La sociedad de los poetas muertos

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Había pasado casi un mes, prácticamente todas las tardes de los días hábiles salía con Nathalie. No siempre había película en aquel cine pero cuando era así iban a aquel restaurante de malteadas cerca y se quedaban a conversar. Aunque suene raro, ese par siempre tenía un tema de conversación.

Collin disfrutaba de la política como nadie más. Parecía tener un amplio conocimiento acerca de leyes y estructuras socioeconómicas. Ella se podía definir en su amor por el arte. Y aunque no coincidían en nada, les resultaba entretenido escuchar al otro.

Sabía en cierta parte que la pelirroja no podría ser capaz de fijar su atención en él; su gran atracción hacia el azabache era prácticamente irremediable. Sin embargo, quizas siendo muy idiota, se imaginaba que pasaría si ambos fueran pareja.

¿Explotaría el mundo?

No. Pero las cabezas de la mayoría de su clase sí. Si bien algunos conocían ya la repentina amistad entre el Collin y Nathalie, pensaban que era algo débil y efímero, que tenía un interés de por medio. Era comprensible que dudaran de la autenticidad del sentimiento.

Incluso Nathalie lo hacía, por eso no confiaba aún del todo en Collin. Bourgeois sabía bien aquello y le dolía pero se lo tragaba. No valía la pena sufrir.

"Las relaciones en la preparatoria son volubles, sin importancia. Nada dura." Al menos eso siempre le había dicho su madre.

—Joven Bourgeois. Llegó su sushi.— indicó Jane, la mayordomo. El rubio no emitió ningún gesto, seguía tendido encima de la cama mirando al techo.— ¿Se encuentra bien? Si quiere...

—Jane Pascal. Quédese un rato conmigo.— tiró dramáticamente depresivo. La fémina rodó los ojos, varias veces le había dicho que no se apellidaba así, pero ya ni valía la pena luchar. Ahora le preocupaba el estado de ánimo del rubio, se le notaba preocupado. Se sentó en una silla cerca del muchacho.

—¿Sucede algo?

—¿Por qué me siento así?— preguntó de repente.— Con Adrienne jamás me sentí tan mal cuando no me hacía caso. Digo, sí me dolía pero esto se siente peor.

—¿De quién se trata?— preguntó con claro interés y comprensión.

—Es... no importa quien sea.— decía algo avergonzado.— ¿Cómo va a importar? Es una tonta con pinta de nerd y emo. No hace más que existir en el fondo del salón con su asqueroso fleco.— Jane sonrió. Parecía estar hablando enamorado.— No tiene ni un poco de sentido de la moda.— soltaba pensativo.— ¿Te imaginas lo que la gente pensaría si me viera con ella?— obviamente eso no era lo que le preocupaba.

—¿Por qué saldría usted con alguien como esa chica? Dice que es insignificante.— cuestionó la mujer sabiendo la obvia respuesta.

—¡Y lo es!— exclamó exasperado.— Solo que me gusta...— tiró en voz baja, como si estuviera confesando algo indebido.

—¿Mucho?

—No lo sé. Me gusta salir con ella, me siento feliz estando a su lado.— musitaba con cierto dolor.

—¿A ella le gusta salir con usted? ¿Estar a su lado?— interrogó.

—No lo sé.— tiró con un pequeño nudo en la garganta.— Siento que... quizás ella piensa que esta forzada a salir conmigo, pero tengo miedo de decirle que no es así y que ella deje de hacerlo.— y en sus ojos veía claramente la frustración del chico.

Eso siempre había llamado la atención de Jane. Collin solía dramatizar cosas demasiado pequeñas: cuando perdía un par de zapatos, cuando su comida estaba un poco dulce o el aire no estaba a la temperatura ideal. Pero también estaba otro raro lado de él, ese lado en el que le sucedían acontecimientos por las que cualquier persona lloraría o lo utilizaría de pretexto para sufrir, pero él no lo hacía.

80's films (Nathloe, Genderbend)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora