Capítulo siete (7/32)

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   Día uno sin Matt: Julio se había acostumbrado tanto a la compañía de Matt, que ya estar sin él se le era difícil, aunque solo era un día, había estado solo tanto tiempo y Matt le quitó es rutina de un día para otro, solo habían sido pocos días desde su llegada, no más de una semana ¿Cómo es posible eso?, se la pasó de un lado a otro, antes solía conversar todo el día con su madre, pero ahora que él no estaba tenía tiempo para salir con sus amigas. Se sentía muy aburrido pensando, prendió la televisión, estaba en el único canal llamado LV, era lunes y eran las diez de la mañana, la programación era muy aburrida, Julio se paró del sillón en el que estaba y apagó la televisión, se fue a su pieza, se acostó en su cama, sabía que era raro, pero tenía la necesidad de dormir abrazando su almohada (y sabiendo que no llegaría  nadie en horas) lo hizo. En su mente estaba presente en cada momento su amistad con Matt, se imaginaba en la calle riendo, viviendo juntos, como amigos, y… Se había quedado dormido pensando en él. Tocaron la puerta, Julio había soñado… algo… que sinceramente… era imposible de recordar. Se levanto, se arregló el pelo que lo tenía muy desordenado y fue a abrir ¡Era Matt! Venía a entregar a los Ceballos la cruz prestada. Julio lo invitó a pasar, Matt no conocía esa casa, todo era nuevo, era la primera vez que entraba, y Julio le mostró su pieza, Matt se sorprendió al notar que era casi igual a la de él, la única diferencia era que él había llegado hace cuatro días.

   ― ¿Salgamos ahora? ― propuso Julio

   ― Son las siete, ya se va a hacer tarde, no nos van a dejar ¿Y si hacemos una piyamada? ― le dijo como chiste lo de la piyamada

   ― ¿Qué?

   ― Nada

   ― Ya’po, dime qué es una piyamada ― dijo sonriendo y rogando levemente por alguna razón

   Matt le devolvió la sonrisa

  ― Es cuando te quedas a dormir donde un amigo

  ― Ah… no sé, no creo que nos dejen. En todo caso, lejos… no es.

    Matt fue a la casa de su tía para pedir permiso. Mientras paseaba de una casa a otra, notó que su crucifijo estaba fuera de su polera, su padre les había enviado dinero para comprarlo. Antes con el crucifijo que les habían prestado los Ceballos, se había acostumbrado a ese peso, a ese peso exacto, este pesaba un poco menos, insignificantemente menos. Llegó, encontró a su tía instalando un teléfono fijo.

   ― ¿Qué hace tía?

   ― Cociendo papas (!)

Matt no respondió, prefirió no decir nada, por eso hubo un silencio interrumpido por la llegada de Sofía

   ― ¡Mamá! ¡Mamá! ¿A qué hora llega mi abuelita?

   Sara la miró concentradamente enojada, haciendo notar que no debió decir eso, Sofía puso una cara muy asustada, quizás más de lo que Matt hubiera esperado

   ― ¿Qué abuela?

   ― La tuya ― Matt no la conocía, no sabía quién era, por ahí había oído un nombre, algo así como María… Marta… Maritza… algo con Mar-. ― Va a venir tu abuela y tu tía Julieta ―  A Matt no le gustaban los nombres de su familia, eran todos nombres antiguos, es decir ¿Quién se llama Martino en estos días? ― Con tu prima

   ― ¿Cuándo viene?

   ― Llega en un rato más

A Matt le invadió una emoción por conocer a su abuela

   ― ¿Por qué no habían venido antes?

   ― Sí, vino la Julieta, pero tú no estabas, por eso pongo teléfono fijo, porque me enteré que ellas también tienen, así nos comunicamos más rápido que andar ahí… subiendo el cerro ― dijo alargando la e de forma cansada.

   ― ¿Cómo es ella?

   ― ¡Ay!, no sé, de ahí la vas a ver

   Pasaron cinco minutos y tocaron al fin la puerta, Matt quería saber qué tan diferente era una abuela a la otra. Sofía fue corriendo a abrir la puerta y Alejo venía de su pieza, por ese suave y delicado grito de su madre (!), que de seguro se oyó hasta la otra cuadra. Sofía abrió y detrás de la puerta apareció una mujer de 63 años, junto a otra de 42. Entraron y se sentaron en uno de los sillones del living. Era su abuela una señora muy callada, pero su tía no, conversaba de la vida y veía a Matt muy curiosa, cuando Matt le tomó confianza le preguntó el porqué.

   ― Te pareces a mi hija

Resulta que su hija había desaparecido hace ya varios años, por lo cual todos sabían que estaba muerta. Se le habían muerto sus dos primeras hijas, solo le quedaba una de once años que todavía no llegaba, se llamaba Alexis.

   Su abuela parecía no importarle Matt o si le importaba, no lo demostraba, trató de hablarle, fue una típica conversación de hola… cómo estás… preguntar por la familia y un final y rotundo “qué bueno”, se aburrió de ella, su tía Julieta era más agradable, quizás por parecerse a su prima fallecida

   ― ¿Cómo se llamaban sus hijas?

   ― Anita, Valeria y Alexis

   ― ¿En qué me parezco a mi prima?

   ― Tienes algo en la mirada, en la forma de reír… no sé bien aún

    Tocan la puerta, Sara abrió, era Alexis, alta, como del porte de Matt, aunque cuatro años menor, no se parecía a su madre, era seria de aspecto.

   ― ¿Qué pasa hija?

   ― Mi papá no quiere venir, no sé qué le pasa ¿Por qué nunca viene? ― dijo sin notar que Matt estaba ahí

   ― Hija, a él… simplemente no le gusta venir por estos lados

   ― ¿Pero por qu… ― vio a Matt―…ién es él?

   ― Es tu primo Martino

Matt se le acercó

   ― Hola, dime Matt ― la saludó con un apretón de manos y una sonrisa

   ― Hola, dime como quieras, siempre y cuando me agrade

   Trató de acercarse a su familia, solo pudo acercarse a su tía y a su prima. Ya era tarde y  los familiares de Matt se iban a su casa.

   Ya era tarde y Julio, amigo de Matt, lo esperaba en su casa. Aún sentado en el sillón al lado de la puerta, de repente miraba corriendo un poco la cortina a su espalda. Quería que Matt llegara pronto, salió de su casa, iba a ver por su ventana por si venía, se paró y salió a la calle, no se acercó demasiado, solo lo suficiente para mirar por la ventana de la casa de al lado, no lo veía venir, pero veía que habían visitas,  no las reconocía, pero habían.

   Volvió a su casa, se había quedado con las ganas de que Matt se quedara a dormir en su cama, perdón casa. Pero mañana se verían, eso era un consuelo, se fue a su cama a dormir, así esperaba menos tiempo.

El bosque prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora