055 | Bipolar

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Cassie


Weed decidió que nos quedaríamos en el auto porque si saludábamos con el padre de Barak, según él, pensaría que somos entrometidos. Yo opiné a su vez que debería vernos para que sepa que su hijo sí tiene amigos de verdad, no obstante, mi sugerencia no fue aceptada. 


Mirando hacia afuera, me muerdo la mejilla y apoyo un codo en el soporte de la ventanilla. Weed está texteando con alguien en el asiento conductor, probablemente Camille, y no me molesto en intercambiar palabras con él. Se escucha el ronroneo del motor en nuestro silencio.


En el fondo, mi corazón no deja de latir con desesperación y sudo de los nervios por estar así con él: en un mismo auto y compartiendo la misma preocupación. Claro que él debe estar pensando en su novia la mayor parte del tiempo, pero lo que cuenta es que soy yo quien está acompañándolo ahora y eso me basta para ser feliz, a pesar de que no debería estarlo. 


Barak no debe estar feliz en este momento. 


Siento una punzada dolorosa en el pecho. 


Los videos de sus manos siendo cortadas cruelmente vuelven a mi mente y de inmediato siento un escalofrío. Trago saliva y tengo que contenerme para no cerrar los ojos y llorar otra vez. Weed me mira de reojo mientras escucha silenciosamente un audio y yo aparto mi rostro con un gesto de dolor.


Él no sabe lo que he visto. ¿Debería contárselo? 


¿Me creería? 


Por supuesto que no. Ni en sueños pensaría que es algo espiritual con relación con Dios, ¡creerá que he enloquecido! No puedo permitir que se aparte de mí otra vez. 


Tampoco quiero que me diga que necesito hablar con alguien profesional sobre lo que he podido hacer, porque sé que ningún psicólogo va a darme la respuesta correcta. Ni siquiera sé yo con certeza de qué se trata. Sin embargo, lo que sentí... No era otra cosa además de espiritualismo. Debería tener miedo, pero la fortaleza que me ha sido concedida hace que me sienta... feliz.


Es un don. Tiene que ser un don.


En medio de mis cavilaciones, veo que una limusina sale del edificio y la cara del señor de traje va desapareciendo a medida en que sube la ventanilla polarizada. Mi corazón se acelera y recibo una señal al instante.


Volteo a ver a Weed con rapidez y, como no se da cuenta, le toco el brazo en un ataque de valentía. 


Me sonrojo.


— Vamos — apremio, quitando el seguro y abriendo la puerta —. Su padre ya se ha ido. 


Cuando estoy por apearme, me detiene.


— Espera — farfulla. Su rostro se vuelve una mueca entre incómoda y apenada, y yo me quedo con los ojos agrandados al sentir su mano en mi brazo. Un sentimiento suave me recorre el estómago y las mejillas —. Tengo que irme. Tendrás que entrar sola. 

All you had to do was stay ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora