Capítulo 4. En la casilla de salida

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Domingo. Dia 1

Bip Bip Bip ... Bip Bip Bip.

Somnoliento busco el despertador del móvil, como ocurre en estos casos siempre que uno lo necesita a mano es cuando se encuentra bajo una pirámide de ropa puesta el día anterior, justo en la ultima prenda dentro de un bolsillo dado la vuelta, pero solo cuando logro alcanzarlo y detener el incesante ruido es cuando me percato que mi hermano no me ha gritado como todos los días en los que suena.

Mas despejado levanto ligeramente la persiana con el fin de dar claridad al agujero en el que me encuentro para comprobar que Iván no está, una pequeña alarma se enciende en mi interior, vuelvo a coger mi móvil mientras abro la aplicación de mensajería, un ligero suspiro templa los nervios iniciales.

«Agus al final se ha hecho muy tarde y voy a casa de Silvia», ¿Agus?, intento recordar cuantos años hace que no me llama así, parece una eternidad la verdad. Lo que no dice mi hermano en el mensaje es como le tengo que ocultar a ojos de mi madre el hecho de que no este durmiendo en casa, en fin.

Salgo de la habitación a escondidas para entrar en el baño, mi madre esta en la cocina como todos los domingos desde hace años, cocinando la comida que tanto le gusta a mi padre, «paella nuestra» como la llaman, y es que a esta solo se le puede llamar de ese modo por todos los elementos que acompañan al arroz y que nunca he visto en ningún otro sitio. De vuelta a la habitación me encuentro con ella esta en la misma ventilando y removiendo sabanas y ropa.

—Me alegro que hayáis salido juntos esta noche, espero que esté todo arreglado, pese a tu ausencia el viernes—, me dice mientras continua con lo suyo, como no, una de cal y otra de arena, primero buenas palabras para después soltar la puyita.

—También me alegro de que no pase la noche en casa—, la miro sorprendido antes de hacérselo saber.

Y por que me miras así?— me dice desviando entonces la mirada por vergüenza.

—Nada mama, me has sorprendido, solo eso—, —pues no te sorprendas tanto, lo único que espero por su bien y por el tuyo es que llegue a comer—, me callo para no seguir removiendo, ahora es cuando me preocupo pero no por él, sino por mi.

—Nada mama, me has sorprendido, solo eso—, —pues no te sorprendas tanto, lo único que espero por su bien y por el tuyo es que llegue a comer—, me callo para no seguir removiendo, ahora es cuando me preocupo pero no por él, sino por mi

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—Bueno, ¿tienes algo nuevo que contarme?— me pregunta mientras la miro indeciso, —¿cuando vuelves a marcharte?—, mi sorpresa aumenta por momentos, siempre he pensado que mi madre es bruja con bola de cristal, pero lo de hoy ...,

—Te ha comentado algo Iván?— suelto sin pararme a pensar, no, él no ha podido ser porque se entero esta madrugada.

—Mas bien han sido las dos bolsas que tienes bajo la pila de ropa—, me contesta, oh claro no me acordaba, cuando llegue lo primero que hice fue colocarlas justo antes de quitarme la ropa

—Hijo eres un libro abierto, esas bolsas me anuncian siempre lo mismo, recuerdo que la primera y la segunda vez me enfade bastante porque no me lo contaste antes de mirar dentro de las mismas, pero ahora forman parte de la familia y me hablan aún estando vacías, así que si están colocadas ya se a que atenerme—, me dice mientras se aproxima con ojos brillantes hasta alcanzar mi cuerpo, al que abraza, un abrazo que me coge por sorpresa.

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