Una promesa y una mentira

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La misión fue un éxito, de resultados brillantes. Tanto yo como Gabriel estabamos impresionados con el poder que poseía en ambas manos. No fue una misión difícil, pues Talon estaba callado, muy callado. Estaba segura de que el comandante no se fía en absoluto de ellos. No sabría que opinar, pues cada uno lucha por sus ideales, como yo por los míos en la búsqueda de hallar el máximo poder biológico que jamás haya existido.

Salimos de la base todos juntos y McCree decidió que debíamos ir a celebrarlo. La idea sonaba fantástica, pero la noche tenía unos planes diferentes para mí. Nada más bajar por las escaleras una rubia de ojos azules algo más baja que yo aguardaba por mí. No hace falta decir que se trataba de Angela. Yo me quedé quieta desde las escaleras con un leve sonrojo y cara de sorpresa mientras mi equipo, Reyes y McCree, comenzó a saludarla y a persuadirla para que viniese con nosotros al bar.

—¡Ey, Angela! ¡Apúntate a tomar unas cervezas! ¡Moira ha superado su primera misión con éxito y hay que celebrarlo! -exclamaba Jesse dejándome en evidencia mientras rodeaba con su brazo los hombros de Angela.
—Ay, Jessie... -se rió pero acto seguido se sonrojó-. Me temo que no puede ser. Estaba esperando por alguien... -bajó algo la voz como avergonzada.

Al principio pensé que se refería a mí, pues era hacia donde su vista apuntaba, pero Genji se encontraba justo a mi lado, lo que me hizo dudar bastante. Este la saludó y yo lo imité. Angela nos sonrió a ambos, pero nos cambió por Reyes. Genji y yo nos miramos algo confusos, al menos nuestras caras no lo expresaban demasiado. Pasaron unos minutos y el comandante tomó, por fin, la palabra.

—Genji, McCree. ¡Vámonos a tomar unas copas! Pasadlo bien chicas.

Me sorprendió y de repente Angela me tomó del brazo y colocó su cabeza en mi hombro con la sonrisa de un ángel. Ambas pusimos rumbo a mi casa. Estaba sonrojada por el gesto e intentaba no dirigirle la mirada, aunque lo acababa haciendo finalmente, dejándome apresar por esos ojos azules preciosos.

—¿No vas a decir nada por la sorpresa? -preguntó juguetona.
—Me has dejado sin palabras, literalmente. ¿Tienes alguna especie de vínculo especial con Gabriel? Parece que tenéis mucha confianza.
—Bueno, ya llevo un tiempo trabajando para Overwatch, además de que lo he tratado en varias ocasiones después de alguna misión de riesgo. Supongo que salvar vidas otorga privilegios. -se rio mientras yo me limité a seguirle la corriente-. En fin, bueno, vine hasta aquí porque me apetecía verte y... porque echaba de menos dormir abrazada a ti.
—Uy, ¿huele a autoinvitación? -me burlé acariciándole el pelo con mi otro brazo.

Volvió a reír asintiendo como niña que no había roto un plato. Adoraba picarla, un suave rubor aparecía en sus mejillas haciéndola más adorable. Me gustaba mucho lo risueña que era e incluso divertida. Bueno... igual solo estoy sufriendo los síntomas del amor.

Una vez en mi casa, después de haber cenado, nos tumbamos ambas en el sofá viendo una película, ella encima mía mientras le acariciaba la cabeza entrelazando mis dedos con su cabello. Ella apoyó su mano derecha en mi brazo izquierdo, y de repente un escozor intenso recorrió mi cuerpo, haciéndome gritar. Angela se alarmó y me mandó quitarme la chaqueta. Observó mi brazo sano y desnudo, bueno, sano no estaba pues una profunda herida cortaba parte mi brazo.

—¡¿Joder, tenías esto abierto y no pensabas decirme nada?!
—Angela tranquilízate, no sabía ni que lo tenía. Últimamente tengo dificultades al sentir dolor, pues me curo demasiado rápido.
—Voy a coger una toalla y agua para limpiarte la herida de la sangre seca de alrededor y un poco de yodo para desinfectarla. -se levantó en dirección al baño como si conociese mi casa de toda la vida.

La herida en sí no estaba nada bonita. Tenía pinta de haber sido un disparo que fue capaz de atravesarme la armadura sin darme cuenta. Mediría algo mas de 5 cm de largo. Preferí no darle importancia para no preocupar más a Angela, al fin y al cabo estaba con una de las mejores doctoras del mundo.

Unos cinco minutos más tarde volvió con una toalla, una tina llena de agua y un bote de yodo. Me pareció una exageración pero no iba a ser yo quien le iba a llevar la contraria a una cabezota como Angela. Mientras aplicaba la toalla mojada con cuidado sobre mi brazo decidí comenzar una conversación.

—¿Angela, cariño, no crees que esto es demasiado?
—¿Sabes cuántos heridos de guerra han muerto por heridas infectadas?-preguntó con seriedad.

La pregunta me hizo callar al instante. Tomé aire y decidí hablar otra vez, pero de un tema diferente.

—Estaba pensando... Talon tiene pinta de ser fuerte, o al menos eso me dijeron McCree y Gabriel... ¿Y si me volviese de los malos? -pregunté con una falsa inocencia.
—No digas tonterías, Moira. -respondió centrada en su trabajo.
—¿Si te ofreciesen un mejor puesto de trabajo no lo harías?
—Moira...
—Yo creo que aceptaría, pero solo si tu estuvieses a mi lad... ¡Ahh!

Mercy aplicó el yodo sobre mi herida sin darme cuenta, comenzando un ardor a recorrer mi cuerpo. La suiza me echó la lengua y miró para otro lado en desaprobación a mis palabras. Volvió a centrarse en mi herida y con una venda la cubrió. En silencio se quedó observando mi brazo.

—Oye, Moira. Si por algunar razón desaparezco, ¿qué harías?
—Crearía un clon de ti.

Comencé a reír, pero frené en seco pues Angela me miró frunciendo el ceño y a punto de tocar mi herida.

—B-bueno a ver, era una broma, sweetie. No se me dan muy bien las cosas cursis... pero daría la vida por ti.

Entonces unos brazos fríos rodearon mi cálida espalda. Correspondí al abrazo con cuidado, acariciando su cabeza de nuevo.

—Prométeme que... jamás me abandonarás... -comenzó a sollozar, provocándome confusión al no saber que había ocurrido que hubiese cambiado de esa manera su estado de ánimo.
—Te lo prometo. -respondí firmemente.

En aquel momento lo había dicho con todo mi condenado y marchito corazón, pero desafortunadamente, odio decir esto, pero mentí.

Mis orígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora