¿Qué era ser feliz?

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El calor que desprendía mi mejilla izquierda era la prueba definitiva del bofetón que Angela acababa de darme. No lo entendía. Sentí que había hecho algo mal, pero a la vez mi racionalidad me decía que todo había sido correcto. Reyes fue quien quiso todo esto, y yo se lo he dado, ¿por qué me siento culpable de algo que esta bien? Igual dudo en el fondo, pues el término medio entre el bien y el mal es más estrecho que 1Å.

—Llevo aguantádomela durante todo el trayecto. -justificó su bofetón enfadada mientras yo me tocaba la mejilla-. Sabes, no sé qué diantres pensaba que algo me decía que podía cambiar tu forma de ser, que juntas ibas a dejar de ser la típica científica mala... pero no. ¿Llevas con esta locura... un año? ¿Dos? -tomó aire-. Mira Moira... Como Gabriel no salga de esta, no sentiré pena alguna de que te vayas de Overwatch. Debí haberles hecho caso a todos muchísimo antes, de no fiarme de ti, de no estar cerca tuya... y ahora tanto Gabriel como yo somos dos putas víctimas, scheiße... -bajó la cabeza y la voz con cierto arrepentimiento de lo que estaba diciendo.

Yo... pues me sentí vacía, muy vacía. La vi irse dentro del edificio dejándome sola en la entrada. Siempre pasaba así, ¿no? Ya estaba durando mucho. Las parejas son indeterminaciones, nunca sabes cual será el resultado, algunas son un simple lío, otras duran unos meses... pero rara vez duran infinitamente. En mi corazón sentía una punzada muy fuerte, hacía tiempo que no estaba ahí, que no la sentía, y volví a cerrarme en mi misma, a ocultar mis sentimientos a "no sentir nada". Al fin y al cabo, Angela nunca se enamoró de mí, sino de una idealización mía... se supone que me tienen que querer tal y como soy, y ella lo hacía a medias.

Mientras mis lagrimales humedecían mis ojos, a pesar de intentar detenerlos, fui hasta donde se encontraba Gabriel, no quería perder a nadie más... ¿Qué era tener amigos? ¿Qué era tener pareja? ¿Qué era ser feliz?

Una vez llegado a la habitación y antes de coger un par de cosas de mi laboratorio me encontré a Angela con una bata de doctora semejante a la mía. Una mirada de odio se clavaba en la imagen de mi cerebro, trayendo recuerdos a la mente: "De no fiarme de ti". Yo fui quién no confió en Angela, por eso no se lo conté, pero no fue solo eso. Era obvio que se enfadaría, y si se me ha escapado a mí, seguro que a ella le pasaría igual.

Entré en la habitación a solas con Reyes. Observé que tenía diferentes marcas en su cuerpo de las que salía humo. Tomé asiento y desde una mesilla comencé a preparar una inyección.

—Veo que ya estás listo para matar, ¿eh? -bromeé para ocultar mi malestar interior.
—Moira, esto no me hace ninguna gracia.
—Te pondrás bien, pero antes... -extraje un líquido amarillento con nanobióticos y después otra jeringilla con ADN modificado-. ¿Por qué llamaste a Angela y no a mí?
—De repente empecé a sentirme mal y me caí al suelo. Pensé en llamarte, pero no podía moverme.
—Ahora ha descubierto todo sobre nuestro experimento... -tomé un brazo suyo y le inyecté en la vena con cuidado el suero.
—Mierda... -dijo enfadado y luego fijándose en mí-. Oye Moira, tienes la mejilla izquierda muy roja, ¿qué ha pasado?
—Problemas de pareja. -contesté cortante y cambié de tema-. Esto frenará el humo negro, aunque no significa que no puedas recaer de nuevo. En fin, supongo que seguirá en pie nuestra misión, ¿no, comandante?

Tal y como pregunté la puerta se abrió de par en par interrumpiendo la conversación al instante, mientras clavaba la segunda inyección. Era Angela, de nuevo.

—Disculpa Dra. O'Deorain, te hallas con "mi" paciente -dijo la Dra. Ziegler con énfasis-, el cual no está habilitado para participar en ninguna misión y deberá permanecer en observación 24h.
—Ya ya, el discursito te lo sabes muy bien, pero jamás pronunciarás bien mi apellido.

Contesté arrogante mientras me levantaba y tomaba una bandeja con mis cosas. Una mirada fría y con odio salían de mis ojos rojiazules, que chocaban con los azul cielo de Angela. Los cerré y me dirigí a Reyes para decirle que si había algún cambio para bien o para mal que me lo notificase.

—¡¿Cómo puedes seguir confiando en ella?! ¡Mira cómo estás, Gabriel! -escuché una vez la puerta cerrada-. Además, más te vale que me digáis que planeáis.

Decidí irme, y volver a casa. No tenía humor para nada ni nadie más. Recibí un correo en mi teléfono... un correo que me dejó muy pensativa y que me daría todas las papeletas a una venganza servida en un plato frío. Al principio pensé que rechazaría la tentadora oferta... pero lo dejé para más tarde.

Llegó el día de ajustar cuentas. Era hora de atacar Venecia. A pesar de su enfado, quería vengarme de Talon de todas formas. Podría haberla perdido para siempre. ¿Y si la bomba hubiese explotado en Suiza? ¿Dejarla inerte en el otro mundo junto a sus padres? Le prometí que nunca la abandonaría, y como estaba a punto de hacerlo... tomé la decisión de protegerla, y así hice.

Reyes estaba en buenas condiciones, se lo había preguntado incluso para no repetir lo ocurrido. Nos infiltramos sin problemas dentro, el problema fue la salida. Nos encontramos cara a cara con Antonio Bartalotti, quien pensaba que con unas bonitas palabras Blackwatch iba a ablandarse. Ver como mi comandante, mi arma humana, se cargaba de un solo tiro a ese enjendro... me llenaba de una satisfacción y orgullo tremendos. Sonreí y, mientras el vaquero enloquecía, apoyé la decisión de Gabe junto al cyborg.

Mis orígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora