Capítulo 9

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No sé cuánto tiempo estuve tirada en el césped llorando. Jaden no dijo nada, no me apuró, no preguntó más. Me dio el espacio necesario, esperando pacientemente con mi mano entre las suyas. ¿Qué hacía mi madre aquí? ¿Cuándo había vuelto? ¿Por qué había vuelto? Había millones de pregunta sin respuesta en mi cabeza, pero el dolor impregnándolo todo las dejaba apartadas por el momento. Hacía tanto tiempo desde la última vez que se había ido… Justo antes de que me dejase abandonada en aquella playa, sola, y no volviese nunca. La odiaba por eso, pero también seguía siendo mi madre y, ¿qué adolescente no necesita a su madre?

Fue vagamente consciente de Jaden levantándose y alejándose de mí. Escuché como cerró la puerta de la casa y, de nuevo, volvió a mi lado. Ya había dejado de llorar, pero mi mente seguía tan destrozada y descompuesta como cuando empecé. Noté algo suave pasando por mis mejillas y contornos de los ojos. Era un pañuelo, era Jaden limpiándome las lágrimas. Alcé la mirada y mis ojos se encontraron con los suyos tristes. No dijo nada, no habló, pero tampoco era necesario. Cuando terminó de secar mi cara guardó el pañuelo en el bolsillo y, como si yo fuese una muñeca, me agarró entre sus brazos, llevándome hacia su coche tan cerca de su pecho que, si me concentraba, podía escuchar los latidos de su corazón.

Fue un viaje silencioso, nadie dijo nada. Me percaté de cómo Jaden conducía más despacio de lo habitual, y también de cómo evitó poner música, algo que parecía un arraigado hábito suyo. El viaje sirvió para despejarme la cabeza y, cuando aparcó el coche delante de la puerta de casa, ya era capaz de pensar con claridad. Jaden sacó las llaves del contacto y sus ojos se giraron hacia mí. Y yo estaba mirándole, así que no había forma de escapar de una conversación, pero su pregunta me pilló por sorpresa.

—¿Te ves con fuerzas para entrar en casa?

Había esperado la típica conversación con frases del estilo a “¿Estás bien?”, “¿Cómo te encuentras?”, “Entiendo tu situación…” y cosas por el estilo que nunca me ha gustado responder. Pero Jaden no lo hizo. Parpadeé confusa y me gané una reconfortadora sonrisa de medio lado del rostro de Jaden. Mi corazón aleteó como volviendo a la vida. Raro.

Finalmente asentí con la cabeza y, conforme con mi respuesta Jaden salió del coche para luego abrir mi puerta. No podía ni agradecerle, aun no me sentía con fuerzas para hablar. Quería reservarme todas las palabras para mi padre, para contarle lo que había pasado. Necesitaba hablar con él. Pero cuando entramos dentro de la casa, con el pecho de Jaden prácticamente pegado a la espalda, y me encontré a mi padre abrazando a Kyna, sonriendo, tranquilo, feliz… No pude. No podía romper aquello. Recordaba lo que Jaden me había dicho cuando me pidió la tregua. Dijo que su madre estaba feliz, como hacía tiempo que no la veía. Eso mismo me pasaba a mí, y si le contaba a mi padre sobre mama, no tenía ni idea de qué podría pasar.

Fue por querer tragarme todo para mi sola que mis ojos comenzaron a derramar lágrimas de nuevo. Maldije interiormente porque estaba segura de que mi aspecto daba muy mala impresión, y porque Kyna y mi padre nos estaban mirando, y porque habiendo decidido no contar nada, no quería dar explicaciones. Los ojos de mi padre se posaron en los míos con preocupación.

—Erin, ¿qué ocurre? —Preguntó, pero no pude responderle.

Gemí echándome hacia atrás y choqué contra Jaden. Me giré, y mis ojos suplicantes se encontraron con los de él. Entendió el mensaje a la primera.

—Tuvo un encontronazo con Evan al salir de la casa de su amiga —mintió por mí, lo que se dice increíblemente bien—. Me llamó para que la fuera a buscar y la trajese a casa.

—Oh, Erin, ¿estás bien? —Se compadeció Kyna.

Asentí con la cabeza, en aquellos momentos solo quería subir al cuarto y no salir por mucho tiempo. Y eso hice. Sin decir nada, corrí escaleras arriba y me encerré, desplomándome sobre mi cama. Dejé que las lágrimas cayeran de nuevo por mi rostro. Era demasiado doloroso. Todo esto lo era. Pasó mucho tiempo hasta que alguien llamó a la puerta. No contesté y llamaron de nuevo, esta vez entrando de seguido.

No te enamores de tu hermanastro  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora