El bosque prohibido

Capítulo once (11/32)

Las palabras a veces son más fuertes de lo que parece, y así lo sentía Julio, hubo unas que lo dejó pensando: bonito, contigo y amigo. Matt se las había dicho aquella noche: Bonito: se lo había dicho mientas hablaban del porqué de no tener a alguien

   ― Creo que no soy muy bonito ― dijo Julio como solución de la duda

   ― No, la verdad… eres muy bonito ― Julio se sonrojó

Contigo: se lo había dicho en frases como

   ― Es divertido juntarme contigo

   ― Me gusta estar contigo

   ― Contigo puedo conocer Luz Viva.

Y cosas así. Pero la palabra amigo fue la que lo botó de esa nube de alegría, la había esperado oír, pero  ahora que llegaba lo hacía sentir vacío.

   Al parecer no era un tiempo muy estable de la vida de Julio, el cual de por sí, ya era tímido.

   Se fueron a un parque que Matt no conocía todavía, a esa hora los niños estaban almorzando y Luis se había ido hace una hora

   ― Años ¡Años!, que no vengo a un parque de niños

   ― ¿Te trae recuerdos?

   ― Sí, varios, ― miró a julio de reojo mientras él observaba los juegos ― ¡Pilla’o!! ― Y salió corriendo.

    A Julio no le sonaba el juego diciendo “pilla’o”, pero lo conocía y fue a atraparlo.

   ― ¡pilla’o! ― dijo cuando al fin lo atrapó, imitando la palabra de Matt.

   Eso se volvió un vaivén de “pilla’os”, hasta que Matt cayó rendido al pasto, no estaba acostumbrado a correr como niño: Julio se posó al lado, se miraron y rieron, ambos estaban muy cerca. Julio sentía grandes ganas de darle un beso a Matt, una sensación extraña que era como una presión en el pecho y la sensación de que sus labios se estaban anticipando al roce con los de Matt. Miró a Matt a los ojos y se fue acercando, Matt lo veía cada vez más cerca y empezaron a sentir el mismo deseo que Julio, su boca ya se  había anticipado al beso antes de que ´le lo notara, estaban muy cerca, a unos centímetros, este segundo  antes del beso los hizo sentir como si solo ellos estuvieran aquí en la Tierra, nadie  podría  arruinar este bello momento. Y así fue, con los ojos cerrados ya se estaban besando, sin testigos, sin miedos y sin arrepentimiento.

   Luego de aquel beso se alejaron un poco, solo un pase.

   ― Me gustas, Matt, mucho.

Matt lo besó otra vez, pero esta vez fue más corto. Luego se sonrieron y volvieron en sí.

   Julio miró hacia todos lados

   ― ¡Vámonos!

   ― ¿Por qué?

   ― Por si nos vieron

   Ambos se pararon  y se fueron corriendo hacia la casa de Julio, solo que por pasajes enredados para despistar a los posibles perseguidores.

 Estuvieron juntos en la pieza de Julio hasta que alguien llegó cuando ya era tarde, era Mariana, tacó la puerta de su hijo cinco veces, como formando una eme al golpear.

   ― ¡Adelante!­ ― dijo después de que se habrían soltado sus manos y alejado hasta cierta distancia

   ― Hijo, ya es tarde, creo que Matt debería irse a si casa, mañana se van a ver de nuevo ― cerró y se fue

   ― Mañana sin falta ― sonrió Julio

   Habían estado toda la tarde muy cerca el uno del otro, cruzando las piernas, dándose las manos, abrazándose, dándose las manos; se iban acomodando, pero no hubo otro beso, por eso, cuando se iba, Julio planeó besarlo para despedirse.

   Matt se acercó a la puerta de la pieza

   ― Espera ― dijo ― no te vayas sin una despedida como corresponde ― de le acercó, pero le dio nervios y se lo dio en la mejilla

Matt recibió el beso encantado, pero no era lo que esperaba, a penas terminó el beso, Matt rodeó con los brazos a Julio y lo besó en la boca. Este beso, a diferencia del anterior, sí contaba como un beso real, tenía todo lo necesario

   ― Te amo ― dijo Julio finalmente y sin soltarle la cadera

   ― Recuerda ir a buscarme mañana.