Capítulo 19

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Los ojos dorados de aquella niña pequeña parpadearon en suaves aleteos hacia nosotros con curiosidad. Tenía la barbilla alzada y prácticamente necesitaba ponerse de puntillas para poder llegarme a la cintura. El cabello rubio ceniza colgaba lacio a ambos lados de su rostro, sujeto en dos coletos de lo que parecían trenzas desechas. Un mechón rebelde colgaba cosquilleando su diminuta nariz respingona cubierta de pecas, y le apartó de esa forma tan adorable que tienen los niños pequeños, pasando la mano abierta por la cara.

—¿Puedo ayudarles en algo? —Volvió a repetir educadamente cuando ni Jaden ni yo contestamos.

Estaba demasiado anonadada asimilando lo que acababa de pasar. Esta era la dirección, estaba segura, pero… ¿Una niña pequeña? La idea de que esa niña fuese hija de mi madre, de que fuese mi hermana pequeña… Llevaba un floreado vestido veraniego, un tirante le colgaba por el hombro.

—Estamos buscando a Lorelei, ¿está en casa?

Fue Jaden quien habló, incapaz de poder hacerlo yo. La frente suave y tersa de la pequeña se arrugó por el centro, ladeando la cabeza hacia un lado pensativa. Aire del que no me había dado cuenta que estaba conteniendo se escapó de mis pulmones cuando de pronto la niña cambió el ceño por una gran sonrisa llena de dientes de leche y saltó fuera del interior de la casa a mi lado, rodeándome los muslos con sus delgados brazos. Era increíble la facilidad que tenían los niños para invadir el espacio personal de los demás sin sentirse intimidados. Ojalá pudiera decir lo mismo de mí.

—Tú eres Erin, ¿verdad? —Preguntó sin soltarme, levantando la cabeza hacia mí para que sus alegres y brillantes ojos pudiesen mirarme—. ¡Yo sabía que ibas a venir! Caleb dijo que no, pero Caleb es un estúpido. Todos los chicos lo son.

La niña apretó el abrazo alrededor de mis piernas, haciéndome perder el equilibrio con solo la mano de Jaden para estabilizarme. Le lancé una mirada llena de confusión que él también me devolvió. ¿Qué pasaba con esta niña? ¿Quién era Caleb? ¿Cómo era que ella sabía de mí pero yo de ella no?

Unos pasos se acercaron a la puerta captando la atención de nosotros tres.

—Bailey, ¿qué te tengo dicho de no abrir la puerta de…?

Una mujer de unos cincuenta años, ataviada con un delantal blanco y con el pelo canoso recogido en un moño alto apareció en el umbral, jadeando como si hubiese estado corriendo para llegar aquí. Era tan delgada que podía ver sus huesos sobresaliendo bajo su piel. Se calló cuando nos vio a Jaden y a mí, y a la niña pequeña abrazándome como si no quisiera soltar mis piernas.

Me aclaré la garganta sabiendo que ya iba siendo hora de intervenir. Aunque estaba segura de que Jaden hablaría por mí si hiciese falta, no tenía que dejarle cargar con ese peso, esto era mi responsabilidad, mi vida.

—Yo, eh… Estaba buscando a… ¿Lorelei Gray?

Mi voz craqueó haciendo que el nombre de mi madre sonase como una pregunta en lugar de una afirmación. Los ojos de la señora se achicaron convirtiéndose en dos finas ranuras, como si acabase de comprender algo. Como si ella también supiera quién soy yo. Pero no tuve lugar a descubrirlo porque Bailey habló.

—¡Es Erin, Julia! —Exclamó, soltando su agarre y dejando solo un brazo rodeando mi pierna, al tiempo que daba pequeños saltitos. Luego volvió a mirarme a mí, pareciendo de repente algo insegura—. Porque eres Erin, ¿verdad? Te he visto en fotos, aunque ahora eres muy vieja.

Asentí lentamente con la cabeza, incapaz de formular una respuesta hablada. No acababa de llamarme vieja, ¿o sí? Ella volvió a sonreír de oreja a oreja, y solo entonces me soltó y salió corriendo dentro de la casa, no sin antes gritar:

No te enamores de tu hermanastro  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora