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Decir que estaba sonrojada era poco.
Seguramente parecía un tomate andante.
A penas subí unos escalones, me giré disimuladamente para echar un vistazo a quién venía subiendo detrás de mí y maldita sea. Hunter estaba subiendo la escalera prácticamente casi pisándome los talones.
A penas cruzamos miradas, comprendí lo que en realidad estaba haciendo. Hunter había notado mi nerviosismo por mi vestido y vino detrás mí para que los demás no centren su atención en mi atuendo.
El hecho de tenerlo caminando tan cerca, me ponía aún más nerviosa pero en el fondo se lo agradecía.
Cuando finalmente terminé de subir las escaleras y caminé hacia un rincón, me di vuelta con la seguridad de que Hunter ya se había ido lejos.
Pero no.
A pesar de que sus amigos estaban coqueteando, él seguía a mi lado.
Al principio, no diferencié si estaba cerca porque quería o porque había chicas bailando a un lado.
Por un momento terminé creyendo en la segunda opción hasta que entre la oscuridad y las luces, me percaté de que me estaba mirando. Pero cuando las luces se apagaron de golpe y cambiaron de color, lo perdí de vista.
Fruncí el ceño cuando algo duro me golpeó. Pero al instante me quedé asombrada.
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Unos adolescentes sin camiseta con cabezas de animales, me chocaron.
La palabra descontrol describía perfectamente esta fiesta.
Me quedé allí, un instante observando su baile. Se notaba que lo habían practicado.
Cuando sentí el aliento de alguien en mi oreja y escuché sus susurros babosos, me alejé disgustada.
No sabía para dónde malditamente ir. Estaba repleto de personas bailando. No había ni espacio para caminar. Cuando vi que al otro lado había menos gente, empecé a caminar hacia allí. Pero en el trayecto, recibí unos cuantos codazos de los que estaban bailoteando.
