En algún momento de nuestra vida podemos vivir en Comunidad, pero que ocurre cuando realmente las puertas de cada casa se cierran. Agustín nuestro protagonista se embarca en una historia digamos poco convencional, donde las interacciones huma...
—Hola cielo— me saluda Lydia antes de darme un beso, —no tendrás una de esas para mi—, me dice al tiempo que trago la pastilla para asentir mientras le ofrezco una junto a un vaso de agua.
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Y es que es el resultado de lo ocurrido nada más llegar a casa, asaltar de forma indiscriminada el pequeño mueble bar que nos dejó Alex en el salón, como si con ello cada uno intentara espantar los fantasmas, aunque pienso que más bien ese fue mi caso, puesto que Lydia bebÃa por inercia tras la fiesta.
—Por que no te echas?— la sugiero antes de darle un dulce beso en la mejilla, palabras al oÃdo que acompaño con un ligero abrazo que en muchas ocasiones es mejor que cualquier medicación.
—Solo si me acompañas— me responde mientras sostiene mi brazo entre los suyos, como si tuviera miedo a dejarme escapar, y es que ahora mientras la contemplo una vez más me llega a la cabeza la definición de resaca, como si a cada uno le hubiera afectado de distinto modo.
De nuevo en la cama nos abrazamos, mientras el peso de su cuerpo descansa en buena parte del mÃo mis manos acarician su pelo, con la mirada fija en el techo mi cabeza no deja de pensar, cosa seguro que en su caso pasa igual, porque no tarda mucho tiempo en hablarme tras un breve silencio.
—Estaba pensando...— empieza si bien deja las palabras al aire, como si esperara que la incite a seguir, cosa que hago tras no decir nada durante un buen rato.
—...En la fiesta— me suelta sin terminar de concretar, como si dar un rodeo fuera el mejor camino para tratar asuntos que solo recordarlos dan resaca o malestar general.