Esperanza

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Atem miró a Tristán y a Joey mientras ellos se acercaban a pasos decididos hacia él. Tenía la mala costumbre de llegar temprano y Tristán lo sabía, después de todo, se habían hecho compañía muchas veces mientras llegaba el resto de la gente, o lo habían hecho hasta que Atem se había convertido en Yami.

El faraón suspiró negando con la cabeza y ni siquiera se levantó de su lugar, siguió absorto en su lectura mientras los dos muchachos llegaban hasta él.

— ¿Qué pasa, su alteza? —Escupió Joey rabioso. — ¿No se dignará a mirarnos?

— ¿En qué les puedo servir, Joseph? —Murmuró sin inmutarse.

—Ah, ahora quiere servirnos. —Soltó Tristán antes de tomar las solapas de Yami y levantarlo de un tirón. Era bastante más alto que Yugi, pero ni de lejos tan alto como Tristán, así que quedó de pie en sus puntas mientras el castaño lo sostenía cerca de su rostro. —Queremos que dejes en paz a nuestro amigo.

—Me lo imagino. Pero hasta donde yo sé, su amigo y yo tenemos un acuerdo entre nosotros, mismo que ambos hemos respetado. De no ser así, su amiguito habría terminado en el hospital el primer día de mi regreso.

— ¿Qué dijiste? —Amenazó Joey mirando con rabia al tricolor.

—Ahora, suéltenme y haré como que nada de esto ocurrió. De lo contrario, deberán enfrentar mi ira con valor y estaremos a mano por las amenazas.

—No me hagas reír. —Soltó Tristán liberando una mano para tomar vuelo y golpear la cara de Yami, sin embargo, todo ocurrió en un instante.

El faraón dio un pequeño salto y se aferró a la cintura de Tristán con las piernas, jalando todo su peso y consiguiendo que Tristán perdiera el equilibrio y lo soltara. Joey se apresuró a tratar de detener a su amigo y el faraón aprovechó ese movimiento para soltarse del primero y atestar una patada en el estómago del rubio, para después hacerle una llave a Tristán, que quedó con ambos brazos apresados hacia arriba y arrodillado frente al faraón. Joey, sofocado, miró la escena desde el suelo, incrédulo por lo que acababa de pasar. Confundidos ambos sólo pudieron observar el brillo carmesí de los ojos enfurecidos del faraón, pero ese brillo desapareció casi al instante y él soltó al castaño.

—Me gusta su lealtad, pero no es justo atacar dos a uno. Si me disculpan. —Y se dio la vuelta para irse a su salón de clases sin agregar más.

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—En serio, chicos. No es necesario. —Soltó Yugi poniendo las manos de por medio, con una amplia sonrisa y los ojos entrecerrados. —No importa si Atem se comporta así, de verdad. Un trato es un trato, y además se ha mantenido firme a su palabra, a éstas alturas ya debería de haberme dado al menos una paliza y no lo ha hecho.

—Es cierto. —Corroboró Tea pensativa. —Hasta se dejó ganar en los quemados.

—Ay, pero ese patán... —Soltó Tristán mostrando un puño mientras un aura oscura lo envolvía y contagiaba a Joey.

—Nos humilló ésta mañana, no podemos quedarnos así.

—Sí, sí pueden. —Soltó Tea molesta. —No quieren. Es diferente.

— ¿Qué más da, chicos? —Agregó Yugi tratando de mantenerse optimista. —Después de todo no había nadie para ver, así que no ocurrió.

—Pero pasó. —Dijeron los muchachos al unísono mientras el aura cambiaba a algo depresivo, ambos bajaron la mirada y se encogieron de hombros, consiguiendo que Tea soltara una risa por lo bajo.

Tras el intento de suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora