Epílogo: Tron

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Adoraba verla. Reía tranquilamente mientras observaba dibujar a su impetuoso René, que justo ahora pretendía colorear la piel de ese perro de un extraño tono morado. Aquellos dos le llenaban de alegría sus días; ese pelirrojo con los ojos más azules imaginables que jamás se hayan visto era sin duda un reto que adoraba enfrentar con ella a su lado. Él estaba dispuesto a hacer lo que fuera por mantener esa sonrisa en ambos, por jamás hacerlos sufrir. Su vida estaba llena de colores gracias a esos dos.

Por eso le dolía lo que estaba a punto de hacer.

—Papá, mira, ya terminé.— se encaminó el pequeño de cuatro años hacia él con una enorme sonrisa mientras le daba el dibujo que había hecho. Collin sonrió al verlo.

—Dibujas tan bien como yo

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—Dibujas tan bien como yo.— mencionó el rubio orgulloso mientras cargaba en brazos al pequeño quien aún veía concentrado su creación.

—Claro que no, pequeñín; tú sí dibujas bien.— respondió su esposa acercándose al par de varones. Collin Bourgeois volteó a verlo molesto mientras la pelirroja le regresó una mirada pícara a la que nunca se había podido resistir; probablemente si no hubiera estado René ahí se hubiera llevado a su habitación para no darle tregua por su osadía. Sonrió; ella era así.

Confiada, siempre repleta de decisión y aunque aún traía la cabeza en las nubes como toda una buena artista; siempre le compartía sus ideas y se entregaba por completo a su hijo y a él cuando pasaban momentos juntos. Esa chica que se cubría el rostro con su cabello y se la pasaba todos tos días entre siestas, cuadernos y su silencio había evolucionado a esta mujer, llena de risas y una energía exorbitante.

—Mamá dijo que me comprarías un perro para mi bursdag.— la crianza del pequeño había sido bilingüe, siendo el noruego el que más disfrutaba hablar y el primero en el que se comunicó; por lo que, aunque ya usaba el francés, aún se le escapaban palabras a la hora de formular oraciones.

—¿Eso te dijo? — dijo viendo de reojo a la fémina.— pero tu bursdag es la próxima semana.— colocó al niño en el suelo mientras éste se encogía de hombros.

—No te preocupes, det er mange dyrebutikker i Paris.— el infante se refería a que había muchas tiendas de mascotas en esa ciudad. Collin sonrió, ese niño no era tan caprichoso como cuando él era niño; pero cuando quería algo en definitiva disfrutaba de persuadir para obtener a toda costa lo que quería.

—Bien; pero ve a la cama. Pasa de las nueve y mañana tienes escuela.— el niño asintió gustoso e hizo que sus padres se inclinaran para dejarles un beso en sus mejillas e irse a su habitación corriendo descalza. Sonrió mientras lo veía alejarse; esa criaturita lo hacía sentir un orgullo inigualable por cada paso que daba, nunca imaginó sentir un inmenso amor por una de esas bestias que él observaba con tanto desdén en su juventud.

De repente sintió a su esposa abrazarlo por la espalda y aferrarse bien a él, con su nariz sumergida en su nuca provocándole cosquillas. Si lo besaba ahí perdería la total cordura y ella se saldría con la suya; y no es que no le gustara, sólo que ahora tenían otros asuntos que resolver.

80's films (Nathloe, Genderbend)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora