🌼 21.

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Miriam se da la vuelta y sale hacia el comedor rápidamente.

—¡Miriam! —salgo detrás suyo, gritando. —¡Miriam espera, por favor!

—¡No! —responde ella sin detenerse.

—¡Miriam no estábamos juntas! —sigo gritando, mientras siento como mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas.

Sé de sobras que por mucho que grite, esto no se va a solucionar en una hora ni en dos.

La rubia se detiene delante de la puerta, y me lanza una mirada que contrasta con todas las que me ha estado regalando estos días.

—Me da igual eso, Ana. Me mentiste. Tuviste mil oportunidades de decírmelo, y callaste.

—Miriam yo- —hago el gesto de acercarme más, pero Miriam levanta la palma de su mano para que me detenga.

—Déjame, Ana. Déjame estar sola, por favor.

Y diciendo esto, abre la puerta y sale de la cabaña dando un portazo.

Yo me quedo con las mejillas ardiendo y las primeras lágrimas cayendo de mis ojos. Roi no tarda en alcanzarme y abrazarme, mientras empiezo a llorar con más intensidad.

—Roi, lo he jodido todo, joder —digo, con mi cara escondida en su cuello.

—No digas eso. Ana, respira bien. Todo se va a arreglar.

—No, Roi, no. En dos días nos vamos, y ya conozco a Miriam lo suficiente como para saber que va a tardar tiempo en procesar que le haya mentido.

—Intentaré hablar con ella —dice, mientras me acaricia la espalda. —O con Agoney y compañía, por lo menos.

En ocasiones normales diría que no, que ya me las apañaré yo, pero ésta vez no se lo impido; sé que voy a necesitar mucha ayuda para recuperarla.


🌼🌼🌼


Miriam no me mira.

Ha llegado la hora de la merienda, y es que se niega incluso a mirarme. En cambio, Mireya sí que me mira, con dureza. Supongo que es normal, teniendo en cuenta que le mentí en la cara.

No hace falta que diga que me veo incapaz de comer nada, porque tengo un nudo en el estómago que me tiene bloqueada totalmente. Así que, ¡sorpresa!, me levanto y salgo a fumar.

Unas manos impiden que cierre la puerta al salir: se trata de Alfred.

—Ana, tenía que haberte avisado de que Miriam y yo nos cambiábamos el turno de limpieza. Dijo que era para pasar más tiempo contigo, y yo no pensé en avisaros.

Lo miro y suspiro.

—La culpa de lo que ha pasado no es tuya ni mucho menos Alfred, se trata de las malas decisiones que he ido tomando cada vez que surgía la oportunidad de contarle la verdad a la leona, y no lo hacía —me cuesta hasta fumar.

—Dale unas horas a Miriam, para que asimile la noticia. Pero recuerda que ella también te ocultó cosas a ti, y tú en un solo día la perdonaste —en eso tiene razón, nuestro enfado no duró ni veinticuatro horas, a decir verdad.

Pero yo y Miriam somos personas muy distintas.

Las niñas no han tardado en ver que no hay miradas ni comunicación entre yo y Miriam, porque cuando vuelvo a entrar, las dos me miran apenadas. Supongo que le habrán preguntado a Roi que qué me pasa.

Aprendiendo a amar 🌼 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora