¿Es eso posible?

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Mi armadura de Valkyria progresaba favorablemente. Por fin me la coloqué por primera vez. Aún estaba en fase beta pero  funcionaba correctamente. Me permitía localizar a aliados heridos en un ratio de 300 m. Aún así mis armas bióticas no estaban listas. La Dra. Ziegler investigó arduamente sobre como convertir aquel polvillo que desprendía al absorber energía vital en nanobióticos, de hecho la primera pregunta que me hizo fue: "¿es eso posible?"

 Ziegler investigó arduamente sobre como convertir aquel polvillo que desprendía al absorber energía vital en nanobióticos, de hecho la primera pregunta que me hizo fue: "¿es eso posible?"

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Hubiese preferido que todo acabase en una simple pregunta y mi posterior explicación sobre mi hipótesis de la transformación... pero no fue así. Ese día Angela no estaba de muy buen humor, o eso es lo que me pareció a mí. Su sonrisa apenas aparecía en su rostro y su bondad se había esfumado como un vaso de agua al sol.

—Moira, am... -tomó aire mirando los documentos-. ¿No te parece esto... demasiado bestia?
—¿Cuándo hemos perdido la formalidad para pasar a ese lenguaje tan vulgar?
—Cuando perdiste tu ética y educación ciudadana.
—¿Perdón? Eres la única que me está faltando el respeto aquí.
—Mira Moira... acepto encantada que trabajemos para Overwatch y colaboremos en proyectos medianamente normales, pero esto es pasarse. Recuerdas como llegaste aquí, ¿no? Con experimentos inmorales como el de tu brazo.
—No entiendo que hay de malo o inmoral en arrebatarle la vida a un enemigo, ¿no hacen eso las pistolas y distintas armas de fuego o blancas?
—Haz lo que te de la gana. -dijo yéndose.

Se largó, dejándome con media arma hecha. Recuerdo al principio abrí la ventana y me asomé para que me diese un poco el aire. No tenía ganas de aguantar a crías en la edad del pavo. Pasados unos minutos decidí ir a buscar a Angela. No fue nada fácil, pues apenas había gente en los pasillos de los laboratorios y no tenía la más remota idea de donde estaba.

Tardé unos 10 minutos en buscarla, hasta que finalmente alguien me dijo donde la vio, no sin preguntarme si era Moira O'Deorain. Debería cambiarme de nombre... o mejor no y que así teman mi poder. El caso es que llegué a la sala de descanso, que ni sabía que había, y encontré a Angela sentada en un sillón al lado de la máquina de cafés, tomando de un vaso de plástico una tila.

—¿Bueno, ya has acabado con el circo? -inserté unas monedas que llevaba sueltas para tomar un café con leche. No contestó así que continué-. Sabes que no estás forzada a ayudarme.

Angela dio un sorbo a su tila humeante y dirigió la mirada hacia mí.

—El otro día mis compañeros me vieron hablando contigo. -admitió con sinceridad mientras yo finjí estar sorprendida, pues a nadie de Overwatch le gustaba ni un pelo verme allí-. Empezaron a decirme que eras una mala influencia para mí y mis experimentos, y me enseñaron atrocidades que hiciste en el pasado, entre otras, tu brazo.
—Atrocidades... no muchas chicas han descrito mi brazo derecho con ese nombre. -sonreí evadiendo el tema de mis experimentos por uno más verde.

Angela al principio pareció no captarlo, pero un rápido movimiento de dedos en el aire la volvió roja como un tomate. Una carcajada salió de mí al ver tal reacción. Era tan inocente... Tomé mi café y me senté al lado de ella. Un breve silencio se presenció mientras la chica miraba hacia otro lado sin saber que decir. Yo di un sorbo al café con leche, dejando un fino bigote de espuma en mis labios.

—Oye, Moira... -llamó mi atención y nos miramos la una la otra, aunque esta sonrió y me limpió el labio superior de espuma-. Igual esta es una pregunta algo personal pero... ¿cómo puedes hacerlo con ese brazo? -preguntó de golpe- Osea, me refiero, se supone que drenas la vida y además, tienes las uñas super largas... -se excusó con una sonrisa nerviosa.

Sin duda la pregunta me hizo reír un montón. Nadie se había atrevido antes a hacerme una pregunta de ese tipo. Por supuesto, con lo lasciva que soy le contesté.

—Sabes, hay más utensilios para satisfacer -dije refiriéndome a dildos y strapons-, aunque siendo honesta, las uñas a mí no me molestan, pero si prefieres que use la izquierda contigo... -dirigí mi cabeza hacia mi mano izquierda de uñas cortas mientras de reojo miraba el gran sonrojo de Mercy, el cual progresaba adecuadamente-. ¿Bueno, no nos hemos distraído bastante?-concluí pasado la risa.
—Si, vayamos. Siento que me pusiese así... se vuelven insoportables y no hay quien los aguante.

Me levanté con ella del sillón y tiré los vasos vacíos a la papelera. Nos dispusimos a marchar de allí, pero antes la interrumpí. Rodeé su cabeza con mi brazo izquierdo y aparté un poco su pelo.

—Decidas hablar conmigo o no, al menos hazlo por decisión propia. No serías la primera ni serás la última.

La cara de Mercy se volvió algo triste al oír eso. Inesperadamente tomó mi brazo como si lo abrazase, apoyando su cabeza en mi hombro. Yo no le di importancia, bueno, estaba roja como un tomate, y volví al laboratorio junto a ella.

Una vez allí sobraron las palabras. Ambas nos pusimos manos a la obra.

Mis orígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora