«Dios los cría y ellos se juntan», había oído esa frase en multitud de ocasiones, pero nunca me había sentido identificado con ella, creo que porque nunca he formado parte real de algo. Es curioso que piense así, mas si repaso mi vida, tengo una familia muy numerosa, bastantes amigos entre los que se encuentran no solo de la infancia, sino compañeros de facultad y trabajo, pero aún con eso no he encontrado mi sitio. La razón de ello la desconozco, pero si no logro averiguarlo, al menos espero encontrar mi hueco.
Mi nombre es Agustín, mido 1,90, la mejor definición de mi mismo es la que me dio una amiga íntima. «Eres un hombre con cara de niño guapo», curiosa idea pero muy acertada, es cierto que soy atractivo a ojos de las mujeres pero aun así no soy creído, me gusta cuidarme pero no solo fisicamente cosa que hago habitualmente en el gimnasio, también me gusta leer, amante de la buena cocina me encanta estar entre fogones, más cuando vienen invitados, compagino trabajo con muchos proyectos y como dicen mis amigos todo ello con tan solo 28 años, de ahí lo de niño, pero cuando se me conoce en profundidad todo el mundo coincide, eres muy maduro para la edad que tienes.
Siendo el mayor de cinco hermanos, siempre tuve que asumir responsabilidades mucho antes de mi tiempo, máxime si lo comparaba con los chicos de mi edad, precoz en todos los sentidos mi curiosidad desmedida me llevo a lugares o situaciones que otros podrian considerar incómodas. El sexo como no, también llego pronto pero mientras mis amigos se dedicaban a la autosatisfacción, yo por mi parte tuve el privilegio de perder la virginidad con una profesora particular que tuve de ingles. Era la hija de nuestra vecina de arriba, una chica siete años mayor que yo, estudiante de magisterio y filología inglesa que compaginaba el final de la carrera con dar clases, pero si bien era económica ya se encargaría de cobrarlo en otras retribuciones puesto que una de sus mayores fantasías era la de pervertir a un joven. Y he de reconocer que yo le pague de forma estipulada aunque era una mujer con grandes apetitos.
Recuerdo que al principio las clases eran de lo más normal, puesto que en las mismas manteníamos conversaciones con el fin de perfeccionar la fonética mientras enriquecía mi vocabulario, este era algo limitado no solo a lo que en clase se daba sino a lo que de forma autodidacta aprendía, así pues un día Sara que es como se llama se le ocurrió dar la clase sobre fisionomía, aún hoy día pienso que lo tenía bien planeado, es más, creo que aquella sonrisa al inicio de la tarde no se correspondía solo a un gesto de saludo hacia primero mi madre y luego a mi, ya que estoy seguro de que aquel rostro era el de un depredador a punto de conseguir su presa.
Aprovechando la ausencia posterior de mi madre Sara pasó de enseñarme la parte superior del cuerpo a centrarse en la inferior, pero no únicamente a las piernas sino a todo lo que las rodea, así de forma educativa ella señalaba cada punto al momento que lo pronunciaba para posteriormente hacer lo mismo conmigo, hasta que llegado a mi pene se detuvo un instante antes de colocar su mano de forma suave pero firme.
—Cock —es lo que me dijo antes de que mi primera reacción fuera la de retroceder instintivamente, pero tras varias repeticiones sobre la misma palabra mi cuerpo se relajo hasta el punto de no solo mantenerme quieto, sino que en cierto modo se lo ofrecía.
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Vecinos de Comunidad
De TodoEn algún momento de nuestra vida podemos vivir en Comunidad, pero que ocurre cuando realmente las puertas de cada casa se cierran. Agustín nuestro protagonista se embarca en una historia digamos poco convencional, donde las interacciones huma...