C A P I T U L O 16

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¡Hola tú!

Les traigo otro capítulo sensual y hermoso. Hoy tenemos un nuevo personaje al cual estoy segura que le vais a coger cariño. Nos leemos.
PD: Disculpad las faltas ortográficas.
PD2: Disfrutad el gif, preciosas.

Besos,

Maddie.

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Caleb es un hijo de puta.

Ese fue mi primer pensamiento tras varias horas de tensión y llantos, mi cuerpo parecía estar cerca del límite, o al menos eso sacaba a conclusión cuando me desplomé en un asiento cercano con Avery. No importaba que todo el mundo nos dijera que nos fuéramos a casa a descansar, que Ian ni Caleb despertarían en las próximas horas, que nos avisarían si algo pasaba... pero ninguna de las dos estábamos dispuestas a alejarnos de ellos. Así tuviera que vivir en el hospital hasta que él despertara, no me marcharía; estoy segura de que Avery pensaba igual que yo.

Caleb estuvo muerto por ocho malditos segundos en los que sentí que mi corazón se rompía por perder a un amigo, por ver a Avery destrozada, por dejar a un hijo que ni siquiera sabía que tendría y por saber que Ian se sentiría desolado cuando se enterase de la noticia. El médico pareció tener compasión al oír gritar a Avery desesperada que Caleb sería padre, que no lo podían dejar ir... por lo que optó por darle un par de descargas más. Cuyas descargas, gracias a Dios, funcionaron. Lentos latidos comenzaron a escucharse al cabo de unos segundos mientras poco a poco comenzaban a tomar un poco de fuerza y estabilidad. Hasta ahora, luego de dos horas de aquello, no ha habido otro percance con él. Todo parece ir en orden.

Solté un suspiro de alivio ante el tremendo susto que habíamos sufrido gracias a ese canalla, que a pesar de todo luchó por quedarse en este mundo. Mi propio cuerpo parecía manifestarse en contra de mi decisión de quedarme con un potente dolor de cabeza. Yo, que nunca en mi maldita vida había sufrido de migraña, estaba segura de empezar a padecer una. No era cosa del cansancio, la preocupación por la salud de Caleb y la falta de noticias de Ian era lo que me tenía así.

—Samantha.

Casi gemí de frustración en voz alta en cuanto reconocí aquella voz. Entendía que todos los compañeros de los chicos estuviesen preocupados por ellos y buscaran informarse en todo momento por sus estados. Pero ¿tenía que ser precisamente ella la que venía a informarse? Muy a regañadientes abrí los ojos para observar frente a mí a Hannah. Avery parecía algo incómoda con su presencia, pero no dijo nada.

—Hannah. —murmuré con disgusto.

No esperaba encontrarme con ella después de nuestro enfrentamiento el día anterior en que la amenacé con golpearla si volvía a acercarse. Hannah parecía tenerlo presente, porque antes de que pudiera decir algo, se sentó al lado de Avery y me miró de una forma tan suplicante que me incomodó e irritó en sobre manera.

—Sé que no quieres verme aquí, pero yo necesito saber cómo está. —respondió con un hilo de voz.

—Podrías preguntárselo a cualquiera de la estación. —respondió Avery por mí, incómoda.

—Quizá. Pero... sólo ustedes podrían darme la información que necesito. —respondió mirando sus manos.

Avery me miró esperando una respuesta. Me hubiese gustado negarme, alejarme de aquel asiento y de estar cerca de ella, pero me sentía incapaz de seguir ignorando la situación y los sentimientos que Hannah sentía por el mismo hombre que yo. Ese era el meollo del asunto. Ambas estábamos enamoradas de la misma persona y ese convencimiento fue lo que me detuvo porque, aunque estaba furiosa con ella y a pesar de sentirme algo celosa, entendía que Hannah se sintiera desesperada por tener noticias del hombre al que amaba. Independientemente de que ese hombre fuera precisamente Ian.

Dulce Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora