Un momento de calma

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Atem estornudó por enésima vez en el día, Duke, que normalmente lo reñiría por estar distrayendo a todo el mundo con tanto alboroto, lo miraba de reojo preocupado por el muchacho, que, siendo viernes, miraba cabizbajo y distraído por la ventana, buscando algo interesante en algún punto del universo hasta que otro estornudo lo interrumpiera.

—A-tch.

—Y por enésima vez... —Dijo Duke girando medio cuerpo sobre su asiento para mirar a su compañero. —Salud. Deberías irte a casa.

—Tengo que entregar un trabajo y diez justificantes a la clase de la última hora. —Dijo Atem, mormado y somnoliento.

—Yo puedo entregarlos por ti si tienes que...

—A-tch.

—Salud. Retirarte.

—No tengo que retirarme, tengo que... A-a-a...

— ¿Se te espantó?

—A-tch.

—Salud. Atem, de verdad me preocupas, ¿Qué va a pensar Yugi de mí si no te mando a casa justo ahora? Va a decir que no te cuido.

—No seas exagerado. Estoy bien.

—Una vez me dijiste que las emociones acumuladas en el cuerpo se convertían...

—A-tch.

—Salud. —Soltó fastidiado alcanzándole un pañuelo de papel. —En enfermedades.

—Y tengo que trabajar. —Añadió como si con aquello fuera a darle carpetazo al tema.

La campana sonó y la mayoría de los estudiantes se levantaron para salir al receso. Duke se puso de pie al lado de la banca de Atem y lo miró, blandengue y mareado por tanto estornudo, pero no dijo nada cuando el faraón se levantó sin apoyo, lo siguió de cerca unos pasos, mismos en los que Atem ya no pudo ni con su alma y cayó de bruces.

Duke apenas tuvo tiempo suficiente para sostener la caída de su amigo y lo ayudó como pudo a sentarse de nuevo, negó con la cabeza en lo que el profesor llegaba hasta ellos.

—Tengo que llevarlo a casa. —Urgió Duke mirando al docente.

—Vaya, yo pasaré el justificante a su siguiente materia.

—Atem, tienes fiebre. —Murmuró Duke sorprendido, tocando la frente del muchacho y luego agitando la mano para refrescársela. —Llamaré a Mahad y tú te irás a casa.

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Yugi suspiró por enésima vez en el día y terminó de colocar las copas en la vitrina, Tea pulía algunos vasos en la barra mientras Mai terminaba de recoger las charolas de las mesas y volteaba los servilleteros.

Ambas sonrieron con ternura cuando se percataron de que Yugi suspiraba por enésima vez en la noche, ya pasaban por minutos de las once y había cerrado el Egoísta Elegante, cuestión que le había dado a Yugi la oportunidad de perderse en sus pensamientos, pero no lo dejaba en paz el hecho de no saber nada de Atem.

Mai sonrió depositando una botella a la mitad a su lado, Yugi la tomó sin darse cuenta y comenzó a limpiar su superficie, con la mirada perdida al frente.

—Deberías llamarlo. —Sugirió quitándole la botella en un movimiento amable.

— ¿A quién? —Exclamó sorprendido mientras retrocedía asustado en su lugar.

Tras el intento de suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora