Reencuentro

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  La música había dejado de sonar y las pocas personas que quedaban comenzaban a abandonar el lugar. Dejó su copa en la mesa y se cruzo de brazos, ¿así terminaba todo?, ¿Yuuri se fue sin decir nada y lo abandonó sin importar las consecuencias de lo que hicieron? Al final aquel japonés resultó ser un alpha como todos los demás, y él, un omega como cualquier otro; débil, estúpido, e ingenuo. Bajó la cabeza tras lo último y se quito las gafas obscuras para limpiar las pequeñas lágrimas que amenazaban con salir; se sentía tan ridículo, tan miserable, tan tonto.

Estaba molesto, molesto con sigo mismo,  con Yuuri, con lo irresponsable que fue al dejarse llevar aquel día, y por creer ciegamente en las palabras de ese alpha mentiroso. Por causa de eso,  ahora sentía algo en su corazón que le oprimía, seguramente el mal augurio de imaginar lo que le deparaba el futuro a partir de ahora.

No importaba, afrontaría cualquier cosa el solo, no necesitaba a Yuuri para nada; era más, no quería ver a ese alpha imbécil nunca más.

-disculpe, pero debe retirarse es hora de cerrar...— escuchó de pronto la voz de JJ, lo que hizo que saliera de su conflicto interno y alzara la cabeza para mirarlo  de frente, olvidando completamente que ya no traía completo el disfraz— ¿Yuri?— genial, JJ lo había descubierto, su suerte no podía ser peor.

La velada habría sido perfecta de no ser por el sentimiento que lo invadía y carcomía por dentro. Víctor estaba siendo atento, delicado y amoroso pero... él, como ya era casi una costumbre, no podía disfrutar de las atenciones de su esposo; no cuando solo tenía en su mente al chico rubio que no vio esa noche. Solo era una noche pero... Su intuición le gritaba que fuera corriendo a aquel bar, tenía un mal presentimiento.

— Yuuri…— escuchó decir a su pareja, por lo que dirigió la mirada en dirección a este y lo vio de frente. Ambos se encontraban sentados en un restaurante de alto prestigio; sobre la mesa había una botella de vino y dos copas de vidrio, un par de platos con Caviar Almas, y un hermoso decorado de flores, mientras la única luz que los iluminaba era las de unas velas que se encontraban en un candelabro justo en medio de los dos. Era un ambiente pasional y hermoso— has estado muy silencioso toda la noche y casi no has probado bocado, ¿hay algo que te preocupe?

Ante aquella pregunta el menor solo bajo la mirada, ¿Qué si algo le preocupaba? Claro que sí, pero ese “algo” no era un asunto que pudiera hablar precisamente con él; aún cuando él era quien más tenía derecho de saberlo. No era sencillo, esta situación empeoraba cada día, el peso empezaba a hacerse cada vez mayor y comenzaba a pensar que sería incapaz de soportar todo esto, y más cuando comenzaba a dudar de si mismo. Aún así.

— No ocurre nada...— optó por responder de modo simple.

Por su parte Víctor claramente veía que aquello no era así, pero si Yuuri no quería hablar de ese “asunto” no lo presionaría, simplemente esperaría a que sea el japonés quien se habrá a él con la verdad, algo que para él ya no era algo tan desconocido.

La noche anterior a esa no había llegado a dormir, la razón: era que se había dado a la tarea de seguir al pelinegro y ver a donde es que este se dirigía al esconderse la luz del sol. Grande fue su sorpresa al descubrirlo en un bar, siendo que este no acostumbraba a ir a sitios donde se sirvieran bebidas alcohólicas, ya que cuando el alcohol lo consumía, Yuuri no era capaz de controlarse.

  Intentó no ser descubierto y se infiltro entre la clientela esperando ver cuál era el asunto que llevaba a Yuuri a visitar aquel lugar sin falta, y  no pasó mucho tiempo hasta ver a “esa” razón, algo que sus ojos no querían creer, pero que desde el inicio el ya intuía: un omega  de tez clara, cabello rubio y mirada desafiante, el cual se acercó a su esposo, lo enfrentó y se lo llevo con él.

El amor no tiene forma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora