Charla de bar

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Yami sostenía el libro con una mano y caminaba de un lado a otro por la habitación. Leía en voz alta desde horas atrás mientras trataba de serenar su mente, después de todo, había tenido suficiente de su padre para una sola tarde. Mahad no estaba presente, tenía una reunión en la empresa así que su único amigo en la casa estaba lo suficientemente lejos y ocupado como para que él estuviera aburrido, así que se dedicaría a entretenerse con una de las pocas cosas que aún le parecía merecedora de su atención.

Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.


Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.


Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,


para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.

—Shakespeare. —Murmuró Duke entrando por la ventana y acomodándose en la cama del muchacho. — ¿Qué haces citando los versos melancólicos de un depresivo?

— ¿Shakespeare? ¿Depresivo? —Soltó sarcástico mientras cerraba el libro de un golpe y encaraba a su invitado. — ¿En qué momento podríamos llamar a Shakespeare depresivo? ¿Lo dices por Hamlet? ¿Romeo y Julieta? —Terminó fingiendo indignación, llevándose una mano al pecho mientras ocultaba el libro tras de sí.

Duke soltó una carcajada retorciéndose en la cama de su amigo, cuando por fin pudo controlarse, miró a Yami tallándose los ojos. —Creo que sabes a lo que vengo.

—Sí, a que te haga la tarea. —Soltó fastidiado.

—A que me apoyes con ella. —Refutó indignado ante las palabras de su amigo. —No quiero que me hagas la tarea de ciencias. —A todo esto. —Dijo al final, mientras Yami se sentaba a su lado y lo golpeaba con su libro. —Auch. ¿Por qué renunciaste a las calificaciones también? Digo, entiendo lo de la guerra, pero no lo del auto sabotaje. No es astuto de tu parte.

—Lo sé. Pero cada quien se suicida a su manera, ¿No? A ti nadie te dice nada.

— ¿Cómo te fue con el señor? —Murmuró haciendo alusión al padre de Yami.

— ¿Trajiste la lanceta para hacer la muestra para biología? —Irrumpió fastidiado mientras se levantaba a hurgar en sus cajones.

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— ¿Por qué su alteza pediría el servicio de personas que no merecen servirle? —Dijo Weevil con su chillante voz y una mueca en el rostro que trataba de asemejar una sonrisa. Rex se recargó en la pared con una expresión similar cuando Duke mostró las cartas que tenía en sus manos.

—Porque sólo ustedes son tan ruines como para conseguir lo que mi faraón quiere.

— ¿Y por qué no lo haces por ti mismo? —Urgió Rex sonriendo de medio lado.

—Porque no es mi estilo de pelea. A mí me gusta jugar tan "limpio" como me sea posible. Todo el tiempo que sea posible.

— ¿Y qué desea el consejero del faraón de nosotros?

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— ¿Qué? —Exclamó Yugi sorprendido, levantándose de golpe y hurgando entre sus papeles y llamando la atención de todo el salón. Se llevó ambas manos a la cabeza, confundido y fastidiado mientras pensaba de nuevo qué había hecho la tarde anterior.

Tras el intento de suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora