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Mara:

Su cabeza no tenía un segundo de descanso, y es que el fastidioso recuerdo de su toque la hacía enloquecer. El espejo de su habitación reflejaba un rostro confundido.

Pensar en el solo hecho de que pudiese estar enamorada de aquel chico la asustaba. Poner una etiqueta a lo que está sintiendo era innecesario, pensó.

Porque dicen que para querer hay que conocer, y ella no lo conocía. Eran simples compañeros, casi amigos. Porque hablar con él era tan fácil, y ellos lo solían hacer seguido. Se ayudaban mutuamente también en cosas relacionadas a la universidad.

Pero sabe que raya mas allá de la amistad cuando se queda fijamente mirándolo, cuando piensa en lo bonito que son sus ojos y lo gracioso que suele ser. Sabe que en un arranque de valentía podría decir lo que piensa, y eso marcaría su fin.
Samara no era una chica mala, y no merecía que ella piense así de su novio -o no novio- no lo merece en lo absoluto. Y Dios, que el chico no salía de su mente.

Frustrada se arrojó a su cama para intentar dormir. Una lluvia de mensajes arrasó su celular, y con pesadez, alargó su mano para tomarlo. Eran mensajes de Cassia, asegurándole que crearía un grupo para todas las personas que se habían unido a la causa medioambientalista. Ella nunca pensó cuan agotador sería organizarlo todo.

A la mañana siguiente se encontraba en clases, y estaban hablando específicamente de anatomía, partes del cuerpo humano. Mientras que en la mente de Mara aparecía un chico de ojos pardos con unos jeans entubados. Nunca pensó que verlo vestido de esa manera, revolucionaria todas sus entrañas.

—Achaga— la maestra entonó con molestia su apellido, trayéndola de vuelta a la clase— creo que podría pasar para hacer una demostración— sentenció sin dejarle paso para negarse, un remolino de nervios se alojó en su vientre, pasar frente a mucha gente siempre la ponía nerviosa y hacía que olvidase lo que tenía que decir. Nunca fue buena hablando en público.

—escoja a un compañero, y muestre a todos los demás las partes de su cuerpo, y quiero que utilice los nombres científicos. Es una cosa que aprendieron en primer año, debe recordarlo

El grito de Cassie mencionando el nombre de Derek la congeló, ella hubiese preferido cualquier cosa, antes que él. No podía ni hablar correctamente cuando está y ahora tendría que tocarlo. Ella, tenía que hacerlo, y sin duda quería eso, pero no así. Moría de nervios, las manos le empezaron a sudar mientras observaba como se puso de pie con una sonrisa y se acercaba junto a ella.

El rostro de Derek reflejaba picardía, y ella sospechaba vagamente que se dio cuenta de como lo miraba y que sentía atracción hacia él.
Una vez a su lado, pudo observar su perfil de cerca, vio como su lengua mojaba sus labios antes de voltear a verla con una sonrisa, ella juraba que tenía una sonrisa hipnótica, ésta estaba enfundada en frenos de metal.

—¿Empezamos?— indagó con la voz, malditamente sexy. Lenta y pausada, quería morir, aseguraba que sus mejillas estaban pintadas de rosa, las sentía calientes. Se limitó a asentir y voltear hacia la profesora.

Las manos de mara fueron descendiendo desde el rostro de Derek, hasta sus hombros, rozando – o casi rozando- su piel. Cada ínfimo toque marcaba como fuego sus manos, prometiendo que el recuerdo no la dejaría dormir nuevamente. Su cabeza ya no razonaba y repetía los nombres como un autómata, sin estar consiente mas solo podía concentrarse en él. Todo giraba en torno al roce de sus manos.
Cuando terminó de nombrar, recibió las felicitaciones de la maestra y volvió a sentarse, permaneciendo en aquella ensoñación ilícita.

—¿Puedes quitar esa cara?— pregunta con sorna Cassie, en este momento hablar con cualquier persona iba a causar que llore, no quería llorar. Así que mantuvo su vista fija en sus manos, enredaba sus dedos como si eso fuese más interesante que cualquier otra cosa.

Mordía sus labios con insistencia mientras contaba los segundos para salir corriendo de allí.

Sentía que alguien la miraba, tenía unos ojos clavados en su nuca y no le daban tregua. Suspiraba pesadamente queriendo voltear a ver quien la estaba observando. Se sentía desfallecer, y odió el sentimiento que la atormentaba.

Por un momento levantó la vista y volteó a su derecha, topándose con unos ojos pardos. Él lo estaba mirando, y cuando se percató de que ella también lo observaba, sonrió. Y ese gesto acabó por confundirla por completo, ¿sentía algo por aquel chico?.

—El sábado me parece bien, no tenemos muchas cosas que hacer aquí y luego podremos ir con los chicos a pedir la autorización para limpiar

—¿Es verdad lo de la autorización? No es como si nos iremos a drogar o algo, solo limpiaremos— mencionó Mara con cansina. Es que la gente es idiota o ¿Qué?.

—Yo si quiero— Cassie hizo un puchero y la miró con ojos tristes. Era como si hubiese destruido su más grande sueño

—Yo también— rio imitándola

—Tengo hambre— murmuró la rubia llevando una mano a su vientre de forma dramática.

Mara sólo asintió y se dirigieron a un comedor fuera de la universidad. Era un comedor pequeño en el cual varias de las personas que estudiaban allí iban a almorzar, la comida era en realidad bastante deliciosa. No se quejaban

—¿Me explicarás que sucedió en la clase de la profesora Susana?— mencionó Cassie de forma brusca, causando que Mara se atragantase con su comida y comenzara a toser— tampoco para que mueras— miró preocupada a la castaña.

Mara entró en pánico, no podía contarle que se sentía atraída hacia él. Era ridículo de solo pensarlo, ni siquiera era su tipo

—No pasó nada, ¿Por?- preguntó picando un trozo de carne que había en su plato, trataba de  lucir tranquila

—No me engañas, estabas roja, como una cereza

—Las cerezas no son rojas Cassie— contradijo rodando los ojos

—Lo que tú digas, cerecita— declaró entonces, que ese apodo, lo odiaría por siempre— Hablando del rey de roma, tu príncipe se asoma— susurró pícara hacia ella.
Derek estaba entrando al comedor, seguido de un chico de tez morena que reconocieron como Robert otro de los chicos que estudiaba la misma carrera.

—Robert está para comérselo entero— ronroneó Cassie, mientras la miraba con una sonrisa risueña. Era algo característico de ella, era una chica de mente sucia.

—¿Crees que me verá?- dijo de forma preocupada ignorando el comentario de la ojimiel

Su pregunta fue respondida gracias a un Derek parado frente a su mesa con una sonrisa dirigida especialmente a la morena. Y unos ojos pardos clavándose fijamente en el rostro de Mara.

Toska.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora