003: Encerrada.

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Sus ojos me miran intensamente y el aire es tan tenso que se puede cortar con cuchillo. Nuestras miradas se retan y ninguno parece rendirse. Su mano derecha aterriza sobre mi barbilla y tira de ella hacia arriba. Una sonrisa diabólica se cuelga de mis labios.

—¿Y ahora qué?—pregunto sin dejarme intimidar por él—. ¿Vas a matarme por haber golpeado a tus zorras?

Aprieta su agarre contra mi barbilla a tal punto de hacerme daño. No hago ningún tipo de señal de dolor, no quiero complacerle.

—¿Sabes?—pregunta y se pone de pie—. No te veo capaz para iniciar una pelea contra ellas.

Mis ojos siguen cada paso que da por la habitación. Desde mi posición, de rodillas, se ve tan alto e intimidante. También bastante apetitoso. ¿Qué demonios me está pasando?

—Así que mas te vale decirme la verdad. ¿Qué ha pasado?

—¿No me crees capaz de hacer daño a la gente?—pregunto en un tono frío.

Negan para de caminar y dirige su mirada hacia a mi. Parecía divertido e incluso puedo jurar que verme en esta posición, le excita. Porque es un hombre extraño.

—Claro que sí—la sonrisa de su rostro no desaparece—pero no harías algo así... ya me entiendes, a ti no te gusta meterte con la gente sin que haya alguna razón de por medio.

—Les dije que tú eras mío—miento enseguida—y que ellas no eran más que unas zorras desesperadas por atención.

Negan levanta ambas cejas, me deja ver que mi respuesta le ha sorprendido.

—No me digas. Así que soy tuyo. ¿Desde cuándo tengo dueña?

Bajo la mirada. Estoy muy cansada y las rodillas se me comienzan a adormercer. No contesto. Él se agacha y me ayuda a ponerme de pie. Sin poder evitarlo una mueca de dolor se estampa en mi rostro.

—¿Qué te han hecho? Joder, apenas puedes mantenerte de pie.

Algo dentro de mi se mueve por lo  delicado que es al agarrarme. Sus manos se pasean por mi rostro y se paran sobre mis labios, totalmente secos.

—¿Puedo quitarme los tacones? Me están matando.

Negan asiente con la cabeza y me ayuda a sentarme sobre el sofá. Me sorprendo cuando él mismo se ofrece a quitarme ese calzado torturador. Se sienta frente a mi y sus ojos me buscan, piden respuestas.

—Aquí algo no me cuadra. Estoy siendo paciente porque me gustas un montón. Estás demasiado buena. Más te vale decirme la verdad de una vez, Leila.

Vaya, gracias maldito gilipollas.

—Cuando un hombre me gusta demasiado soy muy terrenal. Ambos nos gustamos a la hora de tener sexo, y no me gustaba la idea de que otras te tocaran.

Miento como una bellaca.

—Vaya, vaya. Sabes que nunca vas a ser la única en mi cama, tienes que aprender a compartir. Y estoy comenzando a enfadarme, Leila.

Me encojo de hombros.

—Haz lo que quieras, no me importa.

—Aprecias muy poco tu vida, ¿verdad?

No contesto.

—Vale, has acabado con mi paciencia. Levantate.

Con todo el dolor del mundo logro ponerme de pie. Demonios, el cuerpo me está matando. Ellas iban a pagar muy caro lo que me han hecho, esto no se va a quedar así. Descalza y con Negan agarrando sin delicadeza mi brazo, salimos de la habitación. No hay ni un alma por los pasillos. Negan es más alto que yo y sus piernas también. Casi me arrastra. ¡Cómo me duele todo! De milagro no me han roto ninguna costilla. Ya tengo experiencia con los golpes. Paramos frente a una puerta vieja, la reconozco al instante. Son como celdas. Con una llave la abre y la oscuridad rodea esas pequeñas cuatro paredes.

—Allí dentro reflexionaras. Así aprenderás a siempre decir la verdad.

—¿Ese es tu maldito castigo?

Me da un suave empujón y hace que entre.

—Cierra la puta boca.

Aquí dentro no huele bien. Mi gesto se descompone y tengo la necesidad de vomitar.

—¿Puedes darme agua?

Él no contesta y sale de allí tan rápido como puede. Con la mano sobre mi abdomen consigo sentarme sobre el frío suelo. Lentamente mi cabeza también toca el suelo, cierro los ojos y me relajo por completo. Estoy encerrada en un cuchitril maloliente por algo que no hice ni provoque. ¿Por qué soy tan imbécil?

Canto, río, lloro y así sucesivamente. Una melodía desconocida rebota sobre mi cabeza y decido hacer una canción de mi propia imaginación.

—Qué te jodan Negan, a ti y a toda tu pandilla. Por qué eres tan malvado. ¡Que te jodan, que te jodan mucho! Me tienes encerrada como si fuera una prisionera y no obedezco tus reglas. Piensas que puedo ser tu puta sumisa y estás muy equivocado. Dijiste que era como una bomba, que en cualquier momento explotaría. Puedo escuchar ese suave sonido acercarse, como si fuera el imno del tic tac. Que te jodan Negan a ti y a toda tu pandilla de matones. Volaré alto y seré libre de este infierno. ¡Qué te jodan Negan!

La canción improvisada merece un grammy. Yo misma me animo y la canto una y otra vez. Pensé que estar encerrada me volvería loca pero el silencio que hay, me da cierta paz. Nadie me molesta ni se pasa de listo conmigo. Mi único acompañante es la oscuridad y mi voz nada bonita al cantar. Mis dedos chasquean y sigo cantando. Lentamente mis ojos se cierran y sin darme cuenta vuelvo a quedarme dormida.

El ruido de unos gritos terminan por hacerme despertar. La puerta chirriante se abre y me deja ver a uno de los hombres de Negan. Este me coge por el brazo sin ningún tipo de delicadeza y me pone de pie a la fuerza. No sé cuanto tiempo he pasado allí dentro pero quiero volver. Una chica de pelo negro está frente a mi y a su lado Negan.

—Ella es Rachel, una de mis mujeres—dice Negan sin dirigirme una sola mirada. La había visto sentada en una esquina de la otra habitación—y me ha contado todo lo que ha pasado. Las culpables serán castigadas con sus familiares y me gustaría que lo vieras.

—No.

Negan cierra los ojos con fuerza. Odia que le nieguen sus peticiones y mucho menos si hay otros salvadores a su alrededor.

—¿Podéis dejarnos a solas?

Rachel sonríe tímidamente y se marcha con el señor. Negan me besa de una manera bastante desesperada. Como una idiota le sigo el juego. Pero... ¿hasta cuando voy a ser capaz de aguantar todo esto?

—¿Estás bien? Casi es de noche. ¿Tienes hambre o sed?

Asiento con la cabeza repetidas veces. Su mirada se suaviza y sé que me está pidiendo perdón. No parece tan malo después de todo, ¿no? Su mano se apoya contra mi cintura y juntos comenzamos a caminar por los pasillos. Ninguno dice nada. Llegamos a su habitación.

—¿Por qué has hecho todo eso?

—¿El qué?—pregunto mediante un susurro.

Estoy cansada y tengo la necesidad de acostarme. Mañana estaré peor, los dolores serán intensos.

—No lo sé... No sabia si ibas a creerme a mi o a ellas.

Negan coge mi mano y me planta sobre la cama. Lentamente con una mano baja la cremallera de mi vestido.

—Siempre voy a creerte a ti.


Continuará...



Ya veo que hay varias lectoras ❤ ¿Qué tal os va pareciendo? Tengo cero imaginación :c

Nos leemos pronto.

Me perteneces. [Negan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora