El amor no tiene forma

Revelaciones

Miraba la pequeña tetera que estaba a punto de hervir,  mientras su mente iba dirigida a otro lado. No podía dejar de pensar en lo enredada que estaba su vida ahora mismo, viviendo en aquella casa con su esposo y, con quien prácticamente era su amante, o lo había sido, aunque fuera solo una vez.

Tenía muchos pensamientos enredados, y muchas preguntas. Cuando separaba sus sentimientos, se podía dar cuenta que, lo que sentía por Yuri, y lo que sentía por Víctor, no era lo mismo, pero ambos sentimientos si eran parecidos entre sí, y eso no hacía más que atormentarlo.

Para él, Víctor era su esposo, la persona que el más admiraba en el mundo, quien le tendió una mano cuando lo necesitó, el único que volteo a verlo cuando nadie más lo hacía; sentía mucha gratitud por él, y también cariño. En cambio Yuri, si pudiera describir al menor en una sola frase, el diría que Yuri era; un hermoso pecado, no podría describirlo mejor. Realmente no recordaba mucho de la noche en que se unió a ese omega, pero en su memoria se habían quedado clavados los ojos desafiantes que este poseía, aquellos que no tardo en reconocer la segunda vez que lo vio.

La pregunta que se hacía ahora mismo era; ¿podría concebir una vida en la que Yuri ya no forme parte de ella? Sin duda eso sería imposible tomando en cuenta que el omega le daría un hijo que se quedaría para siempre con él; sin embargo, no estaba muy convencido de aceptar la idea de que Yuri tuviera que marcharse después de dar a luz.

  El silbido de la tetera lo había traído de vuelta a la realidad, por lo que alisto dos tazas y sirvió en ellas un poco de té, para ofrecérselas a Yuri y su invitado. Aun desconocía como tomaría Víctor la noticia de saber que había permitido meter a más gente en su casa; en una situación normal no tendría la menor importancia, pero este caso era distinto y, desconocía si el mayor podría molestarse. Muy pocas veces había visto a su esposo enojado y la verdad, no le gustaba.

Tratando de restar importancia a lo anterior, subió las escaleras con una charola en mano, caminó por el largo pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación que, ahora de modo temporal, pertenecía al rubio; se dispuso a tocar, pero la frase que escuchó le había impedido hacerlo. “tú también corres el riesgo de morir”. No supo identificar lo que sintió en ese momento, una mezcla de miedo y dolor, desesperación y frustración. No quería adelantarse a nada, así que, aun sabiendo que no era correcto, decidió quedarse ahí y escuchar lo que seguía.

  En la habitación el silenció reinó por un largo periodo, mientras el rubio y el chico que esperaba afuera, trataban de analizar lo que su acompañante había mencionado. Yuri no lo entendía, ¿Cómo era que si quiera aquello pudiera ser una posibilidad? Cuando sabía que no sería el primero, ni el ultimo en dar a luz un cachorro fuera de los lazos del matrimonio.

— ¿de qué estás hablando?...— se animó a preguntar al fin, mientras el japonés inhalaba profundamente.

—Hablo de la marca que por obligación un omega debe llevar en cuanto encuentra a su pareja…— intentaba explicar la situación lo mejor que podía, mientras el menor le prestaba su total atención, al igual que Yuuri, quien lo hacía detrás de la puerta— Yuri, si un omega encuentra a su destinado y se une a él, y si de esa unión engendran un hijo, el omega tiene que vincularse con su alpha para que la criatura pueda nacer; si su alpha lo rechaza, o es al revés, o si ambos lo hacen, entonces el cuerpo del omega también rechaza a la criatura. No es fácil de explicar, es cosa de la naturaleza— continuó, mientras el rubio parecía seguir sin entender nada.

— pero yo no puedo vincularme con ese alpha está casado; además ya he oído sobre esas cosas. las marcas y demás me parecen solo un fastidio, no lo necesito, y no voy a morir ni a perder a esta criatura solo por no tener esa cosa, es absurdo…— en verdad lo creía así.