Crema de cacao

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La noche se alargó más de lo previsto. Sin duda una de las mejores que he llegado a tener, si no fuese por la falta de sueño que tuve en mi primer "entrenamiento en serio".

Angela y yo nos besamos apasionadamente en el Black Paradise. Sus labios se fundían en los míos, tan suaves, finos, perfectos... La velada no podía acabar solo ahí.

Pagué la cuenta y me fui con ella a mi casa. Recuerdo que seguimos liándonos en el taxi de vuelta. A su lado el tiempo pasaba más despacio. Me acariciaba con ternura la cabeza, el cuello, la espalda... pero cuando todo llegó a ponerse mejor fue en mi apartamento.

Nada más entrar, mis perros se dirigieron a la entrada, pero al verme acompañada entendieron que no estaba disponible para ellos

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Nada más entrar, mis perros se dirigieron a la entrada, pero al verme acompañada entendieron que no estaba disponible para ellos. Cerré la puerta con mi pie absorbida por los ojos azules de Angela.

—¿En el sofá o en el dormitorio? -pregunté provocadora besándola en el cuello mientras desabrochaba mi americana.

Ella se limitó a reír y a aceptar los besos que le proporcionaba. ¿Cómo podía ser que su inocencia era lo que más me encantaba? Guapa, inteligente, cariñosa, con sentido del humor,... ¿había dicho inocente?

La habitación estaba muy lejos, nada más entrar torcimos a la izquierda y la tumbé en el sofá, donde saqué su gabardina rosa claro. Lancé mi americana y nuestros zapatos volaron por el salón. Levanté su camiseta blanca, la cual acabó también en el suelo, y la besé por sus pechos, ocultos tras un sostén azul de encaje. Ella no se quedó atrás, y comenzó a desabrochar mi blusa pasando sus manos por mis tetas.

Podría estar besándola todo el día, explorando cada rincón y curva de su cuerpo. Era suave y blanquecina como el algodón, sin duda un menú tentador para una cena. En cuestión de minutos ambas estabamos desnudas de cintura para arriba, besándonos en los labios mientras nuestros pechos se acariciaban gustosos de conocerse.

Nuestras manos eran las encargadas de explorar nuevo territorio, las suyas desabrochando mi pantalón y las mías bajando la cremallera de su falda, tirando de sus medias. Separé nuestros labios deseosos de más y saqué su falda y medias definitivamente, besando y acariciando sus piernas, centrándome sobretodo en sus suaves y pequeños pies. Mordisqueé las puntas de sus dedos mientras esta apretaba sus pezones mirándome con deseo.

No la hice esperar más y mis manos fueron a por sus braguitas, las cuales quité arrojándolas encima del televisor. Mi boca se dirigió a sus labios vaginales, besándolos y lamiéndolos con mimo. Angela había colocado sus piernas sobre mi espalda, permitiéndome acceder con mis manos a sus nalgas, cuales apreté y azoté.

Mi instinto no me permitía parar. Lamí lo más rápido y profundo que pude, como si de néctar de dioses se tratase. Sus jadeos y gemidos solo calentaban más el ambiente. Me centré en su clítoris y lo lamí en círculos mientras mi mano izquierda comenzaba a introducir sus dedos dentro de ella. Al principio fue con algo de dificultad, pues soy diestra, pero un buen movimiento de muñeca fue clave para venirse en mi mano. Sus paredes vaginales se contrajeron al máximo, su espalda se arqueó y de sus labios salió aquel satisfactorio "¡Oh, Moira!". Estaba segura que ya mis vecinos conocían mi nombre de sus chillidos.

Tras el clímax llegaba esa sensación de placer y relajación que proporciona el cuerpo. La besé en su vagina y escalé por su tripa, saltándome sus pechos, hasta llegar sus labios, cuales besé alrededor. Unos brazos con debilidad me rodeaban, acariciando mi pelo y jugando con este en agradecimiento.

Me levanté del sofá y ayudé a Angela a dirigirse conmigo a la cama. Me hubiese gustado decir que la llevé en brazos como una princesa, pero carezco de dicha fuerza. Una vez en mi dormitorio ella decidió entrar en el baño. Yo aproveché y quité mis pantalones y bragas, pues me estorbaban. Pasaron unos minutos y Angela salió.

—Oye Moira, por casualidad tienes crema de cacao?
—¿Es que quieres cenar? -pregunté extrañada por la pregunta.
—Algo así. -sonrió de una forma en la que claramente ella tramaba algo.

La sorpresa fue más agradable de lo que esperaba. Una vez llegué de la cocina Angela me esperaba en cama cual perrita espera a su dueña al salir de casa. Me la comería otra vez, aunque admito que también tenía ganas del caso contrario. Mi amante me arrebató el cacao y me tumbó boca arriba. Se sentó sobre mi cintura y empezó a frotar su coño contra el mío, lo cual me excitó bastante pues el de Angela aún estaba caliente y mojado.

Al principio me sentí un lienzo. Ella tomaba un poco de chocolate y lo untaba por mis senos dibujando un corazón en cada uno y dejando una puntita en el pezón. Me estremecía pues estaba algo frío, pero Angy me lo recompensaba dejándome chupar su dedo lleno de chocolate. Fue una noche muy original para ser la primera.

Su lengua seguía el camino de chocolate que había descrito, retirándolo. Una vez acabado me besó para sentir ese sabor dulce. Le acaricié la espalda y la dejé seguir. Esta trazó otro camino hasta mi vagina, colocando muy poco de crema en mi clítoris. Solo en pensar como iba a acabar el trayecto me ponía aún más. Sin desviarse llegó a lo más íntimo de mí, donde lamió sin ningún reparo. Verla como lo comía y como miraba para mí era como estar en el cielo. Gemí como no había hecho nunca y moví mis caderas involuntariamente hasta que de pronto el chocolate se mezclaba con mis jugos vaginales, limpiados por la lengua de Angela.

Yo cerré los ojos y respiraba con fuerza debido a la intensidad del orgasmo. Oía a Mercy reír y notaba sus caricias por mis brazos y barriga. Me besó repetidas veces en la mejilla, era una sensación perfecta, tanto que acabé quedándome dormida nada más finalizar el acto.

Angela abrió la cama y me ayudó a meterme dentro. Apagó la lámpara y dormimos abrazadas bajo la luz de la luna.

Mis orígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora