🌼 19.

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Estar con Miriam es como estar en el paraíso, aunque eso ya lo descubrí durante el finde de acampada. Aun tengo los ojos cerrados, pero siento el calor de su cuerpo y lo bien que huele su pijama. Hay una mano suya enredada en mi pelo, y aunque escucho el ruido de la alarma, no quiero moverme de allí.

Después de nuestra conversación de ayer, nos pasamos el resto de la tarde en nuestra cabaña, solas. Simplemente disfrutando de la compañía de la otra.

Luego, durante la cena, no dejamos de hacernos miraditas de mesa a mesa, hasta el punto en que Roi me tuvo que decir que me controlara un poco, que ya daba mucho el cante. Pero a mí me dio igual, porque por fin estoy con la leona. Y esta vez, ella también quiere estar conmigo.

—Buenos días, canaria —me dice en cuanto abro los ojos, y me da un rápido beso en los labios.

—¿Me estabas mirando mientras dormía? —le pregunto, divertida.

—¿Qué? ¡No! —dice ella, casi ofendida; y yo me echo a reír. —Anda, arriba, que hoy por fin toca Magali otra vez. Tanta visita y tanta tontería y llevamos un montón sin clases de deporte.

Pf. La visita. Es que cada vez que lo menciona, me acuerdo del beso y de cómo tengo que contárselo ya. Sin embargo, ahora no es el momento, no tenemos tiempo para sentarnos a charlar.

La leona se levanta de la cama y me estira para que yo haga lo mismo.

—Vale, por favor. Necesito saber qué está pasando —dice Aitana, mirándonos des de la litera de arriba. —¿Sois novias o no?

—Son novias, ¿no lo ves? —responde Amaia, des de la otra litera.

Yo me río, y Miriam parece que se pone un poco tímida. Así que hablo por ella.

—Somos amigas que se quieren mucho —digo yo, mientras voy al baño a lavarme la cara.

—Si, como yo y Amaia, no te jode —dice Aitana, que ya se está bajando de la litera, porque sino, llegaremos tarde a la clase de Magali.

Miriam levanta una ceja, ya con su ropa de deporte puesta. Qué rápida es la tía. 

—Ana es ahora propiedad privada de la leona —las señala con el dedo. —Fin de la entrevista.

Las niñas se ríen.

—Ya decía yo que parecían nuestras madres —suelta Amaia.


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Una vez más, estoy agotada. Ni he intentado seguir el ritmo de Miriam. Ella me lleva dos vueltas de ventaja por lo menos, y me da una palmada en el culo cada vez que me avanza, lo cual me desconcentra y en conjunto aún es peor. Solo Amaia va a mi ritmo.

—En cuanto salga de este campamento me apunto al gimnasio —declaro, apoyándome en un árbol.

—¿Qué? En cuanto salga de este campamento no voy a mover ni las uñas de los pies —dice Amaia, que se sienta en una roca a mi lado.

Sonrío y niego con la cabeza. Esta niña no tiene remedio. De repente escuchamos un trote detrás de nosotras. Yo pienso que ya vuelven a ser Miriam y Raoul, dándonos la tercera vuelta de ventaja; pero se trata de Mireya y Agoney, que en cuanto nos ven, dejan de correr para caminar, y se acercan a nosotras.

—Correr con este calor tendría que estar prohibido, amigas —dice Mireya, quitándose el sudor de la frente.

No sé qué decir, porque no he hablado con ellos des de la noche en que Miriam estuvo borracha. Ahora la he perdonado, así que también debería perdonar a sus amigos, que no hicieron nada malo, solo fueron leales con ella; lo cual en el fondo es en lo que tiene que consistir una amistad.

Aprendiendo a amar 🌼 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora