One Shots |Marvel|

Bucky Barnes

Me encontraba ayudando a las enfermeras, en el campamento de entrenamiento militar; estaba triste, ése estado de ánimo se hacía presente desde hace un par de meses.

Vi cómo capturaban a Bucky, y por más que apretara el gatillo apuntando hacia los soldados de Hydra, no creaba gran diferencia.

Soy Lenna Holland, científica, doctora, experta en defensa personal, y la asistente de la agente Carter, pero más que nada, su mejor amiga.

—Pásame los vendajes de allá, Holland, por favor —me pidió una enfermera, sacándome de mis pensamientos

—Claro —respondí, pasándole los vendajes, y volviendo a mi antigua actividad: Lavar la sangre de los uniformes. Qué bonito.

Ah, cierto, es: Lenna Holland, científica, doctora, experta en artes marciales, asistente de Peggy Carter, y sarcástica.
También es parte de mí.

—Carajo. La sangre seca no sale con nada —me murmuré, tallando con violencia el uniforme

De pronto, oí cómo la mayor parte de las enfermeras daba un grito ahogado, con emoción y otras cosas mezcladas.
La mayoría se fueron caminando rápidamente hacía la entrada del campamento.

—¿Y ahora qué pasó? —le pregunté a una de las cuantas que habían permanecido, es decir, a las que debían seguir trabajando, o les valía un carajo.

—Llegaron —me respondió Charlotte, una mujer robusta de cabello rojo teñido y piel pálida

Abrí mis ojos, procesé la frase dicha y sentí felicidad, Steve había vuelto.

Me acerqué hacia la gran bola de gente, para poder felicitar a nuestro Capitán América.
Y así fue; le hice una reverencia con la cabeza, sonriendo, y le di espacio con Peggy.
El correspondió mi saludo, éramos amigos antes de todo esto, junto con... Bucky.
Pero su respuesta fue una sonrisa divertida, y un movimiento de cabeza hacia su derecha.

Seguí con la cabeza su trayectoria, y mis ojos conectaron con otros.

Por un momento me quedé pasmada, en shock; está bien, está vivo, ¡Bucky está vivo!
Me quedé helada unos segundos en mi lugar, y sentí como un gran nudo se formaba en mi garganta, al mismo tiempo que mis ojos se empañaban.

Mi cerebro reaccionó, y me lancé a correr.
Cuando estaba a escasos centímetros, abrí mis brazos, los enrollé por su cuello, y pegué mi cuerpo al de él.

Él estaba preparado para eso, y seguramente lo iba a hacer si yo no lo hacía antes que él, por lo cual, correspondió de inmediato, sin titubear ni caerse.

Me abrazó tan fuerte, que mis pies dejaron de tocar el suelo.
Las lágrimas empapaban mis mejillas, y seguramente el hombro de James.

—Te extrañé tanto —me susurró al oído, su voz sonaba cortada, pero alegre.

Lo vi a los ojos, sonreí por inercia, al igual que él.
Por fin volvíamos a estar juntos; no lo iba a desperdiciar.

De un segundo a otro, no pudimos más, ambos nos inclinamos y nos dimos ése ansiado beso; desesperado, pero a la vez tierno. Ése beso que me erizó la piel, que liberó a un zoológico en mi estómago, y más importante aún:

Que me dio una prueba clara de que amo a James Buchanan Barnes.