En algún momento de nuestra vida podemos vivir en Comunidad, pero que ocurre cuando realmente las puertas de cada casa se cierran. Agustín nuestro protagonista se embarca en una historia digamos poco convencional, donde las interacciones huma...
Como cada mañana desde hace años tras levantarse Susana sigue su rutina. Una ducha a la que sigue su leche corporal, preparar el desayuno familiar, la ropa y los enseres de los niños, revisar una vez más la lista de la compra anotando aquello que considera que falta, para una vez terminado apoyarse en la encimera de la cocina donde se toma su café con leche acompañado de un par de tostadas, mientras el resto de la familia se toma el desayuno en la pequeña mesa dispuesta en la cocina. Y como ocurre desde que volvieran de luna de miel, todos están desnudos porque en aquella casa se practica el nudismo por encima de todo, considerándolo una religión al menos para ella.
Llegada la hora Susana les espera uno a uno en la entrada de casa, donde tres montones de ropa perfectamente doblada les espera, ropa que se van colocando para una vez terminado darle dos besos antes de ir a hacer sus quehaceres, si bien aquella mañana en la despedida de los niños coincide con Arturo, su vecino del B, que como en las pocas veces que le ha visto, se queda embobado contemplando su cuerpo desnudo antes de que Susana le cierre la puerta en las narices.
«¡A ver si te echas novia de una vez!» se dice mientras vuelve hacia la cocina con idea de dejar todo listo para la comida, es pronto pero «a quien madruga, dios le ayuda» se dice alegre antes de poner la radio que le anima con sus tareas cotidianas. Porque Susana es una ama de casa «y muy orgullosa de serlo» se dice mientras limpia el polvo o pasa la escoba y fregona.
«Las 10 de la mañana, 9 en Canarias...» dice la radio mientras fiel a su cita Susana se pone un vestido ligero y sin ropa interior para bajar hasta el buzón, ya en el mismo se demora el tiempo suficiente para oír silbar a su vecino, señal inequívoca de que esta bajando por las escaleras, así que se toma su tiempo mientras llega al principio de las mismas cuando vislumbra su perfil próximo a la segunda planta, es Diego, y como sucede desde la primera ocasión en la que se encontraron Susana se hace la distraída mientras lee la correspondencia al tiempo que se cruza con él saludándose, saludo al que Diego acompaña con un piropo para sentir después como la mirada de aquel joven se clava en su cuerpo lleno de curvas, así que leal a su costumbre ella se detiene en mitad de las escaleras con la pierna derecha en el escalón superior, dejando entrever parte de su cuerpo en el momento que ella continua con la vista fija en aquella carta que ni lee, conocedora de que aquel hombre se ha detenido para recrearse, hasta que dice algún comentario ocurrente, señal para que Susana sonría para si misma antes de continuar subiendo hacia casa.
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Si bien ese día al llegar a su planta, se cruza con alguien más a quien no esperaba ver para detenerse apenas unos instantes y hablar con él, tras lo cual abre la puerta de su casa no sin antes volver la mirada hacia aquel trasero que tan bien se mueve, si bien es pillada infraganti por esos increíbles ojazos.
Ya en la seguridad de su casa Susana se libra del vestido que vuelve a su sitio, es decir en la percha de entrada, para después quitarse las sandalias que deja en el zapatero mientras su cabeza se inunda de imágenes, como la de Arturo mientras se recrea viéndola, al tiempo que la recorre un escalofrío según recuerda aquellos ojos fuera de sí, como la de Diego observando sus movimientos si bien sus ojos no expresan lo mismo que los de su amigo, él sabe hacerla desear mientras sus pupilas recorren su piernas, sus muslos y como en el caso de hoy su sexo.