Protección de testigos

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En pantalla se apreciaba el rostro de Atem, filmado de lejos por los camarógrafos indiscretos de los noticieros matutinos, Yugi sonrió con orgullo cuando lo vio firmar su declaración y no pudo evitar pensar en él como alguien mayor, soberbio y gallardo. Por primera vez se preguntó si se habría ganado el apodo de faraón por aquel comportamiento distante y estoico, pero sonrió pensando en que ahora que había terminado la pesadilla del secuestro, podría preguntárselo en cualquier momento.

Aunque la escena que veía no era en vivo, todos los noticieros estaban cubriendo la noticia del joven que había puesto a la luz no sólo una, sino dos empresas que habían estado estafando gente desde hacía años, y una de esas empresas era precisamente Paradius, acusada durante décadas de sabotaje, lavado de dinero y, por rumores, comprar acciones de todas y cada una de las empresas existentes en la tierra.

En la imagen se apreciaba al faraón escuchando atento a las indicaciones de los oficiales, asintiendo en señal de entender lo que le explicaban. Podía apreciarse también Mahad, que tenía la gabardina puesta sólo por un lado ya que ahora también debía usar cabestrillo gracias a la tunda que le había propinado Odion, sin embargo, cuando el aludido salió libre, saludó a Mahad con calidez, tomándole la muñeca en un saludo cruzado, muy típico entre ellos.

—Ay, mi hermano. —Había dicho Ishizu al lado de Yugi, tratando de ocultar una sonrisa diáfana. —Ahora sí te cobraste todos los momentos en que me celaste de Mahad.

El pequeño tricolor había reído ante el comentario y luego compuesto una mueca de dolor al sentir el estirón de la piel de su hombro. La bala había chocado contra su hueso, generando una pequeña grieta en el mismo, sin embargo, para sorpresa de los médicos que lo habían atendido, la herida se había mantenido superficial y una sutura sería más que suficiente. Cuatro puntos para mantener la piel del pequeño en su lugar.

Ishizu se disculpó un momento antes de salir y prometió no tardarse, ganándose una sonrisa de Yugi. —Descuida, estando en un hospital ¿Qué me ha de pasar? —Soltó el muchacho.

Atem había sido categórico al pedir que Yugi no se quedara solo en ningún momento. Sobre todo si él no estaba para defenderlo.

Todavía en la mañana, un empleado de Paradius que al parecer no había visto ningún noticiero ni se había enterado de nada, había entrado al hospital en silencio y se había colado en la habitación de Yugi cuando Atem salió para marcar a Mahad. Lo había amenazado con un bisturí pero el pequeño se había zafado de aquello siguiendo lo aprendido con Atem sobre defensa personal, el faraón había llegado a tiempo para someter a Alister y entregarlo a las autoridades del hospital para mantener a salvo al maleante de toda su rabia contenida.

Ishizu se detuvo en la puerta y regresó sobre sus pasos unos instantes, prefirió quedarse al recordar los hechos de la mañana y sonrió para Yugi, apenada y divertida en partes iguales.

—Sólo ustedes dos se meten en esa clase de problemas. —Dijo para el pequeño.

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Dieron de alta a Yugi al medio día, no lo habían retenido más dado que en realidad no necesitaba estar en observación. Atem cubrió los gastos del hospital y luego obligó a Yugi a subir a su auto. El abuelo, Tea, Joey, Tristan y Mokuba los esperaban en el departamento del faraón con la comida servida y un pastel de celebración; no sólo festejaban haber recuperado a Yugi, ahora todos estaban felices de que gran parte de la pesadilla de Atem hubiese terminado.

Disfrutaron de la tarde hasta caída la noche, hora en la que Mai, Kisara y Mana se sumaron al convivio. Kaiba casi se niega a participar, pero no pudo rechazar la petición de la joven de ojos azules de quedarse con ellos y partir el pastel, así que subió las escaleras al lado de Duke, quien había llevado un segundo postre.

Tras el intento de suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora