El serafín ángel olvidado

Capítulo 11: me enamoré

Era el año 1814, antes de la era común (E. C), decidí viajar a un poblado cerca de Belén, quería volver al lugar donde nació mi señor, el hijo de mi Dios.

Allí conocí a una chica de majestuosa belleza, me cautivo desde ese instante en que la vi, sus ojos verdes me confundieron y sus labios carmesí me cautivaron, su hermosa figura jugo con mis instintos, y su voz dulce me enamoro en bellas melodías, era de estatura promedio piel trigueña y cabello largo que caía hasta su cintura , pero su nombre me lleno en todo su esplendor,
Celestic, cada vez que la veía era como ver cada maravilla creada por Dios, cada estrella en el infinito era opacada por su luz, por su belleza.
No comprendía lo que me estaba pasando, como yo un serafín fiel a Dios podía terminar enamorado de una mortal, una mujer que lleno mi corazón de algo que no podía expresar con simples palabras, ya que iba más allá de todo lo que podía comprender.
Pero entendí como pudieron terminar enamorado los ángeles de las mujeres en la era del diluvio, además ya tenía muchos siglos en la tierra y me veía más como un humano que como ángel.

Paso el tiempo, no creía poder conquistarla pues tenía demasiados pretendientes gracias a su belleza, pero no fue aquello lo que me cautivo, si no lo humilde y sencilla que era, ese carisma, y esa dulzura que expresaba con cada palabra.

Me acerque poco a poco, me fui ganando su corazón con pequeños detalles, y pude demostrarle que yo no era sólo un ser divino si no alguien con un gran corazón, mi belleza atraía a muchas doncellas, y muchas mujeres se deleitaban con mi prosa, pues había aprendido a expresar lo que sentía mi corazón con melodías arraigadas del alma.
Un querubín me enseñó lo bello de la poesía, me enseñó lo dulce de una melodía, y lo profundo de una palabra sincera, y gracias a eso me pude acercar a ella, con mi poesía llame su atención y cada vez que observa su sonrisa me enamoraba aun más de ella.
Pero como no hacerlo, sentía miles de cosas inexplicables, cosas que ni yo mismo entendía, aunque podía explicar fácilmente como se creó el mundo, no podía comprender por qué sentía tanta atracción hacia una humana, pero estaba seguro que la amaba.

Para ese entonces aparentaba unos veintidós años, y ella se hacer cava a sus dieciocho, y podía ver el brillo de sus ojos cuando me veía.