019 | Terracota

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—No inventes — escupe Camille al vislumbrar las fotos que mi papá se tomó con Weed —. Genial, hasta tu papá tiene más suerte que tú. Y en la única foto que tienes con él, pareces un babuino esquizofrénico.

— Gracias, Cami — ironizo—. Excelente observación.

— ¡Es que no me lo creo! — chilla con los ojos miel brillándole en emoción y en desconcierto —. ¡Es Weed, Cassie! ¡Weed! ¿Por cuánto tiempo has querido una foto con él? ¡Y ahora la tienes!

— No es para tanto... — Pongo los ojos en blanco con mis palabras rozando la falacia. Una sonrisa invasora evidencia mi alegría y tengo que obligarme a reprimir un grito de alegría.

Lo cual es en vano porque Cami es la primera en soltar un grito ensordecedor, incitándome a sofocar el siguiente.

Nuestra risa y gritos de júbilo son una alarma para Nina, Nicky y Fabi, ya que las tenemos en frente de nosotras mirándonos con ponderación. Intercambiamos sonrisas y miradas pícaras, hablando en un idioma el cual ellas no entienden.

— ¿Qué pasa? — pregunta Fabi con las cejas alzadas.

Oscilo la mirada entre Cami y ella, osándome a responder:

— Nada.

Weed

— ¿De qué quieres hablar? — le pregunto a Giuliana tratando de no faltar el decoro a su resplandeciente mirada.

Nos sentamos en el gélido y níveo suelo del auditorio, cosa que extrañamente me traen recuerdos de Cassie, caracterizándolo como un anacronismo. Un gran anacronismo.

— Hay algo que tengo que decirte... — Sus mejillas sonrojadas y su voz temblorosa detienen mi corazón un segundo —. Que siempre he querido hacerlo... y que, mmm, nunca he tenido la oportunidad y...

Contengo la respiración y rezo para mis adentros que lo que tenga que decirme sea que fue ella quien dejó esas notas de amor escritas en Post-its en mi mochila.

Las susodichas fueron encontradas ayer, mientras Alisson hurgaba entre mis cosas como la entrometida que es. Mi sorpresa al verlas fue casi palpable y tangible; un conjunto de papeles de todos los colores sobresalían del bolsillo de mi mochila con su contenido careciendo de nimiedades. Eran todas poesía y tenían la misma letra, y sólo conozco a una sola persona en el mundo capaz de hacer algo así.

— ¡Weed! — la reconocible y chillona voz de la hermana de Cassie se abre paso a mis oídos como un cántico de ángeles . ¡Weed, hola! ¡Hola, Weed! — Viene corriendo hacia mí como un conejito, con el pelaje esponjado y las mejillas rojas por el acalorado día —. ¡Soy Lex, Lex Reece, la hermana de Cassie Reece!

Recuerdo exactamente cómo fue el día en el que conocí a esta niña. Estaba practicando una de mis volteretas frente al salón de pintura y un grito estrepitoso me hizo voltear a ver. Lex tiene los ojos terracota más ingentes y formidables que he visto en mi vida, en especial cuando se le llenaron de luz al verme hacer un backflip.

— ¿Podrías hacerlo otra vez? — me preguntó con su meliflua voz. Sus labios entreabiertos y sus mejillas rosadas y pecosas fueron difíciles de rechazar. Ese día fue una tortura, se sentó en el suelo con sus manos en cada mejillas, sólo para repetir dos palabras: otra vez. Apenas podía pararme a tomar algo de aire, sus exigencias eran agotadoras y estresantes.

Cuando la hora de salida llegó, se acercó a mí y me dijo:

— Me llamo Lexus, pero mi hermana, Cassie Reece, me dice Lex. Tú puedes llamarme Lex también — habló tan deprisa que solo alcancé a escuchar "Cassie" y lo que eran la una para la otra. Lo que ella no sabía, era que yo ya estaba enterado de quién era ese incordio de ser humano —. A mi hermana le gustas, me dijo que no te lo diga pero quiero que sepa que ella no me manda. Me gusta cómo vuelas por la atmósfera. Adiós.

All you had to do was stay ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora