XXI

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Mara:

Dos semanas después:


Derek se encontraba recogiendo los accesorios de la cámara, reacomodando todo para dejar el lugar limpio antes de ir a esperar el bus que lo llevaría a otra ciudad

—Toc, toc— la voz de Mara retumbó por todo el taller, causando que un muy sorprendido Derek levante la vista

—¿Qué haces aquí?— indaga el de ojos pardos mirando a la morena

—Creí que habíamos quedado los martes por la tarde— la voz de Mara era tranquila, pues la presencia de Derek ya no la ponía tan nerviosa si se mantenía al margen y no hacía ningún comentario coqueto

—Ah, si— el chico se rascó la nuca, aún sigue sin acostumbrarse del todo a ser tan solo amigo de la chica— creo que debemos pasar las clases a otro día

—Esta bien, supongo

—No es porque no quiera— aclaró rápidamente al ver el semblante desanimado de la chica— tengo un compromiso que no puedo suspender

—En serio, está bien, no tienes porqué darme explicaciones

—Quiero dártelas— Derek se aproximó lo suficiente para tomar las manos de Mara, quien estaba cautivada por sus ojos; ojos enmarcados en gruesas pestañas negras.

Su corazón comenzó nuevamente una maratón, y se le cortó la respiración. Es impresionante la forma en que transformó sus emociones con un solo gesto.

Derek representaba para Mara todo lo que ella quiere; todo lo que quiere y no puede tener.

—De– el apretón a sus manos la calló y su vista se dirigió a ellas; las pálidas manos de Derek contrastaban a la perfección con la tez morena de la chica, cómo si fuesen hechos el uno para el otro, cómo el ying y el yang

—Vente conmigo— Mara sólo asintió, marcando ahí, su próxima pesadilla



Hay veces que intentas evitar algo a toda costa, impedir que ciertas cosas sucedan e igual pasan, pasan por algo, porque quizá perdemos un poco de vida intentando cambiar cosas qu3 ya están destinadas a ser.

Cómo cuando llegó a su primera clase de fotografía y se llevó la gran sorpresa que su profesor era Derek,
O cuando se negó a tomar las clases y huyó corriendo; luego un chico alocado en bicicleta la persiguió solo para  aclararle el panorama y confesarle que estaba saliendo con Samara.

Mara debe admitir que intentó alejarse de él; lo intentó tanto que terminó sentada a su lado en un asiento de autobús

—Entonces, háblame de lo que haremos hoy

—Patty dijo que nos reuniríamos en la cafetería Mount Appetite , y allí nos repartiremos las bolsas de juguetes que compramos hace una semana. Los repartiremos a todos los niños que veamos—explicó Derek; sus ojos tenían un brillo especial, de emoción y ternura; cómo cuando eras chiquito y tus padres prometen llevarte a tu lugar favorito.

A Mara le abarcaron unas ganas enormes de tomarle una foto; porque él se veía adorable, y su sonrisa era capaz de alumbrar cada noche de pesadilla que tuvo. Un suspiro cansador salió de sus labios en el momento justo que Derek volvió a hablar

—Me gustan las causas— desvió la mirada y le dedicó una sonrisa de labios cerrados, mientras recostaba su cabeza en el hombro de Mara.

Su corazón comenzó una maratón, latía velozmente y un calor se extendió por todo su rostro, pintándola como una cereza. Ella estaba consiente del gesto tan vago que era, pero no podía evitarlo, estaba totalmente ida por ese chico, y ya no podía ocultarlo

—A mi también— respondió con un hilo de voz, a medida que se acomodaba mejor para que Derek se sienta cómodo

—Ese fue el motivo por el cual me uní a tu grupo ecológico Mara— ese comentario cayó como un balde de agua fría, porque aunque lo niegue era obvio, muy en el fondo, quería creer que fue por ella; que Derek se había unido para pasar tiempo con ella, cuando la realidad no es así. Y eso dolió, la asfixió y solo pensó en huir.

—Eso es muy lindo de tu parte Derek—murmuró bajo, desviando la mirada hacia la ventana; habían unas cuantas nubes negras, lo cual indicaba una posible tormenta.

Unos minutos después las primeras gotas comenzaron a caer, Mara aún seguida ensimismada en sus pensamientos y los suaves ronquidos del chico le causaban cosquillas. No fue hasta que la llovizna se agravó que despertó a Derek

—Oye— se removió en el asiento para que se levantara— Derek— llamó fuerte y el chico levantó la cabeza de golpe

—¿Ya llegamos?— pregunta somnoliento, Mara rodó los ojos preguntándose cómo es que puede dormir estando en movimiento.

—Está lloviendo, ¿igual iremos?— la cabeza del castaño giró rápidamente en dirección a la ventana, confirmando así lo dicho por la chica.

Estaba lloviendo, y el agua se llevaba lentamente todos sus planes para esa tarde; de pronto ya no habían risas de niños y sus ánimos cayeron en picada al vacío.

—Llamaré a los chicos— habló despacio, Mara observaba el perfil del chico con detenimiento; observaba sus pestañas gruesas, su nariz curvada hacia abajo y el poco vello facial que le empezaba a salir.

Toska.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora