Capítulo 10. Sara

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«Sara es un personaje secundario dentro de la trama real de toda la historia puesto que realmente no vive en la comunidad, pero visto el rumbo que estaba tomando todo, he creado un pequeño capitulo dedicado a su figura. Este capitulo contiene escenas que pueden no ser apto para todo el público o herir la sensibilidad del lector.».


Tras pagar la carrera salgo del taxi, este se encuentra detenido frente a unos de los múltiples edificios que componen el centro de negocios de la capital, ya de pie, pierdo la mirada justo antes de dar un paso al frente, en plena avenida y con la extraña sensación de encontrarme completamente indefensa ante lo que esta por venir, en mi bolso alcanzo la nota escrita que reviso una vez más «N° 145, portal C,  decimosexta planta», justo antes de arrugarla y tirarla en la papelera cercana a mí, vuelvo a girarme mientras me dirijo hacia el gran portal de acceso donde me acoge un enorme recibidor, en el mismo se encuentra sentado un hombre uniformado, que levanta la cabeza de lo que en ese momento esté haciendo para seguirme con la mirada, enfrente suyo una gran cristalera corrida donde me detengo un instante, con la idea de colocarme parte de la ropa sin ninguna necesidad real puesto que estoy bien, es más una forma de demorar lo inevitable.

De nuevo en marcha me aproximo a los ascensores para pulsar el botón de llamada, siempre bajo la atenta mirada del conserje, un hombre que a buen seguro esta mordiéndose la lengua por preguntarme, pero que le dejo con las ganas ante la sensación de seguridad que demuestro en mis movimientos, «si él supiera» pienso, así que cuando entro en el ascensor, toda la tensión acumulada se libera como una cascada, tomo aire varias veces con el fin de calmarme, mientras observo mi imagen reflejada en un espejo colocado a mi izquierda, me centro en mi rostro, que  ha envejecido en no mucho tiempo, «arrugas de expresión» dirían algunos, «aunque realmente no se que expresan» pienso, después me detengo en mis labios, unos que no hace mucho sonreían pero que de repente perdieron el rumbo de como hacerlo, y por último subo la mirada hasta mis ojos, unos bonitos ojos que hace años irradiaban luz propia pero que ahora solo reflejan oscuridad.

«Planta decimosexta» anuncia la voz metálica del ascensor cuando llegamos a la misma, vuelvo la mirada al frente justo cuando se abre para abandonarlo, un distribuidor con cuatro puertas, todas identificadas con placas de latón a su lado en las que se encuentran distintas inscripciones en las que me centro, «Abogado Gutiérrez Sánchez» leo en una de ellas, a la que me dirijo con el fin de llamar al timbre, unos segundos de espera mientras escucho el taconeo de una persona hasta detenerse tras la puerta, donde una vez abierta me observa una recepcionista muy amable, esta me pregunta por mi nombre y el motivo de mi visita, antes de cotejarlo y acompañarme hasta una pequeña sala de espera, donde me siento no sin antes saludar a otra mujer que allí se encuentra.  Cruzo las piernas para posteriormente poner mis manos juntas en las mismas, manos que tiemblan como otras tantas veces por miedo, vergüenza o incluso rabia..., poco antes de empezar a moverme en el asiento buscando el acomodo que no llega, más por los nervios que otra cosa.

—Sabe donde esta el baño?— pregunto a mi compañera de sala, para amablemente asentir justo antes de indicarme el lugar donde debo dirigirme.

Ya en el mismo abro la llave del agua para refrescarme la cara, justo antes de levantarla en dirección al espejo donde de nuevo veo mi imagen reflejada, de nuevo esos ojos oscuros como pozos sin fondo me vuelven a observar, mostrándome los efectos de días sin dormir, o más bien de no descansar, ya que las pesadillas me invaden, múltiples pesadillas de entre las cuales una es recurrente, «una sala grande llena de gente, gente que conozco y que me quieren, que me rodean mientras permanezco atada a una cama, sus rostros pétreos me observan en silencio sin ni siquiera gesticular nada, para poco después uno a uno ir levantando el índice en mi dirección mientras de su rostro impasible salen palabras acusadoras.

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