Las flores

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Atem estaba en la cocina, mirando las noticias matutinas cuando llegó Mahad.

—Joven amo, pensé que iría a la escuela el día de hoy. Después de todo, tiene una apuesta que ganarle al joven Muto.

—Es mi cumpleaños, Mahad. Y siguiendo la tradición de la casa, hoy puedo hacer lo que me plazca, donde me plazca. Además, hoy alcanzo la edad para ser coronado faraón de Egipto, así que, con mayor razón nadie puede decirme qué debo y no debo hacer.

—Es verdad. —Concedió con media sonrisa cómplice, sin embargo, su expresión se disolvió casi al instante. — ¿Y qué va a pensar su madre de esto?

Atem se encogió de hombros ante aquella pregunta. —Igual nunca la veo.

—Está en casa.

— ¿Dónde?

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Kaiba estaba en la entrada, esperando paciente la aparición del Faraón, casi ansioso para poder rechazar la invitación a su fiesta de cumpleaños. Cuando vio a Duke entrar solo, suspiró frustrado de saber que lo que Mokuba le había dicho de él era cierto.

— ¿Tu monarca no se digna a aparecer en su propio cumpleaños? —Espetó cuando Duke pasó por su lado, el pelinegro sonrió de medio lado y miró a Kaiba de reojo.

—Mi faraón dijo que harías exactamente eso cuando me vieras solo. —Giró medio cuerpo para ver a Kaiba a la cara y sonrió mostrándole el pulgar. —No, mi amigo no vendrá a la escuela el día de hoy, y dijo que si querías rechazar su invitación a su cumpleaños, debías hacerlo de la forma más cordial, en su casa, presentando tus respetos al faraón de la familia. A su padre. No estoy plenamente convencido de que le agrade mucho que el nuevo líder de la corporación Kaiba falte a un evento social tan importante, pero no importa, supongo. Las acciones no se mueven por algo así ¿O sí?

Kaiba gruñó por lo bajo cuando Duke comenzó a caminar.

—Tal vez tu amigo sea un cobarde y por eso no quiso venir hoy.

—O tal vez sabía que no tenía por qué venir el día de hoy. O mañana... O el resto de la semana. Hoy es su cumpleaños, Kaiba. Puede hacer lo que él quiera.

—Desobligado. —Espetó entre dientes dándose la vuelta para irse.

Duke sonrió viendo al muchacho alejarse y murmuró para sí mismo. —Va uno, faltan dos.

Y tuvo que recurrir a todas sus fuerzas para no reír a carcajadas cuando vio a Kaiba empujar a Joey a su paso cuando se encontraron en el pasillo.

— ¡Quítate, perro faldero!

— ¡¿A quién llamas perro faldero?! ¡Kaiba! Ven acá, pedazo de ricachón presumido, ven para que podamos arreglar las cosas.

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Yugi sostenía con fuerzas su bentou y miraba en todas direcciones, esperando a ver a Yami, Tea también le ayudaba a buscar y sonrió animando a su amigo cuando vio entrar a Duke al comedor. El pequeño salió corriendo hacia el pelinegro, pero no fue capaz de ocultar su desilusión cuando se dio cuenta de que estaba solo.

—Hola Yugi.

—Hola Duke. Oye, ¿Has visto a Atem?

—Y con éste, van dos. —Dijo para sí mismo, tratando de ocultar su sorpresa. —Atem dijo que preguntarías por él. ¡Vaya si conoce a la gente ese príncipe! No va a asistir ésta semana. Y me pidió que te dijera, cuando vinieras a preguntar por él, que su apuesta sigue en pie, que su pequeño juego no se verá afectado por su ausencia de estos días. A saber qué quería decir.

Tras el intento de suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora