que sería mi nueva vida.

New York, mi siguiente destino. Exactamente en la isla donde desemboca el río Hudson al norte del puerto neoyorquino, Manhattan.

Pasar de vivir en una acogedora casa de un piso en Montana para comenzar a vivir en uno de los departamentos más costosos del país solo por mi cerebro. 

Mi inteligencia.

Han pasado dos años desde que fui becada en el prestigiado colegio Skyline High de New York y dos años desde que el objetivo que me propuse no ha cambiado de rumbo... Sin resultados.

Sacudo la cabeza y me reprendo por volver a pensar en el pasado. Elevo la mirada al cielo veraniego del Manhattan y sonrío. Vivir en una isla tiene sus ventajas, aunque casi todo lo que me rodea cueste más que mi vida.

Suelto un bostezo inconsciente y me apresuro a volver dentro del apartamento, pero estaba vez por el ascensor. Mis piernas tiemblan de solo volver a pensar en bajar diez pisos cargando otra bolsa de basura más. Me niego, la peor forma de hacer ejercicio es esta. Incluso si quiero evitar usarlo por su espacio pequeño y asfixiante creo que esta vez puedo aguantar hasta mi piso.

La puerta del ascensor se detiene soltando un timbre suave y mi espacioso departamento se hace visible ante mis ojos. Doy un paso hacia adelante y casi tropiezo con dos pequeños conejitos que corretean por el lugar. 

Mis hermanos pequeños: May y Charles, ambos mellizos.

—¡Eh, cuidado chiquitos! —Dejan de correr para girarse y sonreírme con dulzura. 

May le dice algo al oído a su mellizo y se acerca moviendo su vestido floreado hasta colocarse frente a mí. Veo como Charles desaparece de la sala tarareando la canción de su programa favorito.

—Kaya. —Me llama la pequeña. Sus ojos me miran con nerviosismo y voy dándome una idea de lo que va a decir, lleva una semana preguntando indirectamente sobre esto—. ¿Tienes muchos amigos en tu escuela?

—¿Por qué preguntas eso, cielo?

—Es que... —Vuelve a mover su vestido, mordiéndose los labios sin dejar de observarme—. Estoy nerviosa... Mami dice que la escuela es divertida y que haré muchos amigos, pero los niños del hotel no son como de Montana... Mi única amiga, Carly, no deja de hablar de la cartera de Louis Vuitton que su madre se compró la semana pasada y yo ni siquiera sé si es un cantante o algo —hago una mueca, buen punto—. Ella habla sobre lo ansiosa que está por mañana pues por fin lucirá el uniforme que su madre le mandó a confeccionar especialmente para ella, lo cual no entiendo, ¿mami también debía mandar a confeccionarlo a Italia?

Señorita número dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora