Capitulo IV : El imitador

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Frente a las puertas de la siguiente ciudad nos sentamos a acampar dejando el desafío para mañana por la mañana, esta vez, sin charlar nada incomodo a la luz de la fogata.

Mientras el conejo asado se cocinaba al fuego les dije a mis compañeros que tomaría un descanso yendo a estirar las piernas al claro que se encontraba sobre nuestra derecha.

El lugar que nos tocaba visitar mañana estaba rodeado por varios sectores donde las arboledas tupidas de siempre desaparecían dejando ciertos espacios de alrededor de cien metros cuadrados en los que se podía apreciar la luna iluminándolo todo en el cielo libre de nubes.

Respiré el aire nocturno que llenó mis pulmones completamente sintiéndose algo más fresco que las noches anteriores. Hasta el momento nuestra estadía en Líon era más que prometedora. No habíamos muerto por lo menos y logramos pasar ambos duques en un solo combate cada uno. A este paso, alcanzaríamos a Sombra y los rehenes mucho antes de llegar a la Torre de la Daga.

A pesar de lo impresionante que se oían los rumores del ninja no tenía miedo de enfrentarlo. Conociendo las habilidades mías y del Corazón Maldito suponía que sumando las habilidades del clan y los chicos de los Escudos Negros no deberíamos tener problema con nuestra maquina bien aceitada de batalla. Lleno de confianza y de indiscreción saqué la espada y la sostuve sobre mi mano derecha esbozando una sonrisa.

—Con que ése es el famoso Corazón maldito—dijo una voz arrastrándose por detrás.

Asustado y sorprendido me volteé a ver a mis espaldas. La oscuridad de los arboles me negaba toda posibilidad de percibir un enemigo. A falta de respuestas que darle simplemente adiviné hacia quien me dirigía esperando estar equivocado.

—Sombra ¿Verdad?

—¿Sabes mi nombre? Eso ahorra tiempo—dijo saliendo de entre la oscuridad a la luz de la luna—te la voy a poner fácil. Dejen de seguirme y quizás les permita quedarse con ese juguetito tuyo.

Siendo un poco más alto que yo Sombra tenía el pelo blanco bastante largo y chaleco apretado, como suelen usar los ninjas, el cual remarcaba su musculatura no tan excesiva pero si notable. Además de esto poseía unas muñequeras grises que combinaban con su outfit casi todo negro a excepción de una bufanda roja sobre su cuello de tela muy delgada. Sobre su cintura colgaba una daga simple, sin apariencia extravagante.

—¿Dónde están los paladines?—dije valientemente y sin mover un musculo.

—Que cabeza hueca. No digas que no te lo advertí—su tono al decir estas palabras fueron de resignación y a la vez enojo.

El ninja retrocedió a la oscuridad y para cuando decidí perseguirlo ya no estaba por ningún lado. Un temblor recorrió mi cuerpo. Así como yo no sentía temor de enfrentarlo con las opciones a mi mano él tampoco lo tenía demostrando seguridad en sus técnicas de combate al decidir enfrentarse a un clan completo sabiendo que uno de sus miembros poseía un arma SS.

Esta seguridad hizo su presencia inmensa y aunque fue por solo unos segundos fue más que suficiente para dejarme una señal de alerta en la cabeza y un temblor en las piernas que me quitó el relajo que había conseguido en el principio de esa caminata.

Amy me recibió comiendo conejo asado con la cara llena de grasa y cenizas mientras lamia sus dedos intentando que no sobre ni una gota del animal. Todos los demás comían siendo ajenos a mi encuentro con Sombra y decidí dejarlo así por el momento, perturbar su paz no ayudaría en nada, tan solo los pondría nerviosos.

—Entonces...—dijo Keigho—¿Hay algún señor cazador?

Los intentos del paladín por ligar con Jaia vieron su fin cuando el puño cerrado de la rubia dio contra el centro de su rostro sin despegar la otra mano del alimento.

Corazón Rojo Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora